Tras una vida dedicada al sindicalismo, incluido el liderar la federación catalana de CCOO (primera central en número de afiliados en la Cataluña procesista, por la herencia de la labor sindical que hicieron los cuadros del PSUC durante la Transición), Joan Coscubiela (Barceloneta, 1954) alcanzó en noviembre de 2017 gran relevancia nacional por sus diatribas en el Parlament contra la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que votaron los de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras junto a la CUP poco después del 1-O.
Lo malo de esa inesperada fama es que Coscubiela dejaría la política tras la DUI. En su primer año de retiro presentó un libro, Empantanados. Y ahora vuelve a la carga con su segunda obra, La pandemia del capitalismo (Planeta). Una reflexión holística sobre economía, política y futuro de la democracia salpicada de análisis sobre los nacionalismos y el modelo territorial de España.
PREGUNTA: Aunque en La pandemia del capitalismo hay una reflexión global sobre los servicios públicos, el modelo económico o la democracia, hay un elemento que aparece en todo el libro: el agotamiento del modelo autonómico.La pandemia del capitalismo
RESPUESTA. He trazado una línea entre la crisis de la democracia y otras crisis más locales, y en el caso de España una de esas expresiones de la crisis del Estado es el agotamiento del modelo autonómico. Éste ha recibido ataques injustos alentados por el humo del procès, pero es evidente que tiene problemas de diseño. Ante la falta de un modelo federal, se ha puesto en marcha el agravio comparativo como motor del Estado.
P: Dice que el federalismo sufrió un varapalo en el referéndum por el Estatuto de Andalucía de 1980.
R: No, no tanto el federalismo sino la Constitución, cuyo artículo 2 ["La Constitución se fundamenta en ladisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran"] es absolutamente polimórfico: unidad de Estado a la par que autonomía territorial. Se podía haber resuelto de otra manera: un tratamiento diferencial a las nacionalidades históricas, Euskadi y Cataluña, frente a otros territorios que ni siquiera se habían planteado tener siquiera comunidad autónoma. El referéndum de Andalucía supone un momento decisivo: se ve lo complicado que iba a ser la construcción de un estado autonómico asimétrico que podía haber sido un estado federal.
P: Y de ahí parte el agravio comparativo.
R: Al no tener las fuerzas políticas y sociales un modelo de Estado... la derecha tiene uno, el Estado centralizado; el nacionalismo catalán tiene otro, la independencia; el foralismo vasco y navarro, otro. Pero la izquierda no tiene un modelo de estado que defienda el federalismo. El agravio comparativo se vio en su esplendor en la reforma de los estatutos de autonomía, en la etapa de Zapatero.
P: ¿Cree que el modelo autonómico ha fracasado en la lucha contra el coronavirus?
R: Aquí veo dos cosas que pueden parecer contradictorias pero que para mí no lo son: a nivel político ha habido muchas trabas, pero también creo que ha habido más prácticas federales de las que se reconocen a nivel sanitario, técnico u otras. Pedro Sánchez de repente convocó tantas conferencias de presidentes de golpe... no hay una cultura federal. El federalismo es una cultura.
P: En el libro lamenta la inexistencia de “mecanismos de cooperación federal”.
R: Hay algo evidente: se ha visto la debilidad de la gestión descentralizada de la Sanidad, la falta de coordinación entre los organismos de Salud Pública. Apunto en el libro a cosas imprescindibles en una reforma del Estado: la necesidad de crear espacios de cooperación. Agencias públicas estatales potentes donde se encuentren las agencias autonómicas, por ejemplo. ¡Y no he dicho que las agencias deban ser simétricas! La masa crítica ciudadana es distinta en un lado y en otro.
P: Es muy crítico con el procés durante la pandemia, al haber este “compartido la estrategia [de la ultraderecha] de desestabilizar a los responsables científicos, técnicos y políticos” del Gobierno central.
R: Quim Torra y Díaz Ayuso, desde lugares contrapuestos, ejercieron el mismo papel: debilitar los espacios de cooperación y descreditar a los técnicos responsables de salud pública. E incluso veo similitudes entre ambos y Trump. Esto no atañe a sus partidos: dirigentes del PP como Feijóo han hecho gala de una actitud responsable. E incluso en Cataluña tras la dimisión forzada de Torra ha habido un cambio en ese sentido a mejor.
P: En el libro propone contraponer el “resultantismo” (competitividad) de la sociedad con la idea de “comunidad”. ¿Qué es la comunidad?
R: El ser humano es fruto de la combinación de cooperación y competitividad. Hemos escalado en la evolución animal por encontrar el equilibrio entre ambos factores. La Historia nos demuestra en que hay periodos de mayor competitividad (resultantismo, nihilismo social, individualismo, como la Revolución Conservadora de Thatcher y Reagan) y otros de mayor cooperación. Estoy convencido de que vamos a asistir ahora a una mayor cooperación. Pero habrá que trabajárselo: no va a caer del cielo porque sí. En un mundo interdependiente, o hay cooperación o nos vamos al garete todos.
P: Y entonces surge su propuesta estrella, la “competitividad cooperadora”.
R: Pondré un ejemplo de mi etapa sindical: las empresas de automoción no son solo empresas, sino cadenas de valores. Cadenas que contienen a su vez a otras empresas más pequeñas y repartidas en diferentes países. Los empresarios del sector saben que si quieren ser más competitivos tienen que poner a cooperar a toda esa cadena. Si la empresa central que construye automóviles externaliza la producción, inicialmente reduce costes pero tarde o temprano se va a encontrar con huelgas que paralizarán esa producción.
P: Uno de los ejemplos que usted aporta que muchas empresas están internalizando los riesgos ambientales y sociales que generan. ¿Es suficiente?
R: Estos días China está inmersa en un proyecto colosal científico y tecnológico sobre las nubes que en teoría le va a permitir modificar el clima. Eso, que es de una soberbia tecnológica brutal, tiene unos riesgos tremendos, no solo para los chinos sino para los países de su entorno.
P: ¿Qué quiere decir cuando plantea “reemplazar las relaciones de ciudadanía por las de cliente de la política”?
R: Algo obvio. El mercado ha irrumpido en nuestra vida. Completamente. Y en la práctica se han terminado regulando cosas brutales. Hay personas que creen tener derecho a acceder a vientres de alquiler. La vivienda, que era un derecho, ha terminado siendo un producto de inversión financiera regulado por mercado. Y todas las relaciones comunitarias, sociales se convierten en relaciones de mercado o clientelares.
Gran parte de los clubes de fútbol de Cataluña nacen vinculados a fábricas. Antes, si querías hacer montaña, te apuntabas a un club, al menos en Cataluña; ahora, la gente que quiere hacer montaña contrata una empresa. Y no hablemos del fútbol y el mercado. La propia política acaba atrapada por esa lógica de mercado. ¿Se relacionan los partidos políticos con la ciudadanía a través de vínculos asociativos estables? No, a través de vínculos clientelares, y ahí están las redes sociales: vínculos más efímeros y menos comprometidos.
P: ¿Qué propone?
R: Propongo acotar mucho la función del mercado, el intercambio de bienes y servicios, y reequilibrar esa función en favor de la sociedad. La sociedad organizada en partidos, en comunidades...
P: Dice que ya no habrá “ni militantes ni afiliados ni adheridos, ni tan siquiera ciudadanos. Solo clientes.
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R: Lo planteo como una cuestión de presente, no futuro. Curiosamente, me parece ver que los que están aguantando mejor las crisis son aquellos que mantienen estructuras analógicas. ¿Qué ha sido de Ciudadanos? Que se relacionaba con la ciudadanía de manera clientelar. De ahí su debilidad. La gente imputa su hundimiento a errores estratégicos de Rivera. Pero si Ciudadanos fuera una organización más sólida, esta crisis se supera. El problema es que sus cimientos descansaban sobre relaciones clientelares.
P: El PP sigue vivo tras múltiples casos de corrupción desde hace años
R: Es justo lo que digo. En Cataluña hubo otro fenómeno curioso: la implosión interna de la antigua Convergencia. Por la capacidad destructiva del procès.