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Volver a hacer los deberes: los cuadernillos de verano encuentran su público entre los adultos

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Las asignaturas pueden ser literatura, cine, deporte, lógica o caligrafía creativa. Y esos que echan mano del cuadernillo de vacaciones, en el sopor de la siesta, no son estudiantes rezagados o niños con un gran sentido de la responsabilidad, sino adultos hechos y derechos. Compran el Cuaderno de vacaciones para adultos de Blackie Books, que cumple su décimo aniversario, los Problemas de adultos de Rubio, reconvertido desde aquellos ejercicios de sumas y restas, o títulos como el fenómeno Destroza este diario, de Keri Smith. Por un momento, el móvil queda muy lejos y los largos veranos infantiles, un poquito más cerca.

Hace diez años que la editorial catalana Blackie Books lanzó su primer Cuaderno de vacaciones para adultos, que por entonces se llamaba simplemente Cuaderno Blackie Books. “Más de 100 horas de insólito aprendizaje”, anunciaba el sello, que presumía de sus adivinanzas, cuestionarios, jeroglíficos o sopas de letras sobre cine, música, actualidad, historia o literatura, en una fusión entre aquellos cuadernillos escolares y los libros de pasatiempos. “No teníamos ni idea de cómo se iba a recibir, y de hecho salió un verano más tarde de lo previsto porque no teníamos claro cómo tenía que ser”, explica Jan Martí, uno de sus editores. El principio sí estaba claro: “Queríamos apelar a la nostalgia de las Vacaciones Santillana Vacaciones Santillanaque habíamos hecho de pequeños. El caso era quitarles el elemento de trauma que todos asociábamos a esos cuadernillos y que en lugar de suponer un momento bajonero del verano fueran lo contrario: un momento de distracción”.

La cosa cuajó. Y cómo: desde 2011, acumulan más de 200.000 ejemplares vendidos a lo largo de nueve ediciones, hasta 25.000 ejemplares por edición, y el 16 de junio lanzan el cuadernillo número diez. A los mandos, los mismos dos locos que se atrevieron con aquel primer número: el ilustrador Cristóbal Fortúnez y periodista Daniel López Valle, más conocido como concursante de Saber y Ganar (y ahora por el cuaderno, claro). Los deberes que les ponen a sus lectores, y a menudo forofos del cuaderno, van desde identificar banderas de países extintos a reconocer canciones solo por la sinopsis de su contenido. Las ilustraciones de Fortúnez —aquí un Albert Rivera, allí un Chiquito de la Calzada, allá un Jordi Hurtado como viajero en el tiempo— contribuyen a crear su tono jocoso y un poquito millennial —pero de los millennials añosos—.

De la nostalgia y del espíritu millennial —ese sentirse derrotados por la vida pero escribir “jajajaj”— beben también los nuevos cuadernillos Rubio. La marca valenciana fundada en 1965 por Ramón Rubio sigue editando sus cuadernillos para que los niños practiquen operaciones matemáticas y caligrafía, pero también se dirigen a la generación anterior. Sus Problemas de adultos, un pack que aúna un volumen dedicado a “memoria y concentración” y otro a “cálculo y lógica” incluye ejercicios como adivinar los ingredientes de un margarita o completar varios dichos del refranero. No es la única serie pensada para los mayores: Entrena tu mente ha superado los cinco títulos, ofrecen también cuadernillos de caligrafía creativa o lettering y trabajan también en una colección dedicada a la estimulación cognitiva en procesos terapéuticos.

Y Blackie Books también se encamina a ampliar el rango de edad, ya crecidito, de sus cuadernos: el 23 de junio lanzan la versión Golden de su cuaderno de vacaciones, pensada para los padres de quienes compran desde hace años sus particulares deberes de vacaciones. El proyecto surgió de manera natural: cuando los propios editores y autores volvían a casa en vacaciones, veían que no podían compartir los cuadernillos con sus progenitores, porque había “referentes o incluso tamaños de letra y tipos de humor que son más generacionales” y que no les llamaban. Entonces empezaron a pensar en cómo la de sus padres es “una generación a la que apelan ya solo productos médicos, planes de pensiones o cosas de colesterol, y nadie parece preocuparse por que compartan grandes momentos con sus amigos o por que puedan seguir aprendiendo y enseñándonos cosas”. Durante un año han trabajado en un cuaderno Chicas de oro que “sin paternalismo” sí pueda llegar a aquellos lectores que se sentían expulsados, por edad, del Cuaderno Blackie habitual. Se han mantenido en este caso las ilustraciones de Cristóbal Fortúnez, que da a las dos series un evidente aire de familia, pero la autora es en este caso María López Villodres. El texto ha pasado, cuenta Jan Martí, por el riguroso control de un nutrido grupo de beta testers, entre padres y suegros de los implicados.

Aunque cualquiera de estos cuadernillos podría comprarse y hacerse en cualquier momento del año, la nostalgia pesa demasiado. Los cuadernillos de Rubio son un producto estacional. En Blackie Books trataron infructuosamente de alargar la vida del cuadernillo más allá de septiembre, pero fue imposible, así que optaron por sacar partido de otra estacionalidad, la invernal, con un Cuaderno de invierno estrenado en 2020. Martí asegura que esto tiene que ver con los recuerdos infantiles, sí, pero también con que solo en el “mood vital” veraniego puede uno alejarse “de la rutina diabólica del capitalismo y la precariedad extrema que estamos viviendo” y permitirse “estas píldoras de diversión y aprendizaje”. Sin embargo, otros proyectos no tan distintos han logrado trascender la dictadura veraniega, e incluso la del comienzo del año escolar o la del comienzo del año natural, grandes momentos de agendas, cuadernos y libros interactivos para adultos en general.

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Es el caso de Destroza este diario, de la artista plástica canadiense Keri Smith. Publicado en el inglés original en 2007 (Penguin lo reeditaría en 2012, convirtiéndolo en un éxito masivo), Paidós publicaría la versión española en 2013. La autora llama a sus lectores “usuarios”, ya que en realidad la tarea de leer, en este libro, es muy limitada: el diario propone pequeños deberes que pueden ser reinterpretados por el usuario usuariode diversas formas, y que van desde “deja esta página en blanco” y “colorea esta página” a “agujerea esta página con un lápiz” o “quema esta página”. Keri Smith llama “destrucción creativa” a este “hábito de probar cosas nuevas”. Parece funcionar: Destroza este diario ha vendido 600.000 ejemplares en España y más de 7 millones en todo el mundo. El buen recibimiento del libro ha hecho que se editen varias ediciones del libro con distintas portadas —para coleccionistas—, además de una versión a todo color.

El recorrido generacional del libro ha sido distinto del de los cuadernillos mencionados. “Iba dirigido al público adulto, era una reflexión sobre la creación, sobre la destrucción y sobre la libertad”, explica Sergi Soliva, editor de Paidós. Pero eso no ha impedido que sea enormemente popular entre el público infantil, seducido por las propuestas gamberras de la autora. “Ya seas adulto, niño, joven o adolescente, cada vez que empiezas uno es distinto. Y cada lector se marca su objetivo y tiene un viaje”. Un viaje lejos de las pantallas. Cuando el libro se publicó por primera vez, nadie tenía un móvil con acceso a Internet. Cuando se publicó en español, los smartphones se iban extendiendo cada vez más, pero el consumo de aplicaciones y redes estaba lejos aún del actual. Quienes lo compraron entonces, dice Soliva, no estaban pensando en desconectar también del móvil. El lector actual sí.

Ninguno de los libros mencionados tiene versión digital —¿qué sentido tendría?, se preguntan los editores—, y a mucha honra.

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