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Liberado el periodista congoleño condenado por un informe falso que implicaba a una empresa española

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Louis Colart (Le Soir)

Stanislas Bujakera ha sido puesto en libertad por las autoridades congoleñas. Salió de la tristemente célebre prisión central de Makala a las 10 de la noche del martes pasado, tras una jornada increíble y más de seis meses de detención.

¿Quién es? Periodista, 33 años, casado y padre de dos hijos, Stanislas Bujakera Tshiamala es corresponsal de la revista Jeune Afrique y de la agencia Reuters y director adjunto de Actualidades.cd, socio congoleño en la investigación sobre corrupción Congo Hold-Up, que llevaron a cabo el consorcio European Investigative Collaborations (EIC), al que pertenece infoLibre, y la Plataforma para la Protección de los Denunciantes en África (PPLAAF). También es uno de los periodistas más influyentes de la República Democrática del Congo, con medio millón de seguidores en la red X (antes Twitter). Detenido el 8 de septiembre de 2023, fue condenado a seis meses de prisión por la supuesta elaboración de un “informe falso” que incriminaba a los servicios de inteligencia militar congoleños en la muerte del político opositor Chérubin Okende.

Su encarcelamiento provocó una ola de indignación en el país, y en el continente africano, sin precedentes desde la llegada al poder de Félix Tshisekedi, hijo del histórico opositor que prometió romper con las prácticas represivas del pasado.

Una empresa española

Se da la circunstancia de que, para fabricar el caso contra el periodista, la Fiscalía congoleña usó a una empresa española. Según un informe pericial aportado por el ministerio público, un servidor de la firma alavesa SPCnet y el software de la francesa Centreon usaban una misma dirección IP implicada en la causa. El informe fue desautorizado tanto por Telegram y Meta como por el Citizen Lab de Toronto.

Ese fue uno de los resultados de la investigación que llevaron a cabo los medios de EIC y que demostró que el burdo expediente judicial estaba plagado de acusaciones falsas. El mismo resultado tuvieron las indagaciones de Reporteros sin Fronteras.

“Aliviado”, se confiesa ahora Stanis Bujakera, a la espera descansar con su familia algún tiempo antes de volver a su trabajo. El trabajo que ama y defiende, cueste lo que cueste: el periodismo. Esta entrevista fue concedida tras su liberación.

¿Cómo fue su arresto el 8 de septiembre?

Tenía un vuelo programado desde el aeropuerto de Kinshasa-Ndjili a las dos de la tarde a Lubumbashi, donde tenía citas de trabajo. Me dijeron que mi vuelo se retrasaría hasta las ocho de la tarde. Me fui a casa y volví por la tarde, hacia las siete. Me metí en un restaurante. A las ocho, el embarque aún no había comenzado. Entonces aparecieron unas personas, una de ellas con una foto mía. “Nos gustaría hablar con usted, denos 30 segundos y volvemos enseguida”, me dijeron. Me di cuenta de que había un problema y advertí a un colega de que, si no contestaba más, me arrestarían. Entonces me rodearon una docena de personas. Estaba detenido. Me enseñaron una orden de búsqueda sin explicarme por qué me buscaban. Intenté no causar problemas. Me llevaron a la comisaría provincial de Kinshasa, donde me despojaron inmediatamente de mis dos teléfonos y me pusieron en régimen de aislamiento. Seguía sin saber por qué me habían detenido. Pasé mi primera noche a la intemperie sentado en una silla, porque me negué a que me metieran en una celda con presuntos miembros de bandas urbanas.

Ha pasado más de seis meses detenido en la prisión de Makala. ¿En qué condiciones?

Se trata de una situación muy difícil porque la prisión central de Makala se construyó para albergar a 1.500 personas. Sin embargo, abandoné una prisión que, según las cifras oficiales, tiene 14.400 reclusos. De ellos, 9.000 presos preventivos de media están a la espera de juicio. El mayor pasó 20 años en esa cárcel sin haber sido juzgado nunca. Pienso mucho en él hoy. Es sólo un ejemplo de lo que ocurre allí. Makala es como la antesala del infierno, una casa de la muerte. Al menos dos o tres personas mueren allí al día. Yo estaba en lo que se llama el “pabellón VIP”, que tiene un centenar de reclusos que utilizan cuatro retretes combinados con duchas y un único lavabo. ¡Éramos 100, pero hay más de 2.000 que tienen que usar cuatro baños, cuatro duchas y un solo lavabo! Son situaciones inhumanas, insoportables, deplorables... que nunca deberíamos desear a nuestros semejantes.

A partir de ese momento tuvo que enfrentarse a una justicia delirante que, como han demostrado las investigaciones de EIC y de Reporteros sin Fronteras, fabricó informes informáticos falsos. Los mensajes de WhatsApp que había envidado y que parecían exonerarle se vuelven en su contra ante los tribunales... ¿Cómo reaccionó ante una justicia tan decidida a condenarlo?

El expediente judicial no estaba vacío, sencillamente estaba fabricado. Cuando se dice que está “vacío”, en realidad se quiere decir que hay algo, por pequeño que sea. ¡Pero en este caso no había nada! El objetivo al detenerme era coger mis teléfonos y buscar delitos utilizando mis herramientas de trabajo. Intentaban averiguar quiénes eran mis fuentes, mis contactos, quién compartía conmigo información confidencial que a veces resultaba incómoda. He manejado algunos asuntos delicados. Desde el primer día me preguntaban: “¿quiénes son tus contactos, quiénes son tus fuentes?”. Los periodistas no deben denunciar a sus fuentes y no deben ser inducidos a hacerlo. Es una grave violación de un principio fundamental. Por desgracia para ellos, cuando comprobaron el contenido de mis teléfonos o de mi ordenador, no encontraron nada. Y, como no tenían nada, empezaron a inventar cosas. Así es como llegaron a acusarme de haber fabricado esos documentos [publicados por Jeune Afrique]. Probablemente pensaron que así me animarían a revelar mis fuentes. Pero comprendieron que yo no estaba dispuesto a ceder ante presiones o amenazas. Todo lo que estaba dispuesto a hacer era proteger el periodismo independiente en este país. Acepté sufrir por una buena causa: la defensa de nuestros valores, la defensa de los principios, en defensa del periodismo independiente. Y ese periodismo independiente triunfará algún día en este país, cueste lo que cueste.

El documento al que se refiere es uno elaborado por el servicio de inteligencia civil congoleño sobre las circunstancias de la muerte del opositor Chérubin Okende. En su opinión, ¿era necesario que las autoridades detuvieran a un periodista, fuera quien fuera, para cortar las especulaciones en torno a la muerte de este opositor?

Detuvieron a un periodista. Esperaban obtener sus fuentes. En efecto, porque la versión que figura en los documentos, quizás (¡digo quizás!) plantea una versión inquietante. Pero no me detengo en el contenido del documento. Estoy aquí para defender principios. Se acusa a un periodista de falsificar esos documentos, falsificar la firma, falsificar el sello... Y eso es muy grave. Como periodistas, tenemos derecho a contactar con las fuentes a todos los niveles y a poner a disposición del público la información que recabamos. Información verificada, certificada.

¿Qué dicen este caso y su encarcelamiento sobre el Estado de derecho en la República Democrática del Congo?

Es un retroceso. Es un retroceso porque un periodista ha sido detenido injusta y arbitrariamente, y encarcelado durante muchos meses. Es un atentado muy grave contra nuestras libertades, un atentado muy grave contra el ejercicio de nuestra profesión. Es un retroceso que no hace honor al Estado de derecho.

¿Cree que todavía es posible ser periodista independiente en su país?

Como yo, hay muchos otros periodistas que trabajan para defender el periodismo independiente en nuestro país. No soy el único que libra esta batalla por el periodismo independiente. Estoy convencido de que triunfará, cualesquiera que sean las amenazas, cualesquiera que sean las intimidaciones. Puedo asegurarles que hay soldados de la información y que esos soldados se levantarán para defender el periodismo independiente en este país.

Usted fue detenido unos tres meses antes de las elecciones presidenciales. ¿Ve una relación causal?

Una empresa española, utilizada en la fabricación de un caso para encarcelar a un periodista del Congo

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Sí, me impidieron cubrir las elecciones presidenciales. Pero los demás periodistas que estaban en condiciones de cubrirlas hicieron, creo, un trabajo excepcional. Ellos no pudieron frenar nuestra independencia. Ellos no pudieron contener nuestra valentía frente a toda la intimidación, las amenazas y el miedo que se habían sembrado entre los periodistas.

¿Qué sintió al salir de la cárcel?

Alivio. Pero al mismo tiempo tristeza, porque no deberían haberme detenido y encarcelado injustamente durante tantos meses. Ningún periodista debe ser detenido por hacer su trabajo. Todo el mundo debe alzar la voz y decir no al encarcelamiento de periodistas, ya sea en el Congo, en África o en cualquier otra parte del mundo.

Stanislas Bujakera ha sido puesto en libertad por las autoridades congoleñas. Salió de la tristemente célebre prisión central de Makala a las 10 de la noche del martes pasado, tras una jornada increíble y más de seis meses de detención.

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