El BCE ve “improbable” que los salarios aviven la espiral de precios porque seguirán por debajo de la inflación

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La crisis energética y de precios han infligido una fuerte pérdida de poder adquisitivo a los ciudadanos, además de reducir la participación del trabajo en las rentas nacionales, fruto a su vez de la prolongada “erosión” del poder de negociación de los asalariados y la cada vez menor densidad sindical. Los salarios reales –recortados por la inflación– han caído un 5% desde el tercer trimestre de 2021 y los hogares más afectados por ese mordisco han sido los de ingresos más bajos, que la sufren el doble que las rentas más altas. Mientras, las empresas han aumentado “notablemente” sus beneficios, en algunos sectores como la hostelería y el transporte incluso casi un 20%, más del doble de lo que lo han hecho salarios nominales y las facturas energéticas.

El discurso podría ser el de muchos sindicalistas estos días, pero las frases forman parte del discurso que Isabel Schnabel, representante alemana en el comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE) y uno de los considerados halcones de la institución, pronunció en A Toxa (Pontevedra) la semana pasada en el Foro Vínculo Atlántico. El diagnóstico de la coyuntura económica no difiere del que repiten buena parte de los expertos, con quienes incluso coincide en las causas, pero el tratamiento que receta la alemana se aleja del que suscribirían muchos de ellos: un “control robusto” de la política monetaria, con “nuevas subidas de los tipos de interés”. Aunque Europa caiga en la recesión, según refrendaron algunos miembros del consejo de gobierno del BCE en su última reunión sobre política monetaria, los días 7 y 8 de septiembre.

En cualquier caso, la secuencia es clara. Isabel Schnabel apoyó su discurso en estudios elaborados por el BCE que se apoyan en las estadísticas de Eurostat. Como los salarios nominales no están subiendo al mismo ritmo que los precios, los salarios reales han caído un 5% en la UE desde el final de 2021, antes de que Rusia invadiera Ucrania. Ese recorte ha reducido el porcentaje que los salarios representan en la renta de los países. A esa menor participación ha contribuido también el debilitamiento del poder de negociación de los trabajadores frente a las empresas. Y tal pérdida se debe, a su vez, a la cada vez menor “densidad sindical” europea.

En España la merma de poder de negociación de los trabajadores fue provocada por la reforma laboral de 2012, que dio un vuelco a la negociación colectiva, revertida en la que se aprobó en diciembre de 2021. La densidad sindical, medida como el número de trabajadores sindicales respecto al total, lleva tiempo reduciéndose: según las estadísticas de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), en 2019 era sólo del 12,4%, una de las más bajas de la UE, donde la media tampoco es muy alta, no llega al 20%, cuando al final de los años 70 superaba el 70%. Los países con mayor número de afiliados sindicales son los nórdicos, con el 67% en Dinamarca, el 65,2% en Suecia o el 58,8% en Finlandia. Por lo que se refiere a la participación de los salarios en la renta nacional, la media europea se sitúa en el 55%, cuando a finales de los 70 era más de 10 puntos superior, de acuerdo con los datos aportados por Schnabel. La española, medida con el PIB de 2021, alcanza el 37%.

Comparación con la crisis energética de los años 70

Estas variables difieren en mucho de las que caracterizaron la crisis energética de los años 70, destacó también la economista alemana. El BCE compara ambos periodos en uno de sus últimos boletines económicos: entonces los salarios reales crecieron considerablemente, al igual que hizo la participación de las rentas salariales en la total. Y eso que en el primer trimestre de este año se produjo la mayor caída en la relación real de intercambio –la diferencia entre el precio de las exportaciones y las importaciones, lastradas por la escalada de la energía– en 40 años, lo que redujo la renta interna en 1,6 puntos porcentuales del PIB entre el segundo trimestre de 2021 y el primero de 2022, pero esa caída equivale sólo a una tercera parte de la perdida en la crisis del petróleo del pasado siglo.

El primer efecto de unos salarios que no consiguen recuperarse del golpe de la inflación va a ser, dice el BCE, “una notable desaceleración del consumo privado, que se refleja en el mínimo histórico en que se ha hundido la confianza de los consumidores este mes de septiembre. En la UE ha caído casi 20 puntos desde diciembre de 2021; en España, cerca de 18 puntos.

Mientras, en cambio, los beneficios de “un amplio abanico de empresas”, dice Schnabel, han crecido de forma notable, incluso en los sectores más afectados por las restricciones de la pandemia por el carácter físico de su negocio. Han ganado mucho porque los costes laborales han caído, pero no han trasladado esa reducción a los precios, sino que están “protegiendo sus márgenes de los mayores costes energéticos”. De hecho, muchas empresas han aumentado sus precios por encima de lo que han subido los salarios nominales e “incluso por encima de lo que lo han hecho los costes de la energía”. En concreto, Isabel Schnabel citó la hostelería y el transporte, donde los beneficios han crecido casi un 20% desde el estallido del covid, más del doble que los salarios. Igualmente han aumentado más los beneficios que los sueldos en la agricultura, la industria, la construcción y las empresas energéticas.

También en este aspecto la crisis actual se está comportando de forma muy distinta a la de los años 70, porque entonces los beneficios cayeron. El BCE atribuye las ganancias disparadas actuales a la liberación de la demanda reprimida durante la pandemia.

Desesperación y desigualdad

Isabel Schnabel reconoce que, si los salarios reales siguen disminuyendo al ritmo actual, la drástica pérdida de poder adquisitivo ocasionará “dificultades económicas y desesperación”. Pero cree que, si los sueldos suben, “la inflación puede convertirse en algo endémico”. En ambos supuestos, aumentarán la desigualdad y la erosión de las instituciones democráticas. Por eso, recomienda a los gobiernos que apliquen ayudas “selectivas” para paliar la pérdida de poder adquisitivo, porque las generalizadas estimulan la demanda y, por tanto, elevan el riesgo de inflación. También alerta ante las subidas de salarios nominales, que se están extendiendo en la UE en los últimos meses y alcanzan, según destaca, cotas inéditas desde 1999. Aunque no es el caso de España, donde las mejoras pactadas en convenio siguen siendo moderadas –el 2,6% hasta agosto, ocho puntos por debajo de la inflación– y la negociación del acuerdo marco de salarios quedó bloqueada en mayo. En la única mención que hizo a España, la economista alemana señaló el “creciente” número de convenios que se indexan a la inflación. Con cláusula de revisión sólo están registrados el 14,4% de los convenios, cuando en 2011 eran más del doble, el 34,1%. En la zona euro, únicamente el 3% de los trabajadores tienen sus salarios indexados automáticamente a la inflación, según datos del propio BCE.

De todos modos, Schnabel considera “improbable” que los salarios provoquen una espiral de inflación, los efectos de segunda ronda que la retroalimentan. Porque tantos los salarios reales como los costes laborales han caído en todos los sectores entre el cuarto trimestre de 2019 y el segundo de 2022. Es más, ve como “lo más probable” que los salarios reales sigan descendiendo, al igual que la participación del trabajo en las rentas nacionales. También lo creen los hogares que, según las encuestas del BCE, prevén que sus salarios reales caigan un 6% en los próximos 12 meses. Un pronóstico que también comparte el Fondo Monetario Internacional (FMI). A su juicio, los riesgos de que aparezca una espiral inflacionistas están contenidosno sólo porque las perturbaciones subyacentes de la inflación proceden de fuera del mercado laboral, sino también porque el descenso de los salarios reales contribuye a reducir las presiones sobre los precios. En España, según la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AiREF), los salarios reales se han reducido un 6% en el primer trimestre de este año, superando incluso el recorte que sufrieron en el cuarto trimestre de 2012, en la peor fase de la anterior crisis, cuando se contrajeron un 5,2%.

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De nuevo en este caso, la crisis actual difiere de los años 70. Según el BCE, los efectos de segunda ronda comenzaron a notarse medio año después del corte en la oferta de petróleo, y los causantes fueron los salarios y, un año después, los beneficios. El impacto, añade, fue elevado y persistente. En cambio, ahora, ha sido temprano, pero reducido y no han intervenido los salarios ni los beneficios.

Ante la incertidumbre, subida de tipos contundente

Aun así, Isabel Schnabel recomienda nuevas subidas de tipos ante la “incertidumbre”. El BCE aprobó un primer aumento, de 0,75 puntos, el pasado 8 de septiembre, y está previsto un segundo tirón en la misma cuantía para el próximo 27 de octubre. La alemana duda de que la desaceleración de la demanda –menos consumo– inducida por los elevados precios reduzca por sí sola la necesidad de acudir a la política monetaria. Cree que también se verá dañada la oferta, por los recortes de producción originados por los costes de la energía y por las medidas de ahorro energético. Y que la productividad crecerá con demasiada lentitud. Por dos motivos. El primero, la escasez de mano de obra, que ya se está notando incluso en España en algunos sectores como la hostelería, pese a la tasa de paro del 12,4%, una de las más elevadas de la UE. El segundo, la protección frente a las quiebras que han supuesto en toda Europa los mecanismos públicos del tipo ERTE. Schnabel reconoce su “éxito”, pero les culpa de la caída de la productividad que inducen al impedir que se haya puesto en marcha “un proceso de destrucción creativa schumpeteriano: o las empresas se adaptan a los cambios o mueren.

Además, la economista alemana piensa que el BCE tiene margen para seguir subiendo tipos de interés, porque las empresas aún no sufren restricciones financieras. Así, aseguró en A Toxa que los préstamos a empresas aumentaron este verano mientras, además, éstas seguían contratando trabajadores. Ya lo dijo el consejo de gobierno del BCE en la reunión previa a la subida de tipos del pasado septiembre: “La respuesta a las desviaciones al alza del objetivo del BCE debería ser tan contundente como lo fue cuando la inflación era demasiado baja”.

La crisis energética y de precios han infligido una fuerte pérdida de poder adquisitivo a los ciudadanos, además de reducir la participación del trabajo en las rentas nacionales, fruto a su vez de la prolongada “erosión” del poder de negociación de los asalariados y la cada vez menor densidad sindical. Los salarios reales –recortados por la inflación– han caído un 5% desde el tercer trimestre de 2021 y los hogares más afectados por ese mordisco han sido los de ingresos más bajos, que la sufren el doble que las rentas más altas. Mientras, las empresas han aumentado “notablemente” sus beneficios, en algunos sectores como la hostelería y el transporte incluso casi un 20%, más del doble de lo que lo han hecho salarios nominales y las facturas energéticas.

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