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Abengoa se desangra sin respuesta sindical

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Cuando José María González entró a trabajar en Abengoa como ingeniero de proyectos, no imaginaba que cuatro años después se encontraría, en una lluviosa tarde sevillana, tras una pancarta en la que puede leerse: "Respeto-Dignidad-Empleo". Abengoa fue, durante la década pasada y en parte hasta su espectacular desplome a finales de 2015 arrastrada por una deuda de miles de millones de euros, la empresa estelar la ciudad, esperanzador destino profesional y, sobre todo, emblema de la economía andaluza con marchamo de modernidad por su actividad en los campos del medio ambiente y la energía. Pero todo eso acabó. La compañía, sacudida por profundos problemas financieros, traumas internos y escándalos judiciales, ha logrado evitar la quiebra, pero ahora lucha por enderezar el rumbo mientras se produce una merma drástica de su plantilla, desmoralizada y carente de fuerza sindical para oponer resistencia. Palmas Altas, la emblemática y espectacular sede sevillana, pierde fuerza laboral a raudales.

"Venimos a pedir que alguien externo ayude, porque con lo que está haciendo la empresa no salimos de esta situación", afirma González, de 35 años, que se ha convertido en presidente del comité de empresa de Abeinsa EPC, una de las decenas de filiales de las que se compone Abengoa, concretamente dedicada a infraestructuras. Unas cien personas se arraciman en la Plaza Nueva de Sevilla, en la primera concentración reivindicativa de la plantilla destinada a llamar la atención y hacerse oír en el centro de la ciudad. Y no todos trabajan en Abengoa; hay también extrabajadores que van a arrimar el hombro. González admite que muchos piensan que acudir a este tipo de concentraciones puede traer "consecuencias negativas". No hay cánticos, ni ruido. Es –parece una contradicción– una manifestación discreta. Abundan las caras de preocupación. Se alzan unas pocas pancartas. Una dice "ERTE=ERE encubierto" y otra "Polo dimisión".

Álvaro Polo es director de Recursos Humanos de Abengoa desde 2003. Una joven, salida de la compañía hace seis meses, dice: "Es increíble que yo esté fuera y Polo esté dentro, con lo que ha llovido". No quiere decir su nombre. El "con lo que ha llovido" se refiere al histórico clima de control y represión en Palmas Altas, emblemática sede de la compañía en Sevilla, conocida maliciosamente como "Palmatraz". "Últimamente la gestión de recursos humanos ha cambiado un poco, fruto del trabajo del comité", señala González. Pero sigue siendo un entorno de trabajo con ambiente de tensión y suspicacias, según todos los trabajadores consultados.

UGT admite "miedo" a la actividad sindical

Casi nadie quiere dar su nombre. De hecho, ya es un cambio que el presidente del comité de Abeinsa EPC acepte hablar identificándose. "Es una empresa en la que ha habido mucha represión. Yo tuve que acudir a UGT clandestinamente. No había habido nunca comité", explica González. La cultura sindical en la empresa era nula. Durante meses, los integrantes de los distintos comités en Sevilla preferían que no se publicaran sus nombres y, por supuesto, no hacían declaraciones. UGT, el sindicato ganador en los procesos electorales tras la declaración del preconcurso de acreedores, también optó por una discreción casi absoluta. "Hay miedo a la actividad sindical", afirmó durante la fase más aguda de la crisis de la compañía Juan Bautista Ginés, secretario general de UGT de Sevilla.

Una decisión del comité de Abeinsa EPC, en boca de González, da idea del ambiente interno en Abengoa en plena sangría laboral. "Acabamos de cerrar un ERE y un ERTE de 160 personas, con salidas de hasta 15 meses en las suspensiones. Legalmente entre los miembros del comité no debería haber afectados, pero hemos sido los del comité los que hemos decidido entrar. De 13 miembros del comité, hay 12 en alguno de los expedientes", explica. ¿Y por qué? Porque el comité genera suspicacias en una plantilla en la que abundan los profesionales de perfil medio-alto y escasea la conciencia sindical. "No queremos que la gente piense que nos queremos beneficiar de estar en el comité", resume González con gesto comprensivo. En los aledaños de la concentración un trabajador treintañero, actualmente suspendido en un ERTE, afirma cuando se le cuenta esta decisión del comité: "¿Eso te ha dicho? Pff, no lo sabía. Hacen [la empresa] con nosotros lo que quieren".

"De golpe es muy complicado que la cultura sindical se instaure de manera total. No es una empresa acostumbrada a tratar con comités en reuniones trimestrales, reuniones de seguridad y salud... Vamos paso a paso", explica Manuel Ponce, responsable de metal, construcción y afines de UGT Sevilla, que considera a Abengoa "poco transparente". "En la actual situación, la plantilla piensa que no hay futuro, porque la empresa no está apostando por proyectos que la saquen de esta situación. El mejor patrimonio que tiene la empresa son los trabajadores, que desde luego no son los culpables de lo que ha pasado", añade Ponce, que considera digno de agradecimiento el papel de los comités de empresa en circunstancias tan complicadas. 

Pérdida del 21% del empleo en España en un año

En precarias condiciones, con temor a que sus compañeros crean que están en el comité para buscar beneficio propio, se desarrolla la actividad sindical en Abengoa, donde se ha desatado una tormenta laboral perfecta. Tras meses con la información saliendo de la compañía a cuentagotas de fuentes informales, la empresa al menos ha empezado a abrir el grifo a los periodistas que preguntan, aunque sigue guardando muchas respuestas. Algunos datos ilustran la sangría de empleo: la compañía a nivel mundial contaba al cierre de 2016 con 16.000 empleados, frente a 21.000 finales de 2015. Abengoa no aclara cuál el fue el máximo número de trabajadores que la empresa llegó a tener, cifra que diversos trabajadores estiman alrededor de 30.000. En España, la compañía no concreta datos, limitándose a señalar que la reducción de la plantilla ha sido del 21%, "casi la mitad por bajas voluntarias y el resto entre vencimientos de contrato y medidas de ajuste".

Palmas Altas luce igual de espectacular por fuera, con sus enormes fachadas acristaladas. Pero el interior, por muy bañado de luz natural que esté, languidece. Algunos trabajadores calculan que en el conjunto de edificios eficientes diseñado por Richard Rogers, que supuso una inversión de más de 130 millones de euros, se ha pasado de 4.000 a poco más de mil empleos. La empresa dice que "nunca ha habido 4.000 trabajadores en Palmas Altas" y ofrece un dato: a lo largo de 2016 se pasó de 2.328 a 1.630 empleados. "Si exceptuamos el traslado a otros centros de trabajo que Abengoa tiene en Sevilla, como es el caso de Torrecuéllar, y el efecto subrogación [trabajadores que se han incorporado a la plantilla de las empresas a las que Abengoa está vendiendo filiales dentro de su plan de desinversión], la reducción ha sido del 16%. Las salidas por decisión propia han tenido especial impacto en su sede, representando el 65% de la reducción mencionada", afirma la compañía. Entre estas salidas por decisión propia no todas son estrictamente voluntarias: la plantilla ha sufrido desde 2015 un ambiente de tensión, con impagos, incertidumbres, un goteo incesante de salidas... Muchos han arrojado la toalla. UGT, por su parte, insiste en que Palmas Altas ha perdido más de la mitad de trabajadores en un año.

'Annus horribilis', pero sin quiebra

¿Qué le pasó a Abengoa? Según Rafael Salgueiro, profesor de Organización de Empresas en la Universidad de Sevilla, el detonante del estruendoso preconcurso de acreedores de noviembre de 2015 fueron las pérdidas de septiembre de 2015, aunque los problemas se venían incubando desde años atrás. El descenso de los márgenes de los biocombustibles, según Salgueiro, fue un golpe muy duro para la compañía, que además acumuló un enorme riesgo con las desaladoras y las plantas termosoloares. A diferencia de la ingeniería y la construcción para terceros –áreas en las que la empresa se está centrando ahora–, con aquellas nuevas actividades Abengoa sí construyó para sí misma, multiplicando las amenazas para sus balances. El resultado, en palabras de Salgueiro, fue "un negocio cuyo cash flow no era capaz de soportar el servicio de la deuda".

Abengoa salió del IBEX 35 a la velocidad del rayo y comenzó su annus horribilis, del que finalmente la compañía ha logrado salir viva, pese al entorno adverso, con un plan de rescate financiero de 1.170 millones de euros. No se ha producido la temida quiebra, que hubiera sido la mayor de la historia empresarial española. Su junta extraordinaria de accionistas de noviembre, considerada la "refundación" de la compañía en base a un duro plan de reestructuración, supuso la llegada a la presidencia del consejo de administración de Gonzalo Urquijo. Los antiguos accionistas han visto reducida su cuota, conforme crecía exponencialmente la de los acreedores y nuevos financiadores.

La compañía muestra cierto optimismo y estima que el acuerdo de reestructuración financiera alcanzado con sus acreedores tendrá un impacto positivo en el resultado y patrimonio consolidado de la compañía de entre 6.000 y 6.500 millones de euros.

La dirección mengua un 33%; la plantilla, un 26%

La plantilla, a tenor de las impresiones recabadas por infoLibre, no observa con entusiasmo ni optimismo la nueva situación, pese a haberse evitado la quiebra. Arturo da Silva, miembro del comité de empresa de Abeinsa Engineering, de 46 años y tras cuatro trabajando en la empresa, reparte a los paseantes información muy dura con la gestión de la empresa. "Más de un año viviendo despidos [...] mientras se abonan indemnizaciones millonarias y se producen subidas de sueldos de directivos. Meses sufriendo una sucesión de expedientes de regulación de empleo con míseras e injustas condiciones. [...] No aceptamos las políticas abusivas de recursos humanos basadas en el miedo, la coacción y la desinformación", decía. Como miembro del comité, dice, lo "dejan trabajar". "Pero no cumplen", añade.

Abengoa afirma que durante el año 2016 la estructura directiva se ha reducido un 33%, aunque no ofrece más precisiones. En términos totales la plantilla de Abengoa se ha reducido en el mismo periodo un 26%, según datos de la empresa. "No ha habido ni contratos blindados ni subidas de sueldo, a lo más podemos encontrar algún cambio de condiciones por un cambio de responsabilidad, pero lo que sí es cierto es que el senior management de la compañía no cobrará ningún bonus por años pasados como sí será el caso del resto de la plantilla", que percibirá el bonus de 2015, asegura un portavoz de Abengoa.

Procesos judiciales

"Lo peor", afirma Óscar López, de Abeinsa Engineering, es que "no informan de nada al comité". "Hay mucha oscuridad. No dicen nada. Parece que tenemos que dar las gracias por tener trabajo y ya está", apunta González, de Abeinsa EPC. Términos como "refundación", "plan de viabilidad", "plan de reestructuración" o "programa de desinversiones" suenan a los trabajadores como artificios, cáscaras vacías para vender la idea de que la situación está bajo control. Su angustia se acentúa ante la sucesión de escándalos, rumores y noticias preocupantes. Abengoa no es una empresa normal en una situación normal. La Fiscalía pide cinco años de cárcel para el expresidente, Felipe Benjumea, por adjudicarse una indemnización millonaria poco antes del preconcurso de acreedores. La Audiencia Nacional investiga como imputados a los consejeros de 2015. Las cifras de pérdidas en 2016 siguen siendo milmillonarias. La empresa no se desembaraza del estigma de espacio de encuentro entre intereses privados e influencias políticas. Y mientras tanto, fuentes anónimas sitúan periódicamente en la prensa económica el mensaje de que aún queda un duro ajuste por hacer. 

Esta permanente convulsión golpea a una empresa sacudida por drásticas regulaciones en Abeinsa, Inabensa (ingeniería y construcción industrial), Abengoa Research (investigación), Abengoa Solar... Ericsson se ha quedado con Abentel (telecomunicaciones), mientras Abengoa vendía líneas y plantas –de etanol, de bioenergía...– en todo el mundo dentro de su plan de desinversiones. La compañía niega, en contra de lo que sostienen algunos trabajadores, que se estén vendiendo los activos más valiosos y rentables para hacer caja en un momento de dificultad, lo cual sería una condena para el futuro. "La compañía está siguiendo el plan de viabilidad, que pasa por centrarse en una serie de actividades y dejar otras. Evidentemente, de las actividades por las que apuesta se piensa que tienen la rentabilidad necesaria para hacer de Abengoa una compañía viable", señalan desde la empresa, que resalta que en las negociaciones de venta está haciendo especial esfuerzo en la preservación del empleo mediante la subrogación.

Manuel Ponce, de UGT, denuncia la existencia de "discriminaciones" entre trabajadores rasos y directivos. Aunque la empresa no les proporciona los datos, asegura que es "muy probable" que los directivos que estaban fuera de convenio estén saliendo "por más de 20 días por año trabajado", que es lo que se está pagando a la mayoría de despedidos. 

Cuando José María González entró a trabajar en Abengoa como ingeniero de proyectos, no imaginaba que cuatro años después se encontraría, en una lluviosa tarde sevillana, tras una pancarta en la que puede leerse: "Respeto-Dignidad-Empleo". Abengoa fue, durante la década pasada y en parte hasta su espectacular desplome a finales de 2015 arrastrada por una deuda de miles de millones de euros, la empresa estelar la ciudad, esperanzador destino profesional y, sobre todo, emblema de la economía andaluza con marchamo de modernidad por su actividad en los campos del medio ambiente y la energía. Pero todo eso acabó. La compañía, sacudida por profundos problemas financieros, traumas internos y escándalos judiciales, ha logrado evitar la quiebra, pero ahora lucha por enderezar el rumbo mientras se produce una merma drástica de su plantilla, desmoralizada y carente de fuerza sindical para oponer resistencia. Palmas Altas, la emblemática y espectacular sede sevillana, pierde fuerza laboral a raudales.

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