No importa si la privatización de la gestión hospitalaria es total o se limita a la subcontratación de algunos servicios: la calidad de la atención a los pacientes empeora. Es la contundente conclusión a la que llega un estudio de la Universidad de Oxford que acaba de publicar la revista The Lancet.
De un total de 322 estudios publicados sobre los efectos de la privatización sanitaria en diferentes países, Benjamin Goodair y Aaron Reeves, del Departamento de Política Social e Intervención de la universidad británica, seleccionaron 13 que cumplían unos determinados criterios de calidad en el análisis y que se referían a ocho países de altos ingresos: Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania, Italia, Suecia, Croacia y Corea del Sur. Cada uno de ellos examinaba un aspecto distinto: unos el impacto en las plantillas y sus salarios, otros en los pacientes; unos en la atención primaria, otros en los hospitales.
Pero el resultado parece claro: ni externalizar algunos servicios –como la limpieza o la comida– ni adjudicar la gestión de los centros sanitarios a una empresa privada mejora la calidad de la atención que reciben los pacientes. Pese a que las administraciones suelen vender esas medidas con el argumento de que no sólo reducen costes, sino que también redundan en beneficio de los enfermos, al eliminar burocracia y las rigideces de la regulación pública, por un lado, e introducir la competencia, por otro, los estudios realizados apuntan en dirección contraria.
"Sacrificio" de la calidad
Los supuestos mayores incentivos que deberían encontrar las empresas privadas en la competencia y el ánimo de lucro para brindar mejores servicios a los pacientes no funcionan adecuadamente. En su lugar, los gestores privados ponen en práctica “sacrificios marginales en la calidad” para conseguir “grandes reducciones de costes”, como recortar personal, reducir salarios, tratar sólo o preferentemente a pacientes “rentables” o dar de alta a los enfermos de forma prematura, detallan los estudios.
Así, cuatro de los informes, sobre la privatización de hospitales en EEUU, descubrieron que, al cambiar la propiedad, los centros sanitarios pasaron a aceptar más pacientes procedentes de Medicare –el seguro médico público para mayores de 65 años y personas con discapacidades– y menos de Medicaid –cobertura médica gratuita para personas con bajos ingresos–, que les resultan menos lucrativos.
También en EEUU otro estudio evaluó la gestión privada de 888 hospitales antes públicos –de los cuales 247 pasaron a organizaciones con ánimo de lucro y 641 a organizaciones benéficas– y concluyó que se había reducido la contratación de enfermeras, especialmente las de mayor cualificación.
Lo mismo que ocurrió en Alemania, en un total de 88 hospitales donde se recortó el personal de enfermería pero, significativamente, se mantuvo el número de médicos. Otro estudio en el mismo país revela que aumentó la eficiencia hospitalaria, medida como el número de tratamientos por gasto en suministros y tiempo de trabajo, pero gracias a los recortes de plantilla.
Igualmente mejoraron sus márgenes de beneficio otro grupo de 22 hospitales privatizados en EEUU, pero lo consiguieron recortando servicios, aumentando precios, reduciendo la duración de las estancias de los pacientes y elevando las tasas de ocupación de las camas.
En Corea del Sur también cambiaron las condiciones laborales cuando se privatizaron una docena de hospitales. A peor: aumentaron los contratos temporales del personal, creció su carga de trabajo y se disparó la desigualdad salarial entre los médicos y el resto de la plantilla.
Más infecciones, más mortalidad
La subcontratación de los servicios de limpieza y restauración tampoco mejoró su calidad, según recogen los estudios realizados hasta ahora. En Inglaterra, los hospitales que cedieron ambas tareas a empresas privadas sufrieron tasas de infecciones bacterianas más altas que antes. Además, la satisfacción de los clientes con ambos servicios empeoró. No es de extrañar, porque el gasto y el personal dedicado a limpieza y a las comidas era menor.
Los investigadores también han puesto la lupa sobre los posibles efectos de la privatización en la salud de los pacientes. En los hospitales ingleses analizados, aumentaron las tasas de “mortalidad tratable”; es decir, consecuencia de enfermedades curables. Un resultado parecido se observó en Italia, en concreto en los centros gestionados por entidades con ánimo de lucro. En Suecia, la privatización redujo las hospitalizaciones evitables en todo el país, pero en las zonas con más hospitales privatizados éstas crecieron en comparación con las zonas con menos. Uno de los estudios estadounidenses se ocupó de medir los efectos de la privatización en la salud de los reclusos que son atendidos en estos centros sanitarios: aumentó la tasa de mortalidad evitable.
Sólo hubo un caso de privatización sanitaria que tuvo un resultado positivo, según destaca el estudio de la Universidad de Oxford: Croacia. Un total de 96 centros pasaron a manos privadas. Y mejoró el acceso a la atención primaria. Los pacientes comenzaron a recibir sus citas con menos retraso y tenían seguimiento telefónico después del horario laboral.
El caso español
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En España, el 10% del mercado lo cubren empresas privadas sin ningún tipo de muleta pública, según la Fundación IDIS, el principal lobby de la sanidad privada. El resto se deriva de los convenios con aseguradoras y de los conciertos con las administraciones. Desde 2016 la partida de dinero público destinado a conciertos con hospitales privados no deja de subir y ha pasado de 7.550.66 a 8.586,67 millones, un alza del 13,72%.
Las cuatro comunidades con redes sanitarias más privatizadas son Madrid, Cataluña, Baleares y Canarias. Y las cuatro se encuentran de la mitad de la clasificación hacia abajo en calidad de la atención que prestan a los pacientes, según denuncia la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (Fadsp): Cataluña es la número 16, Canarias la número 15, Madrid la número 13 y Baleares la undécima.
A la vista de estos resultados, Goodair y Reeves concluyen que tanto la privatización de hospitales, no importa si son cedidos a empresas o a organizaciones benéficas, como la externalización de algunos de sus servicios recortan la calidad de la atención sanitaria. A su juicio, este hecho refuerza la idea de que los mecanismos del mercado no funcionan eficazmente en el sistema de salud. “Algunas áreas del Estado del bienestar, como la educación y la sanidad, son menos susceptibles a los tipos de incentivos que operan en otros mercados”, apuntan. Por eso advierten a los gobiernos de los riesgos de perseguir recortes de gasto a corto plazo a expensas de resultados a largo plazo.
No importa si la privatización de la gestión hospitalaria es total o se limita a la subcontratación de algunos servicios: la calidad de la atención a los pacientes empeora. Es la contundente conclusión a la que llega un estudio de la Universidad de Oxford que acaba de publicar la revista The Lancet.