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Terror y fascismo: el regreso de 'Las brujas de Salem'

"Salem es el protagonista de Las brujas de Salem. La comunidad, los ciudadanos, que se ven envueltos en un momento dado en un período de terror, en el que el miedo reinaba y el poder —era una teocracia— llega a crear tal situación de histeria que acaban matándose entre ellos". Andrés Lima habla con templanza de los horrores de la obra escrita por Arthur Miller en 1953. El director de escena lleva toda su carrera queriendo representarla y lo logró al fin en el Festival Grec de Barcelona el pasado julio. Si entonces lo hizo en catalán, ahora la obra llega en castellano y con el mismo elenco al madrileño teatro Valle-Inclán, una de las sedes del Centro Dramático Nacional, hasta el 5 de marzo.  

Esto sucede, además, en un momento en que esta pieza "crítica y dura" tiene fuertes resonancias en la actualidad. Como indica el narrador en la obra, quizás Miller nunca hubiera escrito Las brujas de Salem (The crucible, El crisol, en su título original) de no haber sido perseguido por el Comité de Actividades Antiamericanas durante el macarthismo. El senador Joseph McCarthy inició entonces un proceso de persecución de supuestos filocomunistas basándose en los nebulosos cargos de "deslealtad" o de "traición a la patria" y en las delaciones e interrogatorios tan largos como absurdos. Las víctimas más famosas fueron los creadores —los llamados Diez de Hollywood y escritores como el propio Arthur Miller—, pero entre ellos también había militares y miembros del Departamento de Estado. 

"Un nuevo fascismo brotaba en Estados Unidos y usaba el terror para someter a la sociedad. Es algo que no es extraño a la sociedad de hoy", defiende Lima pocos días antes de que Donald Trump asuma la presidencia. Un personaje que, para el director, "es hijo de esta tradición puritana, que no está tan lejos del nacionalcatolicismo". Hace más de 300 años de aquel juicio que, en 1692, dejó 19 ahorcados y decenas de encarcelados en aquel Salem casi desierto, actual Estado de Massachussets. Los puritanos batallaban con los nativos una tierra nunca antes labrada y el poder de la Iglesia era el poder a secas. Pero el director cree que la llegada del dirigente al poder podría traer consigo una ola de terror como aquella: "Estados Unidos es Salem, lo llevan en los genes. Es muy posible que corran ese peligro. Donald Trump está generando ya una tensión enorme, no solo en Estados Unidos".

Pero no es la única conexión con la actualidad. Lima nombra el auge del fascismo en Europa, la ley mordaza y el caso de los titiriteros. Cuando Arthur Miller leyó las informaciones de la época sobre los juicios de Salem, que se extendieron durante más de un año, leyó que en la Corte se aceptaron "pruebas espectrales": bastaba con que el testigo, a menudo el demandante, identificara al acusado en una especie de visión (que le viera en un gato negro, o un cuervo, o una forma sin especificar) o incluso en un sueño. Durante el macarthismo no se juzgaron solo hechos, sino las intenciones o las creencias de los supuestos comunistas. Lo mismo que el director ve en casos como el de los titiriteros, que no duda en definir como "caza de brujas".

No es casualidad, opina, que obras como Rinoceronte de Eugène Ionesco (una fábula sobre la propagación de los totalitarismos), o Vida de Galileode Bertolt Brecht (una reflexión sobre el dogma y la verdad) hayan tomado la escena en las últimas temporadas. El vestuario y la escenografía de Beatriz San Juan no remiten al siglo XVII, sino que son inquietantemente anacrónicos. "Entendemos lo que pudo pasar", explica el director, "pero también que puede volver a pasar". 

El Centro Dramático Nacional ha recuperado la obra estrenada en el Teatro Romea de Barcelona. La adaptación de Eduardo Mendoza —último Premio Cervantes— a partir de la versión literaira de José Luis López Muñoz ha pasado del catalán al español. Como sus actores (Míriam Alamany, Nausicaa Bonnín, Marta Closas, Borja Espinosa, Miquel Gelabert, Núria González i Llausí, José Hervás, Lluís Homar, Carles Martínez, Anna Moliner, Nora Navas, Albert Prat, Carme Sansa, Yolanda Sey y Joana Vilapuig), bilingües todos, que se resisten para no traducir de memoria el primer texto catalán que aprendieron. Son dos versiones distintas, explican, que salen del mismo tronco.

Este origen común es un inglés muy particular, derivado del que Miller encontró en aquellos viejos legajos que se conservan en el mismo Salem. Un lenguaje rico y alegórico que contribuyó a que se obsesionara con la historia, que trasladó con variaciones al texto y que los traductores han tratado de respetar. Este es un literal de las actas del pueblo según las transcribió el dramaturgo en un artículo sobre la creación de la obra: 

Hathorne, fiscal de los juicios.— Es horrible ver sus ojos secos cuando los de tantos están húmedos.  

Rebecca Nurse, acusada de brujería.— No conoce mi corazón. Nunca he atormentado a ningún niño, nunca en mi vida. Soy tan pura como un bebé nonato. 

Acabaron ahorcándola. Los personajes de Miller nacen directamente de aquellos que encontró en los legajos originales. "Ningún personaje está en la obra que no jugara un papel similar en Salem, en 1692", escribió. John Proctor (Borja Espinosa) y Elizabeth Proctor (Nora Navas) son realmente dos granjeros que se verán atrapados en un torbellino de acusaciones. El reverendo Parris (Albert Prat), el clérigo del pueblo que iniciará el proceso. El vicegobernador Danforth (Lluís Homar), el cabecilla del tribunal que conducirá los juicios. Y Abigail Williams (Nausicaa Bonnín), la joven que inicia el torrente de acusaciones después de haber sido tachada de bruja. 

El personaje de Abigail, una ninfa que seduce a un hombre maduro y le lleva a la horca, ha sido tratada a lo largo de las décadas como una chica caprichosa, vengativa y manipuladora. Se cumple en la obra de Miller el cliché de que la perdición llega de la mano de la mujer, aunque sea luego explotado por los hombres para sus propios intereses políticos y económicos. Lima y Bonnín han querido alejarse de esta visión un tanto simplista y misógina de un personaje complejo. Las jóvenes que inician la caza al ser sorprendidas danzando en medio del bosque, dice la actriz, "quieren romper los límites. Representan lo que esta sociedad castiga: el deseo, el amor, la pasión". El director asiente: "[Abigail] es una mujer moderna en un sitio equivocado". 

Aunque la historia es, a menudo, "un sitio equivocado". El personaje de Tituba, la esclava antillana de Parris que es la primera condenada por brujería, seguiría sufriendo durante siglos, y aun hoy. Nora Navas recuerda la Guerra Civil y "el terror que debían sentir las gentes cuando aparecían en su casa a buscarles sin saber para qué". Entonces había, detrás de las disputas políticas, disputas también por la tierra y la herencia. Como en Salem. Habla Lima: "Debajo de las brujas, del mal, de la amenaza del comunismo, está la voluntad de hacerse con todo el dinero posible. Sucede, y sucede hoy en día". 

 

"Salem es el protagonista de Las brujas de Salem. La comunidad, los ciudadanos, que se ven envueltos en un momento dado en un período de terror, en el que el miedo reinaba y el poder —era una teocracia— llega a crear tal situación de histeria que acaban matándose entre ellos". Andrés Lima habla con templanza de los horrores de la obra escrita por Arthur Miller en 1953. El director de escena lleva toda su carrera queriendo representarla y lo logró al fin en el Festival Grec de Barcelona el pasado julio. Si entonces lo hizo en catalán, ahora la obra llega en castellano y con el mismo elenco al madrileño teatro Valle-Inclán, una de las sedes del Centro Dramático Nacional, hasta el 5 de marzo.  

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