La escasa oferta y la creciente demanda pueden alargar la crisis del gas natural más allá de las previsiones del Gobierno

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El mercado del gas está disparado. Se nota en la factura de la luz, a corto plazo en el mercado regulado y a largo plazo en el libre. También se notará en el recibo de la calefacción cuando entre el frío, aunque el Gobierno ha intervenido la Tarifa de Último Recurso para evitar una subida superior al 30% en algunos supuestos, que podría abocar a miles de españoles a la pobreza energética. Pero el mercado no es un ente mágico que opera al margen del entendimiento humano. Los expertos hablan de una tormenta perfecta, con circunstancias que han coincidido para llevar los precios a máximos históricos, pero también existen otras razones estructurales, que tienen que ver más con la oferta y la demanda y el papel del gas como "combustible de transición" hacia un futuro 100% renovable. Parecía una buena estrategia. Muchos piensan que lo sigue siendo. Pero no está saliendo barato. 

El mercado de gas natural en España no funciona como el de la electricidad porque el país no produce apenas este combustible, mientras que las importaciones de electricidad tienen un papel muy secundario. No somos soberanos energéticamente con respecto a este recurso ni lo vamos a ser. El gas llega a la península principalmente desde Argelia y Rusia a través de gasoductos, pero también desde Estados Unidos o Qatar mediante grandes barcos cargados de gas natural licuado (GNL), en estado líquido.

Sin embargo, el precio no depende, al menos directamente, de los productores que extraen el gas que acaba en España. Entre el 10% y el 15% del gas español se negocia mediante los mercados organizados del gas, pero el resto son acuerdos libres entre generadoras y comercializadoras, con cuantías asociadas al índice neerlandés –un mercado con gran liquidez que permite que sea la referencia–. "Como los mercados están interconectados, eso te permite que se hayan globalizado" y que las dinámicas de la extracción que se producen en la costa oeste de Estados Unidos impacten en el recibo de luz de una familia de Albacete, explica Juan Antonio Martínez, analista del grupo ASE. 

Los expertos consultados por infoLibre no creen en conspiraciones. Hay quien apunta a una maniobra geopolítica de Rusia, que a través de Gazprom está limitando el suministro para presionar en favor de la construcción de un segundo gasoducto dirección Europa, el Nord Stream 2. Es una "especulación", según Martínez, que apunta a algo más aburrido y más fácil de entender: la ley de la oferta y la demanda. La demanda sube y la oferta se está quedando igual. 

Para entender por qué la oferta no cambia significativamente y la demanda aumenta hay que entender primero el papel del gas natural en la transición energética que se vive en todo el mundo. Es un recurso cada vez más codiciado. La energía nuclear nunca ha sido demasiado popular, hay que gestionar los residuos y la construcción de nuevas centrales es un proceso largo y muy costoso. El carbón se está abandonando por ser el combustible más problemático a nivel medioambiental, climático y de salud pública: su combustión llena la atmósfera de CO2 y los pulmones de los vecinos de la central de suciedad. Lo ideal sería un futuro 100% renovable, pero aún quedan décadas para ese escenario, si alguna vez se consigue por las limitaciones de material. 

¿Cuál es la solución si no tenemos ni queremos nucleares suficientes, si el carbón está de capa caída y las renovables no llegan a todo? Quemar gas en centrales de ciclo combinado. Es el plan del Gobierno español de aquí a 2030. Las estimaciones incluidas en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) prevén duplicar la capacidad de eólica de 2015 a 2030, octuplicar la de solar fotovoltaica, dejar a la mitad la nuclear, a cero el carbón... y mantener exactamente igual las centrales de ciclo combinado, con 26.612 MW de potencia. El metano seguirá formando parte del mix eléctrico, aunque con suerte sin marcar los precios por el crecimiento de la energía limpia.

Muchos países, incluidos los asiáticos, cuentan con los mismos proyectos. Pero si el futuro a largo plazo pasa solo por las renovables... ¿quién va a invertir en nuevas exploraciones, extracciones y distribuciones de gas natural, si en décadas puede ser una tecnología obsoleta? "Mucha gente está dejando de invertir por esos mensajes que se están mandando en materia de gas. Y todo eso lo acaban pagando los consumidores", analiza el director del programa de Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano, Gonzalo Escribano. 

Por lo tanto, el gas natural gana enteros como combustible de transición, pero esa misma transitoriedad hace que los inversores se contengan. "La demanda en Asia está creciendo con fuerza. Los cargamentos de GNL que venían a Europa desde Estados Unidos o Qatar ahora exportan a Asia", asegura Escribano. Pero hay otros factores que ayudan a explicar la escalada que se vive desde mayo. Rusia puede estar manipulando el mercado, pero no porque quiera presionar por el gasoducto, sino por una decisión comercial: si exporta menos gas y se contrae la oferta, sube el precio, y le interesa mantener las cuantías actuales. Además, "Noruega ha hecho mantenimiento de sus explotaciones, los huracanes han paralizado la producción en el Golfo de México...", enumera el experto. Circunstancias que hacen que se ponga menos combustible en el mercado y que las expectativas a futuro no sean demasiado halagüeñas.

Otra circunstancia que se ha sumado este mismo viernes a la serie de catastróficas desdichas es la decisión de Argelia de cerrar uno de los dos gasoductos mediante los que surte de gas natural a España, a pesar de los esfuerzos realizados durante la visita del ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, junto a altos cargos de Enagas y Naturgy. El suministro, por ahora, no peligra: como se ha explicado, las fuentes son varias, aunque el país africano sea uno de los principales suministradores de la Península Ibérica. Pero Europa contará con aún menos oferta y la misma demanda.

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Esperando un invierno cálido

Por otro lado, el gas natural es el principal combustible para la calefacción. Y además de la generación eléctrica, Europa necesita gas para el consumo si baja el mercurio. "El invierno de 2020 fue, más que duro, especialmente largo", explica Martínez. Eso hizo menguar las reservas de cada país, por lo que han necesitado acudir más al mercado en 2021. La situación en una estación fría se arrastra durante los años venideros. El Gobierno espera y desea que a partir de marzo de 2022 se calme la situación y se pueda ir pagando, poco a poco, la deuda contraída con las empresas energéticas por la intervención en la tarifa regulada. El analista del grupo ASE no lo tiene tan claro. "Puede pasar que el invierno vuelva a ser extremo y largo, lo que haría que esta situación no menguara". 

Afortunadamente, la Agencia Española de Meteorología (Aemet) prevé que el otoño no sea especialmente frío en España, pero a partir de diciembre puede empeorar y los precios no solo dependen del tiempo en España. En todo caso, Martínez insiste: "Es un tema estructural. Cada vez se está apostando más por el gas y menos por el carbón, y la demanda se está incrementando. Tanto en Europa como en Asia. Llevará a un déficit de oferta. No se está invirtiendo".

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