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La receta de Biden para salir de la crisis choca con la derecha española: impuestos a rentas altas y estímulos sin contrapartidas

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Ya hace más de una década que el país capitalista e individualista por excelencia, Estados Unidos, se aleja económicamente de la Unión Europea y Joe Biden no es ninguna excepción. Mientras los Veintisiete se afanan estos días por negociar reformas con Bruselas a cambio de 750.000 millones de euros, y por eso el Gobierno español ha planteado una reforma laboral, fiscal y de las pensiones, el mandatario demócrata presentaba este miércoles al calor de sus primeros 100 días en la Casa Blanca el segundo y el tercer paquete de estímulo contra la crisis del covid-19: 2,1 billones y 1,5 billones de euros, a sumar a los 1,6 que destinara Donald Trump. En total, más de cinco billones de euros, que es mucho más –más de cinco veces más– que lo que se pactó la madrugada del 21 de julio en la capital belga. Más dinero y sin contrapartidas.

"Biden ha entendido el papel del gasto público del Gobierno: su equipo ha detectado que la superioridad económica de China responde a un Gobierno muy fuerte y a una economía planificada", resalta el economista y profesor de la Universidad Carlos III Juan Laborda. "Ahora ha sorprendido a la mayoría de analistas: en la Gran Depresión quien hizo cosas distintas fue Roosevelt, y ahora es Biden". Para Laborda, Europa "no aprende de sus errores". "La Unión Europea languidece, con criterios erróneos con el déficit y deuda públicas detrás de los cuales no hay más que ideología". El ordoliberalismo, pagar las deudas hasta la extenuación, como bien saben en Grecia. 

¿Choque EEUU-Europa? Parece difícil dado que las relaciones pasan por su mejor momento desde la era Trump. Ya fueron buenas en lo peor de la Gran Recesión en Europa (2008-2014), que fue mucho más larga que la recesión en Estados Unidos (2007-2009) precisamente por las políticas contrarias a la austeridad que aplicó Barack Obama durante su mandato: compra de deuda pública masiva con los bazucas denominados Quantitative Easing –caída de los tipos de interés– y programas de estímulo sin necesidad de hacer recortes. Un mandato en el que Biden ejerció como vicepresidente de la primera potencia mundial y del que claramente Europa ha sacado ahora lecciones. 

El de Biden "es un programa keynesiano tras el fracaso absoluto de la ortodoxia académica", dice Laborda. "La antítesis de la derecha madrileña anarcoliberal, que ya ha fracasado: se suben impuestos a los ricos y a las empresas para financiar los programas de estímulo"

La Administración Biden se parece muy poco a administraciones como la de Isabel Díaz Ayuso: en el último año analizado (2018), la Comunidad de Madrid dejó de ingresar 4.111 millones de euros por las bonificaciones en los impuestos de Sucesiones y Donaciones, Patrimonio o IRPF. Cuarenta años después de la aparición de Ronald Reagan o Margaret Thatcher, tanto Biden como el premier conservador británico Boris Johnson plantean subidas de impuestos con tranquilidad y entierran de paso el neoliberalismo, la ideología que campeó por el planeta a sus anchas en los noventa y los 2000. Hoy solo una irreductible aldea dirigida por neocons resiste a los cantos de sirena del Estado del Bienestar: la Comunidad de Madrid. 

Impuestos e infraestructuras

Biden propone un incremento de la tasa marginal de la renta para los contribuyentes más adinerados que iría del 37% al 39,6%. En ningún caso afectaría a quienes perciben menos de 400.000 dólares al año. La medida también se aplicaría sobre las ganancias de capital y dividendos de aquellos hogares que ganen más de un millón de dólares al año. Y no es la única inciativa tributaria que ha salido del equipo presidencial. 

La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, propuso a comienzos de abril un tipo mínimo global para el Impuesto de Sociedades, que podría negociarse en la OCDE y que afectaría a las empresas que más beneficios han obtenido en pandemia. Alemania, Francia o España respondieron rápidamente a Yellen que estaban a favor, pero también fortunas como el presidente de Amazon, Jeff Bezos.

Frente a las políticas de Biden, la propuesta de Díaz Ayuso de "la mayor rebaja de impuestos de la historia" resulta un contraste evidente. Ayuso no solo no ha cumplido con la misma promesa que realizó en 2019, sino que, según el Sindicato de Técnicos de Hacienda, Gestha, de materializarse esa rebaja las arcas públicas autonómicas perderían 430 millones y se beneficiaría al 9,3% más rico que gana a partir de 53.407 euros: este porcentaje de población ahorraría 519 euros de media. El total de contribuyentes, por el contrario, solo se ahorraría 163 euros por persona. 

¿Qué se pretende financiar Biden? Un programa de 2,1 billones de euros para crear infraestructuras y empleo cuyos detalles se pueden leer en esta pieza de The New York Times: vehículos eléctricos, puentes y carreteras, I+D y millones de empleos. 

Educación, sanidad y cuidados

Biden ambiciona financiar también un vasto programa para extender o universalizar los permisos de maternidad, las bajas por enfermedad, los cuidados, especialmente los infantiles, y la educación prescolar y de primaria y secundaria, además del bachillerato. 

La propuesta de Biden chocaría en España, pero precisamente por poco ambiciosa: gran parte de este programa se desarrollaría a base de subsidios. Tal es el retroceso estadounidense en materia de sanidad y educación universales, que el bienestar europeo forjado tras la Segunda Guerra Mundial parece un modelo antagónico. La propuesta de Biden apunta a reducir esa brecha.

Un ejemplo es el permiso de maternidad, que no existe en más allá de cuatro Estados: California, (seis semanas cobrando el 55% del salario), New Jersey (seis semanas y dos tercios del salario, Rhode Island (cuatro semanas, 60% del salario) o Massachusetts. Desde los años noventa existe el Family and Medical Leave Acta (FMLA) que permite a determinados trabajos muy cualificados coger 12 semanas conservando el empleo pero sin sueldo. Solo el 12% de los norteamericanos tiene acceso. Cuando las mujeres estadounidenses se quedan embarazadas, dejar el puesto de trabajo es una práctica muy frecuente justo antes de parir. 

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Ahora se garantizarán 12 semanas de "permiso parental, familiar y por enfermedad personal/seguro". Los trabajadores con ese permiso ganarán hasta 4.000 dólares al mes, con un reemplazo de hasta dos tercios o hasta el 80% de sus ingresos, dependiendo de lo que ganen.

Los créditos y subsidios para cuidados infantiles (child care), especialmente para las personas pobres, se multiplicarán, de acuerdo con la iniciativa. Y más importante aún: universalizar la educación infantil (quien quiera podrá llevar gratuitamente a su hijo a la guardería), colegios comunitarios gratuitos (son los centros públicos más desfavorecidos), ayuda para estudiantes de colegios que reciben a comunidades generalmente no blancas y lucha en general contra la pobreza. Todo esto quedó plasmado en el discurso de los 100 primeros días. 

En materia sanitaria, Biden propone añadir una opción pública "similar a la de Medicare" que serviría para amarrar que todos los consumidores reciban un seguro médico (Trump no pudo tumbar el Obamacare, pero sí lo dejó desprovisto de recursos). Los estadounidenses también podrán elegir su propio seguro privado y sólo tendrán que pagar una tasa de ingresos más baja para obtenerlo. Esto tendrá que negociarse con los estados federales y con las multinacionales de seguros. 

Ya hace más de una década que el país capitalista e individualista por excelencia, Estados Unidos, se aleja económicamente de la Unión Europea y Joe Biden no es ninguna excepción. Mientras los Veintisiete se afanan estos días por negociar reformas con Bruselas a cambio de 750.000 millones de euros, y por eso el Gobierno español ha planteado una reforma laboral, fiscal y de las pensiones, el mandatario demócrata presentaba este miércoles al calor de sus primeros 100 días en la Casa Blanca el segundo y el tercer paquete de estímulo contra la crisis del covid-19: 2,1 billones y 1,5 billones de euros, a sumar a los 1,6 que destinara Donald Trump. En total, más de cinco billones de euros, que es mucho más –más de cinco veces más– que lo que se pactó la madrugada del 21 de julio en la capital belga. Más dinero y sin contrapartidas.

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