Cuando la cultura de la violación es líder de audiencia: el beso de Rubiales podría ser un delito
Una imagen empañó este domingo la proeza conseguida por la selección española femenina de fútbol. El presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, aprovechó la celebración de las jugadoras y el saludo a todas ellas antes de levantar su recién conseguida Copa del Mundo para agarrar de la cabeza a la jugadora Jenni Hermoso y darle un beso en los labios. Las críticas no se hicieron esperar. Organizaciones feministas y figuras políticas fueron claras en lo que suponía el comportamiento: violencia sexual.
"Las violencias sexuales, especialmente las de menor intensidad, siguen estando invisibilizadas y normalizadas, pero hay que llamarlas por su nombre para poder acabar con ellas. No es solo machismo, abuso de poder o un acto sexista: es violencia sexual", declaró la ministra de Igualdad en funciones, Irene Montero.
Más de 24 horas después de lo ocurrido, y tras las múltiples peticiones de dimisión —entre ellas la de la vicepresidenta segunda en funciones, Yolanda Díaz—, el protagonista se disculpó. "Hay un hecho que tengo lamentar entre una jugadora y yo, con la que tengo una magnífica relación, al igual que con otras. Seguramente me he equivocado, lo tengo que reconocer. En un momento de máxima efusividad y sin ninguna mala fe, ocurrió lo que ocurrió. De una manera espontánea, sin mala fe por ninguna de las dos partes", dijo en un vídeo difundido desde la propia Federación.
El domingo por la noche, en una entrevista en Cope, su reacción fue radicalmente la contraria. Rubiales no sólo no se disculpó. Se justificó. Y fue más allá: atacó a quienes le criticaron. "¿El beso con Jenni? Idiotas hay en todas partes, no les hagamos caso. No estamos para gilipolleces y tontos del culo. No hay que comentar cosas de pringados. Cuando dos personas tienen una muestra de cariño sin importancia, no podemos hacer caso a las idioteces. Somos campeonas y con eso me quedo. Es un pico de dos amigos celebrando algo, no hagamos caso a tontos e idiotas, y disfrutemos de lo bueno", exclamó.
Hermoso, por su parte, no se ha manifestado de manera pública. En un primer momento, poco después de lo ocurrido, un vídeo en Instagram la captó asegurando a sus compañeras que el beso no había sido consentido. "¿Qué hago yo? (...) Pero no me gustó ¿eh?". Horas después, la RFEF emitió un comunicado en el que la futbolista aseguraba que el beso había sido "mutuo y totalmente espontáneo". "No se puede dar más vueltas a un gesto de amistad y gratitud", añadía.
Sin embargo, más allá de estas palabras, el quid de la cuestión para Montero reside en la ausencia de consentimiento, algo que manifestó la propia Hermoso y que reflejan las imágenes y que, por otro lado, se acentúa al tener en cuenta el poder profesional que Rubiales tiene sobre la deportista. "Poner el consentimiento en el centro significa reconocer que acciones que hasta ahora se consideraban normales o algo desgraciadamente cotidiano que había que tolerar, son violencia. Como un beso no consentido o que tu jefe te manosee aprovechándose de su poder", criticó.
Para la magistrada y fundadora de la Asociación de Mujeres Juezas, Lucía Avilés, la cuestión también está ahí. "Al final, lo que ha hecho este señor es pasar por alto el consentimiento. Es una persona que ejerce poder y que lo usa como le apetece y con quien le apetece, aunque la apariencia haya sido de celebración. La jugadora no consintió", denuncia. El hecho, además, esconde detrás algo que el feminismo empezó a denunciar en los años setenta: la cultura de la violación y la impunidad social que todavía la rodea.
"Habrá quien le quite importancia, pero desde una mirada feminista, analizando el contexto, lo que representa cada uno y especialmente quién dio el beso, esto forma parte de la cultura de la violación. Se ha cosificado a una jugadora, se ha quitado protagonismo al hito histórico y se ha antepuesto cualquier tipo de consentimiento a lo que él quiso hacer en ese momento", asegura la experta.
El concepto lo acuñó el feminismo para denunciar, precisamente, que esta forma de machismo estructural "normaliza la agresión sexual, la minimiza, la excusa y la tolera", como explicó la periodista y escritora Nuria Varela a infoLibre. De hecho Rubiales, en su disculpa, también normalizó lo ocurrido. "Aquí no se entendía [las críticas] porque lo veíamos como algo natural, normal, sin ninguna mala fe. [...] De esto hay que aprender y entender que cuando ocupas un puesto como este, de presidente de la Federación, hay que tener más cuidado", dijo en el vídeo.
Glòria Poyatos, socia cofundadota de Mujeres Juezas y magistrada del TSJ de Canarias, va un poco más allá. "Este hecho forma parte de la cultura de la devaluación de las mujeres", sentencia. Se explica haciéndose una pregunta. "¿Rubiales lo hubiera hecho con un hombre?". "Creo que nunca hubiéramos asistido a algo así porque hay un viejo estereotipo que es el de inferioridad sexual de la mujer", dice. Y ahí entra la forma de socializar de niños y niñas. "Ellas son educadas para la sumisión y ellos para el mando, el control. Si esto mismo lo hubiera hecho con un hombre, probablemente la reacción hubiese sido violenta. La reacción de las mujeres, en cambio, es de tolerancia", argumenta.
¿Agresión sexual?
Por eso, más allá de la respuesta de la víctima, Montero recuerda el "cambio de paradigma" que introdujo la ley del sólo sí es sí. "La Ley de Libertad Sexual establece que agresión es todo acto sexual sin consentimiento. No es la fuerza, violencia o intimidación ejercida —o que se consigue demostrar— lo que nos permite hablar de agresión sexual, sino la ausencia misma de consentimiento", dijo la ministra en X, antes conocido como Twitter.
Por eso, las expertas creen que este acto se podría enmarcar dentro de este delito. "Es un beso que ella no quería dar. Es una imposición de la conducta", señala Avilés. "Con la ley en la mano podría hablarse de agresión, aunque habría que ver bien si hubo consentimiento, porque hay declaraciones en las que ella parece que se contradice. En cualquier caso, no dio tiempo a preguntar o solicitar si lo había", señala Poyatos.
Para la experta, también es importante y determinante el contexto en el que se produjo todo. "El escenario es opresivo. Ella estaba delante de muchas cámaras, en público, en un acto formal, con autoridades... Y además le sujetan la cabeza. Parecía que él quería asegurarse de poder hacer lo que pretendía", explica Poyatos, que duda no obstante en si podría perseguirse. "Tras la reforma, el Código Penal establece, en su artículo 191, que para proceder por delitos de agresiones sexuales es precisa la denuncia de la persona agraviada, por lo que tengo dudas de la perseguibilidad de los hechos", dice.
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Aun así, celebra el debate, aunque sea meramente social y sin entrar en el plano judicial. "No hay que naturalizar acciones como estas y que todo el mundo esté hablando de lo que hizo Rubiales es muy importante, porque estamos siendo intolerantes con esto", asegura.
Protocolos de la RFEF o Ley del Deporte
La RFEF, sobre el papel, también dice serlo. En su Protocolo de actuación frente a la violencia sexual asegura "tajantemente" que no tolerarán violencia sexual en su entidad y que, por ello, asumen compromisos como "implantar la formación adecuada" para prevenir y erradicar este tipo de conductas, entre las cuales se menciona, explícitamente, "besar a la fuerza". "Estas conductas son inaceptables y conllevarán consecuencias inmediatas", señala el documento de la organización.
Por su parte, la Ley del Deporte, que entró en vigor el pasado mes de enero, recoge en su disposición final primera, dedicada a la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, que se considera acoso "toda conducta no deseada relacionada con el origen racial o étnico, geográfico o social, así como la religión o convicciones, discapacidad, edad, sexo u orientación sexual de una persona, que tenga como objetivo o consecuencia atentar contra su dignidad y crear un entorno intimidatorio, humillante u ofensivo".