ORGULLO 2024

"Nos complementamos, somos hermanas": el Orgullo crítico y el ‘mainstream’ salen a la calle

Imagen de una manifestación LGTBI en Madrid.

Hace hoy 55 años, alguien tiró una piedra. Aquella persona plantó cara a la marginación, el estigma y los abusos policiales, con toda la fuerza que le cabía en el cuerpo. Alguien tiró una piedra contra un furgón de policía hace más de medio siglo, muy lejos, a cientos de miles de kilómetros. Arropándole, se alzaba el rótulo del bar neoyorquino Stonewall. Con aquel acto de desobediencia se sembró la semilla de una revuelta que quedaría marcada para siempre como el acto fundacional del movimiento LGTBI. Ahí, en la génesis de la organización social, estaba la rabia. 

Más de cinco décadas después, hay voces que defienden recuperar la determinación de quien arrojó aquella primera piedra, la furia que dio sentido a la reivindicación. Otros, apuestan por la conciliación, el diálogo y en última instancia, el festejo. Los primeros se agrupan bajo el paraguas de lo crítico, los segundos abrazan la corrección de la institución, la oficialidad y lo mainstream. ¿Cómo conviven?

Fefa Vila es tajante: "No conviven". Enseguida se toma un minuto para pensar y matiza sus palabras: "O es una convivencia muy abstracta". Sus primeros pasos como militante LGTBI nacen precisamente al calor de la escisión crítica del movimiento en Madrid. "Yo formo parte de la generación que inicialmente se separó y marcó una línea política e ideológica de transitar caminos separados", rememora. "La Radical Gai se salió de Cogam en los ochenta, marcando una línea política de acción altamente diferente en relación al sida y a la homofobia". La senda que planteaban abrir entonces era la de "un movimiento autónomo que no iba nutrirse ni del dinero, ni de la institución, con una posición antiasimilacionista y antinormativa". Una ruptura total.

Son ellos, los activistas combativos, quienes empiezan entonces a "problematizar las instituciones para ampliar el marco de la democracia y no participar de la homologación". Un ejemplo gráfico: las voces críticas entienden la lucha por el matrimonio homosexual, pero no participan en la batalla. Si han de elegir trinchera, ellos pelean por el fin de la institución del matrimonio, no por reproducirlo. "Estábamos a favor, pero hacíamos una crítica a los procesos de homologación, asimilación cultural y participación institucional a la que se nos invitaba y que nos parecían problemáticas", reflexiona Vila.

Aquellas primeras escisiones marcaron la diferencia a partir de los noventa y se expresaron en todo el siglo que entraría después. "El Orgullo crítico de alguna manera expresa políticamente esas diferencias y marca distancia con el oficial, que sí forma parte del gran triunfo del capitalismo rosa", critica la activista y socióloga. 

Cuando a Uge Sangil, presidenta de la Federación Estatal LGTBI, se le pregunta si comprende las críticas del sector más combativo del movimiento, responde con total sinceridad: "Algunas hasta las comparto". Con el tiempo, la activista canaria ha aprendido que "las críticas se pueden asumir de mil maneras" y que la enmienda a la totalidad por parte de quienes considera sus compañeros no tiene que implicar un conflicto activo. Nadie habla de división del movimiento LGTBI, a pesar de que llevan años incluso manifestándose por separado, no existe una batalla campal entre ambas facciones y el hacha de guerra parece estar enterrada.

Conseguir leyes o transformar el sistema

"Es interesante ver cómo convivimos unos y otros en distintas formas de reclamar derechos", expresa la líder de la Federación, quien entiende que la diferencia sustancial no está en el fondo, sino en la forma. "Salimos a las calles reclamando lo mismo, de distintas maneras. Unos son más disidentes, otros estamos más institucionalizados. Pero nos complementamos". Unos se sientan en mesas de negociación con partidos políticos de todos los colores, los otros se organizan en las calles con la vista puesta en la transformación radical del sistema.

Arnau Arán milita en Crida LGTBI, una organización política independentista, anticapitalista, feminista y antirracista que lucha por la liberación sexual, afectiva y de género. "Es un deber político como organización al margen de las instituciones ser críticos de manera constante", se apresura a decir. En ese sentido, los activistas buscan ir un paso más allá de la mera consecución de derechos formales: "Entendemos que dentro de este sistema no podremos llegar a una liberación completa", así que se impone la "necesidad de romper". 

Arán carga de hecho contra el espejismo de la conquista de derechos en el marco de un sistema que precariza las vidas de los de abajo e impide su emancipación: "Las migajas tienen el objetivo de hacernos creer que está todo conseguido para desmovilizarnos", lamenta. 

También Fefa Vila cree que son dos "líneas políticas totalmente distintas". Una, la oficial, apuesta por "la homologación y la participación" mientras esquiva "la problematización y el conflicto". Se trata de "aparatos asistencialistas" que tienen "su función, para nada irrelevante", pero con una posición totalmente opuesta a la del sector crítico, por una simple cuestión de "ideología, una apuesta en relación al mundo".

Y sin embargo, ambos activistas coinciden en algo: la consecución de leyes como el matrimonio igualitario o la ley trans son también pequeñas victorias. "Son producto de que hemos puesto el cuerpo y hemos arriesgado nuestra vida para conseguirlas. La democracia cambia por asumir esos riesgos sociales", opina la socióloga. Ahí mismo se detiene Arán: "Sabemos que no llegaremos a nuestro objetivo apelando a las instituciones, pero sí valoramos la incidencia política y sí hay que celebrar que tenemos ciertas leyes que son victorias y que reflejan aún más una realidad: que son normas que surgen de la calle, la movilización y la presión de los de abajo".

Mercantilización de la lucha

Eli Pérez, portavoz de la organización viguesa Nós Mesmas, se encuentra en una suerte de término medio. Por un lado, forma parte del Orgullo crítico de su ciudad, pero al tiempo su organización está federada en la red de satélites que orbitan alrededor de la FELGTBI. Nós Mesmas sí está a favor de solicitar subvenciones –aunque critica las trabas burocráticas a la hora de pedirlas y los sesgos a la hora de concederlas– y apoya la colaboración estrecha con las instituciones. No se posiciona en un punto crítico como el que sí asumen las otras voces, pero tampoco termina de encajar en los moldes del Orgullo mainstream

Pérez es especialmente dura con el papel protagonista de AEGAL –Asociación de Empresas y Profesionales para Gays y Lesbianas, Bisexuales y Trans de Madrid y su Comunidad– en la organización del Orgullo, cuya presencia "mercantiliza una lucha y frivoliza las circunstancias que vive el colectivo a diario". AEGAL colabora estrechamente con la Federación Estatal, así que las contradicciones en el seno de la organización viguesa no son pocas. "Estamos federadas, pero no compartimos para nada esa colaboración", asiente la activista, quien presume de ser una entidad "crítica dentro de la Federación".

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Para Sangil, el sentido de participar en el centro del Orgullo es evidente: "No podemos dejar el Orgullo estatal en manos que no sean del colectivo", sentencia. Y Vila replica: "El Orgullo oficial ya lo nutren las empresas y el capital".

Al final, la amistad

Pero las diferencias no hacen perder de vista al enemigo. Todas las voces consultadas hablan de extrema derecha, discursos de odio y violencia contra el colectivo. Y de combatirla construyendo alianzas. "Sabemos de qué lado de la historia tenemos que estar y es la izquierda, los que luchan por los derechos humanos", subraya Sangil. A veces, reconoce, hay que "tragar sapos", pero los activistas saben también que deben "mantenerse fuertes sin perder de vista cuál es el objetivo".

La propia Sangil admite que cada año trata de robarle un rato a las prisas y a la agenda para asomarse a la manifestación de los críticos. Entre sus filas, la activista canaria reconoce los rostros de sus propios amigos. Fefa Vila recuerda las conversaciones y el trato con el mismo Pedro Zerolo. "He conocido a mucha gente en ambos lados, hemos hablado y coincidido en espacios políticos", asiente y Sangil va un paso más allá: "Al final, somos hermanos y hermanas".

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