Cristina Fallarás: "Hay que creerlas, ninguna mujer se levanta con ganas de contar que la violaba su padrastro"

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"En este momento tengo miles de mensajes por leer". Así lo afirma la periodista Cristina Fallarás ante media docena de micrófonos. La escritora ha presentado este miércoles en Madrid su libro No publiques mi nombre, la "síntesis de todo un movimiento", un "retrato de la infamia colectiva de nuestra sociedad", en palabras de Emili Albi, editor de Siglo XXI España. Sus más de trecientas páginas son reflejo de los relatos anónimos que la activista feminista ha recibido en su cuenta de Instagram durante más de un año, la voz de aquellas mujeres que querían narrar la violencia sexual que les atraviesa, siempre bajo una condición: respetar su anonimato.

Aquellos testimonios que han encontrado espacio en el libro son en torno a 1.500, aleatorios y sin ordenar, aproximadamente el 5% del total de su bandeja de entrada. La mayoría, cerca de un 70%, tienen que ver con violencia sexual en la infancia, pero también emergen episodios de violencia en la otras esferas, como la consulta del médico.

Construir espacios para nombrar la violencia

La génesis de la iniciativa hay que situarla allá por 2018. Han pasado seis años desde que la periodista interpelara directamente a todas las mujeres, sugiriéndoles romper el silencio. Lo hacía a través de un imperativo que era, al mismo tiempo, una invitación: #Cuéntalo. Aquello se convertiría enseguida en un revulsivo, el punto de partida para dejar de custodiar la violencia en el oscuro rincón de lo privado y hacer de ella un problema público. Eran los años de las huelgas feministas, años de indignación tras la sentencia de La Manada y de gritos colectivos como el #MeToo. 

"El #Cuéntalo evidenció que necesitábamos relatarnos", rememora Fallarás en una sala de la librería Traficantes de sueños. Fueron años "estudiando y trabajando" el impacto de aquella acción en redes sociales, hasta constatar una gran brecha en los relatos: "Había muy pocas denuncias de mujeres sobre sus maridos, sobre sus jefes y sobre abusos sexuales en la infancia. Era evidente que había mujeres incapaces de narrar mostrando su identidad".

Entonces llegó el #SeAcabó de Jennifer Hermoso y sus compañeras. Ahí Fallarás decidió tender la mano a las mujeres y sus vivencias, servirles de altavoz bajo la promesa de salvaguardar su identidad. Ahora sí, de forma anónima y segura. "Las redes sociales nos ofrecía un espacio de memoria colectiva", remacha.

Lo insoportable y lo tolerado

"Yo nunca había pensado que lo que me hicieron era importante", escribía una de las mujeres que se dirigieron en aquel momento a Cristina Fallarás, "pero si un 'pico' ha provocado todo esto, he entendido que todo cuenta". Hasta aquel momento, razona la escritora en el prólogo del libro, la noción de lo que significaba violencia sexual "permanecía entre las gasas de múltiples silencios", relegada a los márgenes y oculta tras la violencia más extrema, la que sí era visible porque resultaba insoportable. "Los medios y la construcción patriarcal que los sostiene dictan qué es insoportable y qué no. Qué merece ser contado, señalado, y qué no". Y cuando se "señala lo insoportable, se retrata su contrario: lo tolerado". La agresión de Luis Rubiales "hizo añicos la idea de que existen agresiones de primera y de segunda".

Hoy, añade la escritora durante la presentación, "estamos aprendiendo a narrarnos leyendo al resto", exponiendo la violencia sexual, "sea punible o no". El trabajo testimonial, resalta, "no es periodismo ni es denuncia: es la construcción de una memoria colectiva para uso común, para que conste", porque las mujeres "jamás han tenido las herramientas para relatar sus vidas". Ahora, ellas pueden "mirarse en el relato de otras". Otras que, además, no forman parte de ninguna élite, sino que son sus iguales. Y por eso la intencionalidad del libro, plantea su autora, "no es punitiva ni judicial. Lo que me interesa es contar", sostiene.

Poner nombre a los agresores

Pero Fallarás no es ajena a las consecuencias de su iniciativa. La más notable es probablemente la dimisión del ahora exdiputado de Sumar Íñigo Errejón, a quien distintas mujeres han señalado sin nombrarle. La expulsión del exportavoz de la primera línea política, analiza la periodista, evidencia que "han funcionado los mecanismos de denuncia, pero no era la intención de esa cuenta", deja claro.

Fallarás recuerda que el primer #Cuéntalo fue tachado de "blando" por algunas voces, precisamente porque ponía por delante el relato frente al señalamiento del agresor. "Yo siempre decía que necesitábamos nuestros ritmos. Para denunciar violencia sexual necesitábamos un relato sólido y común de lo que era la violencia sexual. Hasta hace poco no lo teníamos", observa. Se refiere también a "aquellas sensaciones que no tienen que ser delito, pero que denotan mecanismos de poder y de violencia psicológica ligada a lo sexual". 

Una idea que construye la propia autora al inicio del libro, donde expresa que "el relato común precede necesariamente a la denuncia" y el conjunto de testimonios "aparece como ineludible y previo a cualquier señalamiento individual en su construcción de una narrativa común".

Creer a las mujeres

Andrea Aldana, periodista especializada en derechos humanos y editora del libro, da cuenta del trabajo de recopilación de los relatos, una tarea que supuso estar "más de doce horas al día leyendo agresiones", lo que hizo despertar abusos propios y ajenos, expone la periodista. "Un trabajo extremadamente cuidado, pero también descarnado".

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A quien lo pone en duda, pero sobre todo a quien cuestiona la veracidad de los testimonios señalando que el anonimato es una fórmula dudosa, responde Cristina Fallarás: "Los testimonios de las mujeres se creen. Porque ninguna mujer se levanta con ganas de contar cómo le violaba su padrastro". A su juicio, "hay un intento de reconstruir el silencio negando la validez de lo que hasta ahora era válido, desde las redes hasta la publicación de un libro".

"Todo iba bien mientras se quedaba en lo privado"

La activista Zinnia Quirós habla en representación del colectivo Acción Comadres, a quien van destinados los beneficios del libro. Una organización fundada por la propia Cristina Fallarás, entre otras militantes feministas, hace tres años. Quirós subraya la agencia de las mujeres para decidir qué hacer con sus vivencias, sea relatarlas o denunciarlas. "Respetemos los tiempos de las víctimas, lo que queremos decir y cómo lo queremos decir". 

"Vamos a usar este dinero para seguir construyendo memoria colectiva, necesitamos llevar esa acción por todo el país, especialmente a las zonas rurales", asiente la activista, quien denuncia la reacción machista. "No quieren que lo hagamos porque no quieren que hablemos. Todo iba bien mientras se quedaba en lo privado, el problema es cuando lo sacamos a lo público. Esto es un punto de inflexión y por eso hay tanto miedo".

"En este momento tengo miles de mensajes por leer". Así lo afirma la periodista Cristina Fallarás ante media docena de micrófonos. La escritora ha presentado este miércoles en Madrid su libro No publiques mi nombre, la "síntesis de todo un movimiento", un "retrato de la infamia colectiva de nuestra sociedad", en palabras de Emili Albi, editor de Siglo XXI España. Sus más de trecientas páginas son reflejo de los relatos anónimos que la activista feminista ha recibido en su cuenta de Instagram durante más de un año, la voz de aquellas mujeres que querían narrar la violencia sexual que les atraviesa, siempre bajo una condición: respetar su anonimato.

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