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España encabeza la lista de países más dependientes del exterior en finanzas, energía y alta tecnología

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Ni un ser humano puede vivir sólo de pan, ni una economía sana sólo del turismo (11% del producto interior bruto de España). Lo ideal es el equilibrio y la diversificación de las actividades de producción e ingresos. España está lejos de la meta. En tres sectores fundamentales y estratégicos para las economías desarrolladas como son la energía, la alta tecnología y las finanzas, el país encabeza las listas de dependencia entre las economías avanzadas. Dependencia equivale a debilidad, una cuestión peliaguda de la que se ha hecho eco incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI).

DepEndencia energética

España es la decimotercera economía del mundo, la cuarta economía de la zona euro. Pero tiene un gran problema. Según datos de Eurostat, la agencia estadística europea, depende en un 73,3% del exterior para atender sus necesidades de energía. El porcentaje, 20 puntos por encima de la media de la UE, podría ser mayor incluso si la crisis no hubiera reducido la demanda a niveles de 2005.

Para satisfacer la demanda energética, el país tiene que recurrir a las importaciones. España compra en el exterior prácticamente todo el petróleo y el gas que consume. Sólo reduce mínimamente la factura con carbón nacional -muy contaminante- y energías renovables. Éstas han sido frenadas por la reforma energética aprobada por el Gobierno, aunque en 2013, según datos de Cesce, cubrieron el 42% de la demanda eléctrica.

La dependencia energética, en un sistema aislado, pesa como una losa sobre las cuentas del Estadocuentas del Estado y desequilibra la balanza comercial. Cada dólar arriba o abajo en el precio del barril de petróleo varía la cuenta a favor o en contra en 600 millones de dólares. El pasado año, la factura de las importaciones de combustibles fósiles se situó en 57.000 millones y este año, en junio, con una leve mejoría de la economía, la factura acumulada rondaba los 28.000 millones. Entre las grandes economías de la UE, sólo Italia, con una dependencia por encima del 80%, muestra una posición aún más delicada que España.

TECNOLOGÍA E I+D

Para las economías desarrolladas, la inversión en investigación y desarrollo (I+D) es fundamental. Es la clave para producir bienes con alto valor añadido y, aún más importante, es la clave para venderlos. España también tiene un problema en este apartado estratégico. Además, es un problema que crece.

En 2014, la inversión en I+D+i (Investigación, Desarrollo e innovación) contemplada en los presupuestos del Estado ascendió a 6.146 millones. En 2015, serán 6.395 millones de euros. Son cantidades insuficientes, que no acortan la brecha con los países más desarrollados.

Según el último informe de la Fundación para la Innovación Tecnológica (COTEC), España mantuvo el tipo en la carrera por la investigación, tanto en porcentaje del PIB como en gasto hasta el año 2008. Superaba incluso al grupo que COTEC denomina los Cincolos Cinco(los países más poblados de la UE: Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Polonia).

La tendencia se rompió en 2009. COTEC destaca que, en los años sucesivos, el gasto siguió reduciéndose "de modo que en 2012 el gasto en I+D español era un 4,2 % inferior al de 2008, mientras que en el conjunto de los CINCO ha seguido creciendo, un 16,4 % en total entre 2008 y 2012".

El resultado es muy malo. La distancia que separaba a España de las regiones de referencia se ha ensanchado. COTEC explica en su informe que si en 2010 el esfuerzo en I+D español estaba a 0,94 puntos porcentuales del promedio de la OCDE y a 0,51 del promedio de la UE-28, en 2012 -últimos datos disponibles- esas distancias son ya de 1,10 y 0,67 puntos, respectivamente.

Una de las consecuencias es que España vende pocos productos tecnológicamente avanzados en el exterior e importa muchos. Otro roto en la balanza comercial. El INE, con números del último ejercicio disponible (2012), estimó en 148.899 millones el volumen de negocio de las empresas manufactureras de alta y media-alta tecnología.

Si se centra la mirada sólo en el comercio exterior y la alta tecnología, el desfase en el año entre exportaciones e importaciones se situó en 8.476 millones de euros. Es una cifra muy inferior a la de años anteriores (en 2008, la brecha superó los 20.000 millones), pero la mejora se explica por la caída de compras que provocó el deterioro de la demanda interna.

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España debe al exterior 1,4 billones de dólares (1,1 billones de euros), según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sólo EE UU debe más (5,4 billones de dólares). Pero hay una gran diferencia. Mientras la deuda externa estadounidense representa el 34% de lo que su economía produce en un año, la española supone el 103%. 

La dependencia del exterior para financiar el funcionamiento del país cuesta caro. En los presupuestos de 2015, solo la partida para pagar intereses de la deuda pública asciende a 35.490 millones de euros. Son 97 millones al día.

En conjunto (deuda pública más deuda privada), España debe 4,4 billones, más de cuatro veces su PIB. La mayor parte es deuda privada, obligaciones contraídas por bancos y sociedades no financieras. Pero lo preocupante, como ha señalado el FMI, es la elevada dependencia del exterior para financiar esa carga. Malo.

Ni un ser humano puede vivir sólo de pan, ni una economía sana sólo del turismo (11% del producto interior bruto de España). Lo ideal es el equilibrio y la diversificación de las actividades de producción e ingresos. España está lejos de la meta. En tres sectores fundamentales y estratégicos para las economías desarrolladas como son la energía, la alta tecnología y las finanzas, el país encabeza las listas de dependencia entre las economías avanzadas. Dependencia equivale a debilidad, una cuestión peliaguda de la que se ha hecho eco incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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