Tariq Ali no está contento. Aunque es extraordinariamente amable, y abandona con frecuencia su característico ceño fruncido para lucir una sonrisa, este líder histórico de la izquierda europea está francamente disgustado. El extremo centro (Alianza), su nuevo libro después de una veintena de ensayos y novelas, sirve en parte para desahogar sus inquietudes. Tras cincuenta años de lucha —en los que ha protestado contra la guerra de Vietnam, ha debatido con Henry Kissinger, conversado con Edward Said, apoyado las revoluciones bolivarianas y hecho campaña con Syriza— este intelectual anglopaquistaní ve que la socialdemocracia ha renunciado a sus propios ideales hasta convertirse en adalid del "extremo centro". Y, lo que es peor, no vislumbra una alternativa de izquierdas clara.
No era así, o no del todo, cuando estaba terminando su último libro. Aunque para entonces Syriza ya había "capitulado" ante la Unión Europea, Podemos se presentaba todavía como un nuevo partido de izquierdas que tomaba fuerza en uno de los países más castigados por la crisis y lanzaba un mensaje a Europa. Hace seis meses, viajó hasta España —país del que exhibe un sorprendente grado de conocimiento y que visitó largamente durante el 15-M— para entrevistarse con Pablo Iglesias. Entonces parecía conectarles una suerte de hermanamiento en la izquierda radical (Ali dedica su libro a Hugo Chávez), pero ahora el intelectual, colaborador histórico de The Guardian y fundador de New Left Review teme que Iglesias y compañía hayan sido seducidos también por el "extremo centro".
Pregunta. ¿Qué pasó para que la socialdemocracia llegara a este "extremo centro" del que habla?
Respuesta. Lo que se ha subestimado es que cuando el sistema comunista colapsó, cuando el muro de Berlín cayó, y el capitalismo se arrojó sobre la Unión Soviética, y los chinos decidieron ir por el mismo camino, ya no había necesidad de socialdemocracia. Las concesiones que el sistema permitió a la socialdemocracia fueron diseñadas para ofrecer una alternativa democrática a la Unión Soviética. Una vez que este sistema cayó, ¿por qué molestarse? ¡No necesitaban convencer a nadie!
P. ¿Y cómo afectó eso al panorama político?
R. Los partidos socialdemócratas cambiaron sus programas y decidieron ser partidos neoliberales de facto. A veces, como es el caso Tony Blair, Manuel Valls o Renzi, demostrando que pueden ser más duros que los conservadores. En este colapso de la socialdemocracia y su fusión con el centro-derecha, se ha creado un vacío. La gran pregunta es si va a ser ocupado por la ultraderecha o los nuevos movimientos sociales.
P. ¿Cuando habla de "extremo centro", habla de neoliberalismo?
R. Bueno, sí, es el sistema neoliberal, que, seamos francos, es la cara moderna del capitalismo. Este sistema capitalista preferiría que no hubiera democracia, que no hubiera crítica, que los sindicatos no existieran... y, desde luego, no necesita partidos que planteen alternativas. Conozco personalmente a grandes capitalistas con los que uno se encuentra en actos y conferencias que dicen: "El modelo chino está bien. ¡Una de las razones por las que China tiene éxito es porque no es una democracia!". El único momento de la historia en que se asoció capitalismo y democracia fue desde 1917 a 1990.
P. Dedica este libro a Hugo Chávez, del que habla como "el primer líder de un movimiento que derrotó al extremo centro". ¿Significa eso que cree que una revolución de esas características es la única alternativa?
P. No creo que vivamos en una época de revoluciones. El siglo XXI es una época de permanente contrarrevolución. Estamos siendo testigos de un asalto constante a la solidaridad, la libertad y la igualdad. Hemos sido derrotados, y no sabemos cuánto va a durar esa derrota. Pero antes de que se pueda llegar a ningún gran cambio, se necesitan alternativas. Sé que está pasado de moda citar a Lenin, pero he estado leyéndole otra vez… A Lenin le preguntaron una vez que hasta cuándo iba a durar el capitalismo, y él contestó que hasta que hubiera una alternativa.
P. ¿No ve una alternativa en los nuevos movimientos sociales en Grecia, España o Reino Unido, que ha estudiado de cerca?
R. Incluso los movimientos a los que apoyo, como los bolivarianos en Sudamérica o los movimientos europeos, hablan de oponerse al neoliberalismo, no al capitalismo como sistema. En sus cabezas estaba la idea de volver al capitalismo de posguerra, alegando que tenía una cara más social, pero olvidando que si eso ocurría era porque estaba haciendo frente al enemigo.
P. Usted habla de dos partidos alternativos en Europa: Syriza en Grecia y Podemos en España. Empezando por el primero, ¿qué mensaje debe extraer la izquierda del fracaso de Syriza ante la Unión Europea?
R. El mensaje está muy claro. Si no estás preparado para luchar contra las instituciones de la Unión Europea, deja la política o únete a otro de los partidos que se doblegan ante ellas. Syriza fue elegida para luchar contra la troika, y por eso ganó. La Unión Europea continuó con su presión, y el único acto radical de Syriza fue organizar un referéndum, y el 61% de la gente se mostró partidaria de luchar contra las demandas y medidas de la troika. Y al día siguiente del referéndum se rindieron. ¡Se rindieron! La capitulación de Syriza es una de las derrotas más serias que ha sufrido la izquierda. Y no es solo culpa de la Unión Europea, sino también de la debilidad de la oposición. Y cuando Iglesias va a verles después de la capitulación, y todo eso de abrazos, abrazos [en español]… ¡Te enfada!
P. Es curioso leer su charla con Pablo Iglesias, en la que decía cosas como que tienen como referencia a Bolivia, Ecuador y Venezuela, pero que son conscientes de que "en Europa las posibilidades son mucho menores que en Latinoamérica". Ahora parece ser más discreto en ciertos temas.
R. No es discreción. Creo que han cometido un error estratégico. ¿Cuál es el carácter de este cambio? Se han obsesionado con las intervenciones mediáticas y los sondeos de opinión. Y es verdad, hay que hacer todo eso. ¡Pero hasta el punto de dejar que eso determine tu política…! Así es como muchos partidos se dirigen al centro. Una mejor manera de continuar habría sido mantener la importancia e intervención de los círculos, organizar una gran asamblea mensual en la que tomar decisiones… Así es como avanza la política radical.
P. ¿Cómo va a afectarles este cambio?
R. Si miras a esta fotografía [muestra una página de El País con una imagen de Íñigo Errejón junto al ex jefe del Estado Mayor Julio Rodríguez], están presentando a un general que ayude a la OTAN a democratizar a las tropas. ¿Es que han olvidado lo que es la OTAN? ¿Han empezado a jugar a esto? ¡Y se supone que tus seguidores deben mantenerse fieles! ¿A quién va dirigido este mensaje? ¿A la élite, para decirle: "Somos responsables, confía en nosotros"? Bueno, ellos pueden o no confiar en ti, pero tus seguidores van a dejar de hacerlo.
P. Pablo Iglesias ha hablado de que su estrategia está dirigida a ganar. ¿No ve en esto una manera de atraer a votantes que están lejos de su espectro político?
R
Ver másAlgo más de 15.000 personas votan el programa de Podemos, un 4% de los inscritos
. Estoy seguro de que es eso. Pero el problema es que no dejan de bajar en los sondeos desde que comenzaron con esta estrategia. Y luego está Ciudadanos: ellos se comportan de la misma manera pero desde la derecha, y son más populares porque son básicamente parte del establishment. Si quieres moverte en el centro, lo tienes difícil, porque está gente de verdad pertenece a él. Y espero que la gente de Podemos esté solo esté fingiendo serlo. La velocidad a la que el liderazgo de Podemos está moviéndose es muy inquietante.
P. ¿Cree que partidos como Syriza y Podemos pueden ser todavía una herramienta para el cambio, una alternativa?
R. Podemos no parece el partido del cambio. Está intentando llegar a todas partes con estas decisiones estúpidas, pero la clave es que hay elecciones en diciembre. Digamos que Podemos es la cuarta fuerza detrás de Ciudadanos. ¿Qué papel va a jugar? ¿Va a seguir actuando así? Si es así, va a perder el respeto de mucha gente muy rápido. Deberían convertirse en una oposición de izquierdas fuerte e intransigente, frente a los partidos del extremo centro que van a estar negociando coaliciones… Pero no tiene buena pinta. Muchos apoyamos a Syriza y luego hicieron lo que hicieron… Está empezando a ser bochornoso.
Tariq Ali no está contento. Aunque es extraordinariamente amable, y abandona con frecuencia su característico ceño fruncido para lucir una sonrisa, este líder histórico de la izquierda europea está francamente disgustado. El extremo centro (Alianza), su nuevo libro después de una veintena de ensayos y novelas, sirve en parte para desahogar sus inquietudes. Tras cincuenta años de lucha —en los que ha protestado contra la guerra de Vietnam, ha debatido con Henry Kissinger, conversado con Edward Said, apoyado las revoluciones bolivarianas y hecho campaña con Syriza— este intelectual anglopaquistaní ve que la socialdemocracia ha renunciado a sus propios ideales hasta convertirse en adalid del "extremo centro". Y, lo que es peor, no vislumbra una alternativa de izquierdas clara.