Vivir en otro idioma

Los hay que sostienen que la lengua es la única patria del escritor. Como el argentino Juan Gelman: "Todos pertenecemos al mundo y si una patria tengo es la lengua". No, les responde la alemana nacida rumana Herta Müller, "la lengua no es una patria". Y se remite a Jorge Semprún, quien decía que la patria del escritor no es la lengua, sino lo que se dice con ella.

Los tres citados son escritores trotamundos, trasterrados, e incluso desde la discrepancia, los tres saben que la vida en otra lengua tiene sus exigencias. "Se comienza a pensar más conscientemente que nunca en el propio mundo idiomático", dice Esther Andradi, argentina residente en Alemania."La lengua materna se vivifica, deja de ser inocente, cada palabra, cada giro, cada interjección, sí, hasta la gramática entra en cuestión. Pierde su invisibilidad: ¿Por qué se dice lo que se dice y cómo se dice? ¿Cuál es la razón de tal o cual giro? ¿Cómo se dice en mi lengua aquello que acabo de aprender en el idioma extraño?".

En Alemania también vive, desde hace más de veinte años, la española Rosa Ribas, y no deja de preguntarse hasta qué punto eso afecta a su escritura, "por un lado porque me muevo en un entorno lingüístico ajeno y esto puede contaminar mi lengua; por otro, porque siempre existe el temor de perder el contacto con la evolución constante del idioma". Sin embargo, este último temor ha resultado infundado, "con los nuevos medios, se puede mantener fácilmente el contacto con el idioma."

Frankfurt, donde reside, acoge a muchos hispanohablantes. No tantos, claro, como Nueva York. "Hay medios de comunicación en español, programas de radio, de televisión, revistas, periódicos, y el idioma es una presencia viva y constante en la calle. Hacia 2050, Estados Unidos será el país del mundo con el mayor número de hispanohablantes del mundo, por delante de México", me explica Eduardo Lago. "Se está gestando una nueva variedad de español, resultante de la convivencia entre muchos modos de hablar la lengua común de España y América Latina".

¿Entonces? "El inglés contamina al español de manera muy poderosa en todo el mundo de habla española, y España no es en modo alguno una excepción. Basta con mirar la prensa diaria. Por irónico que ello resulte, el fenómeno no es más acusado en Estados Unidos, salvo por una circunstancia muy particular, que ha dado lugar a fenómenos como el Spanglish, jerga que ha cambiado de forma y naturaleza a lo largo de las décadas y lo sigue haciendo hoy. El Spanglish tiene un fuerte componente político de afirmación y resistencia cultural." Allí no hay noción de que la contaminación sea algo negativo, al contrario: es, con matices, como "lo que ocurrió con el latín cuando se descompuso dando lugar a las lenguas romance, como el español o el francés. El latín se había corrompido, pero de una manera muy saludable."

Leo la respuesta de Lago y me parece escuchar a Ana Belén y Víctor Manuel cantando Contamíname... La releo y tomo nota de que la reacción de los escritores trasterrados ante su extrañamiento no es uniforme. "Cuando escribí Vivir en otra lengua —me dice Andradi— una de las preguntas a los autores que seleccioné era 'por qué sigue escribiendo en su lengua materna'. Porque también hay experiencias de gente que elige la lengua anfitriona para escribir. Y hay personas que deciden crear una nueva lengua incorporando palabras de una y de otra, escribiendo tal como se pronuncia." Sí, muchas combinaciones son posibles.

Pero si quieres seguir fiel a tu lengua de cuna... "A veces que echo de menos en español algunos recursos que ofrece la lengua alemana, sobre todo su enorme capacidad para conceptualizar —me explica Rosa Ribas—. En ocasiones al escribir la primera palabra que me viene a la mente es alemana; entonces la escribo en alemán para no perder el ritmo de escritura y después busco la correspondencia en español. La suelo encontrar, aunque en algunas ocasiones no he quedado del todo satisfecha. Dada la poca afinidad, rara vez se dan interferencias en el léxico, pero estas acechan en un nivel más profunda, la sintaxis." La conciencia de esos fenómenos la llevó a una forma de revisión de los textos "que en algunos momentos fue incluso algo paranoide. Ahora, por suerte, me he relajado".

Distante y... ¿distinto?

Aun siendo conscientes de las diferencias, nos ha parecido interesante plantearnos las mismas preguntas en términos españoles, y para ello hemos recurrido a dos autores, gallego uno, vasca la otra.

Agustín Fernández Paz lamenta la compleja situación sociolingüística que vive su lengua, critica a las élites políticas, económicas y mediáticas que, "con alguna excepción, tienen una actitud contraria al uso social del gallego", y la precariedad de oferta de libros en gallego, confinada en las librerías "a un espacio reducido que más parece una reserva india".

"Naturalmente —prosigue—, al funcionar gallego y castellano como dos lenguas en contacto, se producen interferencias lingüísticas entre una y otra. Fonéticas, léxicas, morfológicas y sintácticas. Esto me afecta, sobre todo en la lengua oral, más informal. En la lengua escrita, uno es más cuidadoso y procura evitar estas interferencias."

Asegura, no obstante, que, como creador, no nota la presión derivada de la situación socialmente minorizada del gallego. "Un escritor nunca es periférico, el centro del mundo siempre se encuentra en su mesa de trabajo. El proceso de creación no sabe de periferias, al igual que la lengua que usamos es siempre la herramienta idónea, a pesar de los problemas sociolingüísticos que pueda tener. Un escritor siempre trabaja desde el centro del mundo, su obra es siempre universal si hay la voluntad y la calidad para que así sea. Desde cualquier lugar donde escriba, desde la lengua en que lo haga, se dirige siempre la toda la humanidad".

De ahí que lamente que su pertenencia a una cultura socialmente estigmatizada, lleve aparejados problemas de visibilidad, tanto en la sociedad "como en la posibilidad de ser traducidos a otras lenguas y llegar así a los potenciales lectores de otros países del mundo". ¿En qué influye esto en la escritura? Pues en que "haya personas que aun queriéndonos leer no pueden, porque en el sistema educativo no desarrollaron esa competencia para leer en gallego. O que haya personas que pudiéndonos leer desprecian hacerlo, pues uno no se acerca con gusto a una lengua tildada de radical, de atrasada, de limitadora, de inútil, de impuesta, que son algunos de los calificativos que tenemos que oír".

La realidad en la que se mueve Mariasun Landa está emparentada, pero es diferente. Para ella, el trasiego entre el euskera y el castellano es una constante, casi todo lo que escribe es publicado alternativa o simultáneamente en ambos idiomas. Y ella misma se traduce.

Para responder a mis dudas, me remite el fragmento de una ponencia suya en la que reconoce que ciertas escrituras llevan las marcas y hasta los estigmas de un contexto de producción y recepción que debe ser considerado no tanto bilingüe como diglósico: "nos hemos educado y formado en la conjunción de dos lenguas en desequilibrio en cuanto a su prestigio, a sus usos escritos y académicos y hasta a su presunta literariedad".

Reivindica como voces propias tanto el vasco como el castellano, en su caso incluso el francés, y en tanto que tales, "hablan su propia lengua con soltura y espontaneidad. Igual no llegan a decir lo mismo, pero procuro que, cuando me traduzco, digan cosas equivalentes y sobre todo, procuro que sus palabras tiendan a producir un efecto parecido en el lector. Creo que eso es lo más importante".

Los hay que sostienen que la lengua es la única patria del escritor. Como el argentino Juan Gelman: "Todos pertenecemos al mundo y si una patria tengo es la lengua". No, les responde la alemana nacida rumana Herta Müller, "la lengua no es una patria". Y se remite a Jorge Semprún, quien decía que la patria del escritor no es la lengua, sino lo que se dice con ella.

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