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Dejarse la piel

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Cristina Roca

Cuando se cuenta la historia de Ubrique (Cádiz), la película suele tener un final feliz: hacia el año 2003 las marcas de moda deslocalizaron su producción a Asia en busca de mano de obra barata para volver al cabo de unos años a este pueblo gaditano de tradición peletera, que recuperó así la prosperidad en una época en la que el resto del país se hundía poco a poco en una profunda crisis económica.

Pero esta success story tiene un lado oscuro del que nunca se habla. Casi diez años después del regreso de las marcas de moda, el sector de la piel de Ubrique sigue prosperando, pero las mejoras laborales avanzan a un paso mucho más lento. Los artesanos de la piel tienen tanto miedo a quedarse sin trabajo que se someten a condiciones de explotación laboral que en muchos casos conlleva trabajar en negro.

En Ubrique, la artesanía de la piel es una tradición secular. Hoy este pueblo de 16.700 habitantes se ha convertido en sinónimo de la más alta calidad artesana y atrae a muchas casas de moda de lujo, como Dior o Louis Vuitton. Según José Pulido, presidente de la asociación local de empresarios del sector de la piel (Empiel), hacia el año 2003 las marcas de moda dieron la espalda a Ubrique en beneficio de los países asiáticos, donde la mano de obra era más barata. Pero, como explica el propio Pulido, con el tiempo las marcas de moda comprendieron que encargar la confección de sus productos a empresas de Ubrique les compensa, ya que estas les garantizan tanto la calidad del producto final como el secreto de sus diseños —un aspecto primordial para las marcas de lujo, cuyos fabricantes asiáticos inundaban el mercado de copias fraudulentas—.

Además, con la crisis económica, los países asiáticos se convirtieron en los mayores consumidores de artículos de lujo. Y la clientela asiática “no quiere Chanel fabricado en China”, afirma Pulido: cuando compran un bolso de varios miles de euros, los clientes asiáticos quieren que el “made in” evoque el glamour y la tradición artesana de los países europeos. Así fue como, a partir del año 2008, las marcas de lujo volvieron poco a poco a confiar en las empresas de Ubrique. Hoy, el sector representa, incluidos los pueblos vecinos que aportan gran parte de la producción, unos 5.000 empleos según datos de Empiel.

En Ubrique, donde es rara la familia que no tenga al menos a uno de sus miembros trabajando en el sector, los años posteriores a la huida de las marcas de moda fueron duros. Muchos trabajadores se marcharon a la Costa del Sol, donde entonces había trabajo en la construcción. “No fue fácil”, cuenta un trabajador. “Ubrique quedó muy vacío”. En 2002, Ubrique tenía casi 800 habitantes más que ahora.

Miguel López fue uno de los muchos que perdieron su trabajo durante esos años. Por primera vez desde que entró en una fábrica de peletería con once años y medio, y a pocos años de la jubilación, no consiguió encontrar otro trabajo. Decidió jubilarse anticipadamente, prefiriendo “una miseria de pensión” a caer en la economía sumergida. Según López, fueron muchos los que tuvieron que jubilarse o sobrevivir trabajando en negro durante esos años.

Economía sumergida

Pero lo cierto es que la economía sumergida, lejos de ser un síntoma pasajero de la crisis, se ha convertido en un rasgo permanente del paisaje laboral de Ubrique. Al igual que la información confidencial de las marcas de moda, que según Pulido todos conocen pero protegen de las miradas indiscretas, la economía sumergida es un secreto a voces en Ubrique. Aunque los trabajadores no participen directamente, “son reacios a hablar porque todos tienen un familiar o un amigo en esa situación”, explica José Antonio Luque de UGT de Cádiz.

Aquí siempre ha sido la costumbre llevarse trabajo a casa o que al artesano le ayude su mujer en casa unas horas al día. Es lo que se ha hecho desde siempre, afirma López.

Y esto es, más o menos, lo que sigue ocurriendo. Hay también parados e incluso jubilados trabajando en negro. Un artesano que pidió anonimato asegura que la economía sumergida representa gran parte de la producción: “Se ha hablado del 25%, pero yo creo que es más”. También hay que tener en cuenta, afirma, que en muchos casos a los trabajadores no se les declaran todas las horas trabajadas.

Las estadísticas oficiales le dan la razón. Fernando Gutiérrez, secretario de Asefma (la Asociación Española de Fabricantes de Marroquinería), y Pulido hablan de pleno empleo en el sector y dicen que el paro en Ubrique asciende más o menos al 10% —¡todo un paraíso en comparación con el resto de la provincia!—. Aunque esta cifra puede que refleje la tasa de ocupación real en Ubrique, lo cierto es que en marzo de este año había 2.641 parados y 4.967 afiliados a la Seguridad Social, según datos oficiales del Sepe. Partiendo de la base de que la población activa equivale a la suma de parados y afiliados, la tasa del paro oficial en Ubrique se sitúa en el 35,7%.

En conversación con infoLibre, Juan Enrique Gutiérrez, secretario de Empiel, señaló que marzo es temporada baja y que es normal que haya más paro, y que seguramente en agosto o Navidad, en temporada alta, ya no habría discrepancias. Pero cuando la periodista indicó a Gutiérrez que los datos de diciembre de 2016 eran muy semejantes a los de marzo de 2017 (2.643 parados y 4.795 afiliados), respondió que desconocía el motivo y que carecía de datos precisos.

Esta discrepancia se explica por el hecho de que parte de la producción se está haciendo fuera de las fábricas, afirma Eugenio Santa-Bárbara, el jefe de la Inspección de Cádiz.

El mismo artesano que quiso mantener el anonimato asegura que algunas empresas llegan a obligar a los trabajadores a llevarse parte del trabajo a casa, algo que quienes  sólo conocen este oficio a menudo no tienen más opción que aceptar.

La situación tampoco es mucho mejor para los que no se ven obligados a trabajar en negro: las jornadas de 11 horas (desde las 8 de la mañana a las 8 de la tarde) son la norma, pese a que en septiembre del año pasado se firmó un convenio para los trabajadores del sector que prevé 40 horas de trabajo semanal. Es “imposible” salir antes de las ocho, asegura este artesano: la empresa no lo permite. Ahora, pasados los cincuenta, se queja de que llega al jueves “reventado”.

  Las empresas se pasan a los trabajadores como pelotas “con el fin de que no acumulen un año trabajando, porque entonces les tienen que hacer el contrato indefinido”

También hay mucha precariedad. Según Jesús Serrano, secretario general de Industria de CCOO de Cádiz, ahora mismo sólo un 20% de los contratos son fijos. Según los datos del Sepe, este pasado mes de marzo se registraron 519 contrataciones en Ubrique. De estas, 494 (es decir, el 95%) son contratos temporales. Serrano cuenta que muchas veces las empresas se pasan a los trabajadores como pelotas “con el fin de que no acumulen un año trabajando en una empresa, porque entonces les tienen que hacer el contrato indefinido”. El artesano que habló anónimamente para este reportaje es uno de los muchos que, pese a llevar dos años en el mismo trabajo, sigue con un contrato eventual.

Pulido describe la situación como de “mucha movilidad laboral”, aunque para él es algo positivo, ya que las empresas "tienen que ser como un acordeón” para adaptarse a los picos y valles de la demanda.

En efecto, el sector de la piel se caracteriza por una oferta laboral con muchos altibajos que fluctúa en función de los pedidos de las marcas de moda, de las que “dependemos al 100%”, confirma el artesano.

Lo cierto es que en estas condiciones es difícil erradicar la precariedad laboral, que condena a los trabajadores a una incertidumbre perpetua. No es sólo la tradición, pues, la que hace que los ubriqueños trabajen tan duro. Es sobre todo el miedo a encontrarse sin trabajo.

“Todo vale”

“Después de todo lo que hemos pasado por la crisis, todo vale”, cuenta el artesano, incluso en épocas de vacas gordas.

Fueron varios los trabajadores que se negaron a responder a las preguntas de infoLibre, por mucho que se les garantizase el anonimato. Nadie quiere ver su nombre aparecer en un artículo que denuncia las condiciones laborales en el pueblo.

“No quiero perder mi trabajo”, cuenta el artesano que sí habló de forma anónima. “Fuera de Ubrique no nos entienden, pero dependemos tantísimo del sector...”.

Juan Enrique Gutiérrez comentó en la revista de El País que “el coste de la mano de obra para un bolso fabricado en el pueblo asciende al 40% del precio final del artículo, pero las casas de lujo entienden que pagan por habilidad”. Cuando se le pregunta cuánto puede cobrar un artesano por un bolso de lujo, Gutiérrez no quiere dar cifras. Alega que ello depende de muchos factores.

Según el artesano consultado por este periódico, montar un bolso de marcas como Loewe, cuyo precio puede ser de varios miles de euros, le puede llevar a un trabajador entre seis y siete horas en total. Si al trabajador se le paga por pieza, como es muy habitual, cobrará entre 20 y 25 euros por bolso, es decir, muchísimo menos del 40% del precio de venta de cualquier bolso de esa gama.

Aunque las marcas de moda valoran la calidad que garantiza Ubrique, todo es negocio. Regresaron, pero sin “ninguna garantía” de quedarse: negocian agresivamente con los empresarios, y vienen y se van según los precios que pueden conseguir, cuenta el artesano.

El convenio de los trabajadores de la piel, pactado por CCOO, UGT y Empiel, incluye tablas salariales para cada categoría de artesano. Según Luque, si bien hay empresas que cumplen con lo estipulado en el convenio, otras pagan sueldos inferiores a los convenidos o no pagan las horas extra.

Los salarios no cumplen el convenio, afirma Serrano. Dice que las empresas pagan menos y luego les ofrecen a los trabajadores más trabajo para llevarse a casa: 300 bolsos por 600 euros más, por ejemplo. En esos casos, en casa no trabaja sólo él sino toda la familia, dice, y en pésimas condiciones. Utilizando, por ejemplo, pegamentos sin la ventilación adecuada que tienen las fábricas.

Son las empresas pequeñas (que constituyen la mayoría en Ubrique) las que más explotan a los trabajadores. Les dicen que los negocios no van bien, y los trabajadores se ven “medio forzados” a aceptarlo para seguir trabajando, aunque sea perdiendo dinero, cuenta Luque.

También es en las empresas pequeñas donde más cuesta conseguir representación sindical, explica Luque. Los trabajadores que tienen contratos temporales temen que no se les renueven si convocan elecciones sindicales. López afirma que el hecho de haber pertenecido a uniones sindicales le creó dificultades a la hora de buscar trabajo.

“Aquí todo el mundo se conoce”, dice Serrano. “A un trabajador que reivindica sus derechos ya mañana le han echado por reivindicativo. Después tendrá serios problemas para ser contratado en otras obras”, asegura.

CCOO tuvo representación en Ubrique hasta hace cinco años, cuando debido a los recortes derivados de la crisis se cerraron varias sedes. Ahora sólo quedan los delegados de empresa. De las 96 empresas que UGT tiene catalogadas en Ubrique, sólo 12 — un número “escaso” a juicio de Luque — tienen representación sindical. Luque dice que están trabajando para que este número crezca, pero cuesta convencer a los trabajadores.

Y parece que luchar por la mejora laboral en Ubrique acaba de hacerse aún más complicado ya que la mesa de vigilancia de la contratación, constituida en septiembre del año pasado por Empiel, UGT y CCOO para combatir las malas prácticas, ha quedado sin representación por parte de las empresas: Empiel está en concurso de acreedores, habiendo dimitido entera la junta directiva de la asociación. No hay confirmación oficial de parte de Empiel ni se han difundido detalles, pero varias fuentes lo confirman.

Según Luque, la falta de representación de los empresarios en la mesa le impedirá resolver quejas sobre la contratación y la aplicación del convenio laboral. La única vía restante es presentar una denuncia a la Inspección de Trabajo, dice Luque, lo cual es problemático ya que los trabajadores temen no volver a ser contratados al presentar una denuncia.

  Cuando hay visita de la Inspección de Trabajo, a veces los trabajadores ilegales desaparecen

En efecto, conseguir que intervenga la Inspección de Trabajo es otra larga batalla, explican los representantes de las uniones sindicales. Desde hace unos años, los inspectores de trabajo “brillan por su ausencia”, comenta Serrano, que lleva tres años en este cargo. Luque asegura que cuando hay visita de la Inspección, a veces los trabajadores ilegales desaparecen. Según el artesano anónimo, el inspector siempre visita a las mismas grandes empresas que cumplen con la normativa.

Aún más complicado es destapar el trabajo ilegal en domicilios privados, según López, que asegura que ha visto a muchos eludir a la Inspección a lo largo de los años. Afirma que en los pueblos vecinos que se dedican a la marroquinería, la ilegalidad se ha tolerado aún más. Es una región donde no hay nada más que hacer para ganarse la vida, explica. 

Serrano afirma que la Inspección tiene otros recursos para combatir la ilegalidad, como examinar las cuentas de las empresas —si una empresa con sólo cinco trabajadores declarados factura un millón de euros, está claro que emplea a más gente de forma ilegal– o inspeccionar las fábricas fuera de los horarios habituales, que es cuando se trabajan horas extra no declaradas. “No están haciendo su trabajo. En absoluto”, afirma.

Muy pocas denuncias

Santa-Bárbara rechaza esta acusación, afirmando que la Inspección toma acciones concretas respecto a la situación laboral en Ubrique. No niega su frustración por el hecho de que haya “zonas oscuras donde no llegamos”, dice, refiriéndose al trabajo en domicilios privados. Según él, la Inspección cuenta con muy poca colaboración en la difícil labor de identificar estos talleres ilegales y recibe escasas denuncias sobre este “hermético” sector. Admite que la última campaña “intensiva” fue hace más de un año, pero afirma que los “datos fríos” no reflejan los esfuerzos y la presencia permanente de la Inspección.

El Ministerio de Empleo y Seguridad Social se negó a facilitar a infoLibre datos desagregados sobre las intervenciones de la Inspección de Trabajo en el municipio de Ubrique.

“Ni la Inspección de Trabajo ni ningún político quieren saber nada de esto. Sería darle la vuelta a una tortilla muy grande”, dice el artesano que habló de forma anónima.

Ubrique representa más de la mitad del sector marroquinero, que sigue en crecimiento: según los últimos datos de Asefma, la producción en España ascendió a 1.927 millones de euros en 2015, un incremento de 7% respecto al año anterior.

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El mismo artesano confiesa que abriga pocas esperanzas de que las cosas cambien. Aun así, cree, igual que otros, que la economía sumergida, aunque está lejos de desaparecer, sí ha disminuido en los últimos años. Estima que un 60% de los trabajadores ya no incurre en ella. La introducción de nuevos métodos de producción es una de los motivos que explican esta evolución: cuando se trabaja en cadena, cada pieza pasa por varias manos, así que no es posible trabajar fuera de la fábrica. Pero también ha cambiado la mentalidad de la gente, que ya no quiere hacer como antes, cuando, como cuenta López, uno trabajaba hasta las diez y hasta se llevaba trabajo a casa.

También ha habido mejoras a raíz del regreso de las marcas de moda: los empresarios del sector fundaron una escuela de artesanos para formar a la nueva generación. Y hay algunas marcas de lujo que han invertido en Ubrique a largo plazo, lo que también ha beneficiado a los trabajadores. Una de las casas de lujo más famosas se ha hecho copropietaria de una fábrica en el pueblo y se ha implicado en el proceso de producción, por ejemplo, garantizando las semanas de 40 horas y el absoluto respeto de la legalidad. Y en general, las empresas que trabajan para marcas internacionales procuran atenerse más a la normativa vigente.

Aun así, el cambio es muy lento. “Lo de la piel o te gusta o no. Los que se quejan, terminan por irse”, sentencia López. Es una cultura que se remonta a muchos siglos y la gente, que no olvida los tiempos duros que dejó atrás, agacha la cabeza y aguanta. La actitud de los ubriqueños se resume en estas palabras pronunciadas por José Pulido: “No nos podemos quejar, gracias a Dios, porque tenemos trabajillo”.

Cuando se cuenta la historia de Ubrique (Cádiz), la película suele tener un final feliz: hacia el año 2003 las marcas de moda deslocalizaron su producción a Asia en busca de mano de obra barata para volver al cabo de unos años a este pueblo gaditano de tradición peletera, que recuperó así la prosperidad en una época en la que el resto del país se hundía poco a poco en una profunda crisis económica.

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