¿Es tarea de las mujeres que los hombres lean?

Hace unos años, las librerías de medio mundo se vieron asaltadas por un título provocador: Las mujeres, que leen, son peligrosas (Maeva), obra en la que Stefan Bollman realizaba un recorrido por numerosas obras de arte que reflejan la estrecha relación entre libros y mujeres.

Antes de continuar, les confieso que a mí, como a Josep Lapidario, no me gustan esas dos comas del título, "dan a entender que todas las mujeres leen, lo que es rotundamente falso: las hay que no cogen jamás un libro, del mismo modo que hay hombres que sólo los usan para calzar mesas", escribió Lapidario. "Esas puñeteras comas eliminan precisamente la distinción que individualiza a las mujeres a las que está dedicado el libro: las que son capaces de abstraerse en la lectura".

Añadiré que Bollman completó su tesis con otro libro en cuyo título, Las mujeres que escriben también son peligrosas, donde no hay comas porque, en efecto, no todas las mujeres escriben. Dicho lo cual.

La historia está llena de testimonios de hombres que desaconsejan la lectura a las mujeres. El propio Lapidario cita al humanista Juan Luis Vives, quien pedía a los maridos que evitaran por todos los medios que sus esposas e hijas leyeran: "las mujeres no deberían seguir su propio juicio, dado que tienen tan poco". Y el máximo responsable del Centre national du livre (CNL), Vincent Monadé, al que volveremos más tarde, recuerda que "una de las tesis de la novela de Flaubert es que Emma Bovary es lo que es porque se le ha permitido la lectura de novelas. Durante mucho tiempo, la lectura fue vista como una actividad peligrosa para las mujeres justamente porque les permitía evadirse de su vida simple de madre y esposa. La gran fuerza de la literatura es su fuerza emancipadora. Es una verdadera pena que los hombres se priven de ella".

Y para que todo cuadrara, hubo científicos (ejem, ejem) que aportaron su granito de arena: en los años 70 del siglo XIX, apenas 20 años después de la publicación de Madame Bovary, llegó a las librerías Sex in Education: or, A Fair Chance for the Girls, de Eduard H. Clarke, miembro de la Massachusetts Medical Society y de la American Academy of Arts and Sciences, entre otros méritos.

Clarke se dice defensor de la igualdad, pero sostiene que la educación que se da a un chico no es necesariamente buena para una chica, y viceversa. En el prólogo rememora la fuerte y no negativa impresión que le produjo visitar como médico un harén (¡qué bueno sería unir lo mejor de las dos tradiciones, la oriental y la occidental!); y después se detiene en testimonios de los que puede deducirse que las mujeres que leen corren riesgo de esterilidad, al parecer, porque la actividad cerebral exige un aporte sanguíneo a ese órgano que necesariamente reduce el flujo de sangre hacia los órganos reproductores.

La lucha no ha sido fácil, en determinados momentos históricos se ha hecho necesaria una auténtica conspiración de lectoras, pero lo cierto es que las mujeres hemos perseverado hasta convertirnos en las más entusiastas lectoras, como reflejan todos los estudios sobre hábitos de lectura. En el último, y sólo por no ir más lejos, se nos vuelve a decir que "las mujeres leen más que los hombres, pero la diferencia es mucho menor que en otros países (los anglosajones, por ejemplo)" (p. 85); o que en un sistema por suscripción como 24symbols, que permite leer a elección entre un número grande de obras, "el 56 % de sus usuarios son mujeres, que de media leen el doble de páginas que los hombres" (p. 195).

¿Y por qué?

Explicaciones las hay y las ha habido de todo tipo. Algunos expertos traen a colación evidencias basadas en los datos psiconeurológicos, datos que constatan la primacía de las niñas sobre los niños en el desarrollo del lenguaje. Otros aluden a la "emocionabilidad" de las mujeres: requerido en una ocasión para desvelar el misterio de la feminización de la lectura, Enrique García Huete, profesor de psicología emocional en el MBA del Instituto de Empresa, recordó en una ocasión que "el sistema límbico de las mujeres es más excitable que el de los hombres, por eso buscan más estímulos en la lectura y son más propensas a engancharse a las novelas románticas o a las sagas". A ese primer intento de explicación añadió un segundo: "Mientras los hombres son más dinámicos y buscan estímulos con actividades en grupo o al aire libre, como el deporte, las mujeres tienden a ser menos activas y suelen buscar estos estímulos en los libros o en la televisión".

Un proyecto del CEPLI, el Instituto de la Mujer CLM y Universidades Lectoras, atendiendo a la influencia de las variables sociales, sugiere que la respuesta puede deberse no tanto a aspectos genéticos como a la socialización de género, que establece las bases sobre las expectativas de las conductas femeninas y masculinas. "Nuestra hipótesis principal plantea que determinadas características de la socialización de género femenino favorecen la integración de la lectura en el estilo de vida y en la creación de hábitos lectores", aseguran los responsables del trabajo. En las últimas décadas, dicen, se ha hecho más evidente que la dualidad sexual, por sí sola, no explica el conjunto de roles, valores, funciones y expectativas, que se vinculan a hombres y mujeres. "La existencia de un imaginario colectivo sobre los estereotipos de género, que difiere a través de las culturas, ha demostrado que el sentimiento de pertenencia a uno u otro sexo va acompañado de las creencias sobre aquello que se considera masculino y femenino. El género prescribe en los individuos determinadas conductas, atributos personales, actitudes e, incluso, elecciones vocacionales o actividades de ocio. La mayoría de ellas, intentan racionalizarse a partir de las diferencias fisiológicas entre los sexos, o de sus distintos papeles en la reproducción; pero su atribución está, casi en su totalidad, determinada culturalmente".

Y en estas estábamos cuando llegó Vincent Monadé, exlibrero que desde 2013 está al frente del CNL y que, para su primera incursión en el mundo de la autoría, ha publicado un trabajo cuyo objetivo es animar a los hombres a leer. O, mejor dicho, hacer de las mujeres, que también en Francia son mejores lectoras, a convertirse en agentes de promoción de la lectura entre varones.

Comment faire lire les hommes de votre vie, se titula el panfleto, comprometido a la par que extravagante. En efecto, ¿cómo conseguir que los hombres de vuestra vida lean? Un título que no deja de ser una modesta provocación, no parece indiscutible que ésa sea una misión que las lectoras quieran asumir. Pero, por lo que pueda servir, repasemos los argumentos que Monadé aporta para defender su libro.

Su primera constatación es que, en general, son las mujeres las que transmiten el gusto por la literatura, aunque sólo leyendo a los niños un cuento antes de dormir.

Analiza después los datos de la lectura referidos a Francia, que bien valen para España. Los más pequeños, niños y niñas, leen hasta los 13-14 años, que es cuando muchos, sobre todo ellos, se descuelgan. "A esa edad, los niños, a no ser que sean grandes lectores, dejan de leer. ¿Tiene relación con el fenómeno de grupo o al descubrimiento de la relación amorosa? No lo sé", admite Monadé. Lo cierto es que, pasada la adolescencia los chicos no vuelven a la novela, a diferencia de las chicas, cuya relación con la literatura continua evolucionando a lo largo de toda su vida. "Cuando tienen 45 años, sus hijos han crecido, vuelven a ser grandes lectoras. En realidad, nunca han dejado de serlo, pero habrán tenido que poner entre paréntesis su actividad lectora a causa de su doble jornada de trabajo".

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En toda su argumentación hay una referencia constante a la literatura, a la novela, porque a Monadé no se le escapa que "los hombre leen, pero más bien libros científicos, libros de historia y mucha prensa. Al final de la adolescencia retoman una actividad lectora, pero desaparece la noción de 'lectura placentera'. Al comienzo de su carrera abandonan la ficción en beneficio de una lectura 'utilitaria'. Leen por el trabajo, es una evidencia en nuestros estudios".

La única concesión que hacen es al cómic, un género que frecuentan más que las mujeres. Quienes, queda dicho, se mantienen fieles a la literatura. "¿Por qué? –se pregunta Monadé–. Porque, contrariamente a los hombres que leen para profundizar sus conocimientos, las mujeres lo hacen sobre todo para evadirse".

Quizá, sugiero, porque el mundo que viven les gusta menos a ellas que a ellos. Aunque este no es un lugar para alcanzar conclusiones. Su turno.

Hace unos años, las librerías de medio mundo se vieron asaltadas por un título provocador: Las mujeres, que leen, son peligrosas (Maeva), obra en la que Stefan Bollman realizaba un recorrido por numerosas obras de arte que reflejan la estrecha relación entre libros y mujeres.

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