Si uno de los más de nueve millones de seguidores que el exfutbolista Iker Casillas atesora en Twitter accedió el domingo a eso de las 14:00 horas a la red social, se toparía con un mensaje cuanto menos desconcertante. "Espero que me respeten: soy gay", decía el comentario. Si a otro de sus seguidores le diera por entrar tan solo unos segundos después, no hallaría ni rastro del comentario. Y si otro hiciera lo propio hora y media más tarde, se encontraría con una suerte de pirueta que buscaba justificar lo acontecido: "Cuenta hackeada. Por suerte todo en orden. Disculpas a todos mis followers. Y por supuesto, más disculpas a la comunidad LGTB". En medio del periplo, una oleada de críticas al jugador que escenificó la banalización y ridiculización de todo un colectivo que pelea por ser más visible, especialmente en el mundo del fútbol.
Al comentario de Iker Casillas le siguió otro que terminó de echar leña al fuego. Lo firmaba su excompañero de Selección Carles Puyol: "Es el momento de contar lo nuestro, Iker", publicaba el catalán, junto a dos emoticonos de corazones. Puyol terminaría, poco después, por pedir perdón: "Me he equivocado. Perdón por una broma torpe sin ninguna mala intención y absolutamente fuera de lugar. Entiendo que puede haber herido sensibilidades. Todo mi respeto y apoyo a la comunidad LGTBIQA+". Una broma entre colegas cuyo impacto va más allá de lo anecdótico, más aún en un contexto de regresión de derechos para la comunidad, donde el fútbol juega un papel crucial. En menos de un mes, el Mundial tendrá su cita en Catar, un país célebre por su persecución desmedida al colectivo. El último informe Homofobia de Estado, publicado en diciembre de 2020 por la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA), señala que hasta 69 países miembros de la ONU todavía criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo.
"Bromear y burlarse de la salida del armario en el fútbol es decepcionante", publicaba el mismo día el futbolista Joshua Cavallo, jugador en el club australiano Adelaide United. "Ver a mis modelos y leyendas del juego burlarse de la salida del armario y de mi comunidad es más que irrespetuoso". Hace un año, el profesional salía públicamente del armario, también a través de un mensaje en sus redes sociales: "Soy futbolista y estoy orgulloso de ser gay". En mayo de 2022, seguía su estela el delantero del Blackpool, Jack Daniels: "Soy gay y ahora siento que estoy listo para salir y ser yo mismo". Ambos son excepciones dentro del mundo del fútbol de élite.
La broma como forma de violencia
"Hola Iker, si esto es una broma, deberías borrar el tuit y pedir disculpas. El primer futbolista que salió del armario se suicidó por el acoso y las burlas. Pensaba que eras referente y ejemplo", escribió el mismo domingo el diputado del PSOE en la Asamblea de Madrid Santiago Rivero. Se refiere a Justin Fashanu. El jugador inglés reconoció abiertamente su homosexualidad a principios de los noventa y se quitó la vida a finales de la misma década. La fecha de su nacimiento es recordada cada año como Día Internacional contra la LGTBIfobia en el Deporte.
Rivero reconoce que su primera impresión al ver el tuit no fue de escepticismo, sino todo lo contrario: "Pensé que podía ser verdad", admite en conversación con infoLibre, aunque enseguida aclara que carecía del "contexto a nivel prensa rosa". Así que por qué no. Fue la respuesta de Carles Puyol la que enseguida le haría sospechar. Y entonces redactó el tuit pidiendo una rectificación por parte de la estrella de fútbol. "Un error lo puede tener cualquiera, pero lo que refleja esto es la banalidad en el mundo del fútbol y la facilidad a la hora de hacer burlas", clama el diputado, quien conjuga la primera persona al afirmar que quienes han pasado por vestuarios lo han podido comprobar en sus propias carnes.
"Lo primero que se dice cuando alguien falla [en un partido de fútbol] es 'qué mariconazo'", lamenta. Pero no solo: el insulto se reproduce contra los profesionales del arbitraje y contra las mujeres. A veces, recuerda el socialista, el improperio toma cuerpo de broma, pero no deja de ser una forma de violencia más. Un reciente estudio de UGT determinó precisamente que el 68% de la discriminación al colectivo LGTBI en el entorno laboral se expresa a través de bromas.
Toño Abad, presidente del Observatorio valenciano contra la LGTBIfobia, pone negro sobre blanco: "Hay bromas de buen y de mal gusto. Y cuando no hacen gracia a la gente, además son desafortunadas". Pero cuando se trata de un ámbito como el fútbol y un colectivo como el LGTBI, la broma tiene un impacto y un alcance incalculables. "Hablamos del deporte profesional, donde salir del armario tiene una penalización brutal", completa Abad. Ahí, la broma no solo "causa mucho dolor", sino que además "tiene un efecto multiplicador".
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Cuando una voz de tal autoridad decide ejecutar la inocentada, consigue que "la gente continúe por la senda de la burla, los chistes y la violencia de fondo siempre presente: la ridiculización y el uso del colectivo como diana de su humor", recalca el activista. Pero además, genera "entornos de odio donde todo se retroalimenta, desde los chistes, hasta los insultos y las agresiones". La broma implica una renuncia a la ejemplaridad y abona el terreno para la exclusión y la violencia.
Los niños que han crecido ansiando replicar los pasos de sus ídolos, lo han hecho mientras escuchaban alaridos de "Míchel, maricón" y mientras observaban, muchas veces desde las gradas, las burlas en el mismo sentido contra Guti. Y eso tiene consecuencias. "Jesús Tomillero, el único colegiado del fútbol español que ha reconocido públicamente su homosexualidad, tuvo que retirarse por insultos homófobos, agresiones y amenazas de muerte. Pitaba en divisiones infantiles y juveniles", recuerda el periodista David Guerrero en su libro Corres como una niña (Editorial Dos Bigotes, 2021).
"El fútbol va a otra velocidad", lamenta Rivero. Mientras los avances en distintos planos son incuestionables, el deporte de élite permanece anclado en la violencia simbólica contra el colectivo. En parte, reflexiona el socialista, debido a que se trata de un ámbito donde "se premia la masculinidad tóxica y agresiva: si eres menos duro, eres peor y el contrario va a poder contigo". El intercambio de mensajes entre los dos exjugadores, sentencia el diputado, "lamentablemente quedará en una anécdota, pero debería servir para que las federaciones tomen nota, hagan formaciones y pongan en marcha medidas" encaminadas a desterrar toda forma de discriminación del campo de juego.
Si uno de los más de nueve millones de seguidores que el exfutbolista Iker Casillas atesora en Twitter accedió el domingo a eso de las 14:00 horas a la red social, se toparía con un mensaje cuanto menos desconcertante. "Espero que me respeten: soy gay", decía el comentario. Si a otro de sus seguidores le diera por entrar tan solo unos segundos después, no hallaría ni rastro del comentario. Y si otro hiciera lo propio hora y media más tarde, se encontraría con una suerte de pirueta que buscaba justificar lo acontecido: "Cuenta hackeada. Por suerte todo en orden. Disculpas a todos mis followers. Y por supuesto, más disculpas a la comunidad LGTB". En medio del periplo, una oleada de críticas al jugador que escenificó la banalización y ridiculización de todo un colectivo que pelea por ser más visible, especialmente en el mundo del fútbol.