Cantar al Cristo de los Gitanos Luis Arroyo

Hay ya tres realidades incontestables de la segunda era Trump. Estados Unidos, la clase media norteamericana y la democracia global saldrán más débiles. La fuerza bruta de su mandato ni siquiera hará más ricos a los suyos y cabalgará en la ficción emocional de una identidad americana más fuerte cuyo resultado serán unas economías familiares más pobres. Con Trump podrán sentirse más americanos, más blancos pero no más ricos. Como dice Paul Krugman “No hay que buscar razones a esta locura, no hay ningún plan secreto detrás de los aranceles”. Sin un estudio de los efectos que iba a causar el menú arancelario –ya sea como amenaza a Europa o la realidad del bloqueo comercial a China–, si declaras la guerra a un enemigo, asegúrate de no estar solo. La peor decisión de Trump pasa por conjurar la reacción de todos contra Estados Unidos. Convertir al socio preferente del orden occidental en el principal foco de inestabilidad. Quedarse aislado –o solo con Rusia– en un mundo interconectado no hay manera de que termine bien.
Tanto miedo a la nueva izquierda tras la crisis de 2008 y al final han sido los movimientos ultraconservadores y trumpistas los que han hundido las economías y erosionado la democracia
Para hablar de guerra arancelaria hay que remontarse a 1896, esa edad media del comercio adonde quiere llevar Trump la economía global. Su origen fue rechazar a oligarcas y monopolios, pero fueron las clases industriales quienes terminaron rebelándose contra una carga que les hizo más vulnerables a las subidas de precios. Más de dos siglos después, el MAGAWorld tiene más que ver con la cultura del macho alfa envalentonado que con las clases medias empobrecidas por la desindustrialización.
Es inútil buscar argumentos a la política arancelaria de Trump. Fue Estados Unidos quien dio forma a la globalización. Quien puso las reglas del libre comercio, la manufactura barata y la explotación de recursos de otros países. Disparó su crecimiento y el consumo interno con las reglas del capitalismo neoliberal. La mayor falla fue dejar un Estado de bienestar desprotegido y desregulado. El resultado han sido millones de americanos que no entienden cómo en la primera potencia caen en la indigencia, sin seguro médico, sin ascensor social y a un paso de vivir de los comedores sociales en una caravana. Los demócratas han fallado en no explicar que esa derrota social es el resultado de unas reglas del juego que dejaron desprotegidos a quienes después votaron a Trump y que solo unas políticas públicas progresistas pueden rellenar esa grieta. No hubo una fuga de votos pero sí 77 millones de americanos creyéndose el engaño MAGA.
Tanto miedo a la nueva izquierda tras la crisis de 2008 y al final han sido los movimientos ultraconservadores y trumpistas los que han hundido las economías y erosionado la democracia. El Make American Great Again y la nostálgica vuelta al imperio británico con la salida de la UE llevaron a la pérdida de liderazgo geopolítico y financiero a los dos bloques. El Brexit, Donald Trump y las corrientes ultraconservadoras de repliegue como VOX están haciendo el mundo más pequeño, menos democrático y más frágil. Si lo global no ha ayudado a reducir la desigualdad, los nacionalismos populistas conservadores apelan al voto de las clases medias con políticas que las hacen más pobres. Poco se ha medido el impacto del Brexit, un mal negocio que será superado por la segunda legislatura de Trump.
En el aterrizaje nacional, Pedro Sánchez se está convirtiendo en una voz con peso en una UE de mayoría abrumadoramente conservadora. El viaje a China, coordinado con la Comisión Europea, es el ejemplo de la semana. El PP se ha colocado bien contra los aranceles pero es el único partido conservador de Europa que no ha despejado la incógnita de qué hará con VOX. En realidad, ya lo había hecho tras el pacto en Valencia asumiendo que irían en coalición presupuestaria en Aragón y Murcia. A este interruptus tendrá que darle continuidad. La legislatura Trump es un tsunami permanente y los populares tienen que aclarar dónde van a colocar a los ultras que apoyan el trumpismo. Todo lo que no sea despejar esa equis es una carga.
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