VIOLENCIA MACHISTA

Revictimización, culpa y violencia: el libro sobre el crimen machista de José Bretón llega a las librerías

José Breton durante el juicio por el asesinato de sus hijos en 2011

El Odio (Anagrama, 2025) aterrizará finalmente en las librerías este miércoles. Cualquiera podrá ahora leer los detalles pormenorizados de cómo José Bretón decidió acabar con la vida de sus hijos de seis y dos años para infundir, mediante el acto criminal, el mayor de los daños hacia su víctima, Ruth Ortiz. A partir de este miércoles, la madre de los pequeños podrá toparse de manera fortuita, sin pretenderlo, con el ejemplar en el escaparate de alguna librería de su barrio o entre las manos de algún lector en cualquier parada de autobús. Incluso aunque decida no leer ni una página del libro, la violencia ejercida por su maltratador, quien cumple pena de prisión, ya ha surtido efecto.

El anuncio del libro llegó por sorpresa a los oídos de Ruth Ortiz. El autor decidió no contactar con ella ni antes, ni durante, ni después de escribir las más de ciento setenta páginas de la obra. Ni una llamada. Cuando el anuncio del libro llegó a los medios, la víctima decidió entonces recurrir a la justicia para frenar su publicación, amparándose en que el relato expuesto por el criminal viola la intimidad y el honor de los niños asesinados a manos del padre. Este lunes, el juez rechazó paralizar el libro cautelarmente y aunque la Fiscalía de Menores ya ha anunciado recurso, todo parece indicar que la obra verá la luz según lo previsto.

Extensión de la violencia

Al inicio del libro, el autor reconoce que su propuesta entusiasmó al propio agresor machista. "¿Por qué le entusiasmaba la idea de que yo escribiera un libro sobre él?", se pregunta. Son tres las hipótesis que él mismo plantea. La primera tiene que ver con "el deseo de confesarse a alguien, de curar todos sus demonios con el relato detallado de sus andanzas". El segundo posible motivo para su entusiasmo, escribe Luisgé Martín, "podría ser la vanidad". Y una tercera razón, la que describe como la "más problemática" para él, es que el recluso, "un gran manipulador adiestrado a lo largo de los años, deseaba obtener determinados beneficios del libro sobre su vida". 

Entre las tres razones trazadas, el autor no contempla en ningún momento que el agresor pudiera tener como objetivo seguir ejerciendo violencia contra su víctima. Sin embargo, la propia Ruth Ortiz ha hablado de revictimización y ha dicho haber regresado al punto de partida del duelo tras lo sucedido.

Bárbara Zorrilla, psicóloga especializada en la atención a víctimas de violencia machista, habla de la "reexperimentación traumática" que implica para Ruth Ortiz "revivir aquellos momentos, no sólo desde la pérdida, sino también alrededor de todo lo que vino después: la mala praxis mediática y judicial". Especialmente, recuerda, la pretendida confusión sembrada por el agresor durante la investigación, entorpeciendo la búsqueda de los niños y dilatando la resolución del caso "mintiendo una y otra vez".

La reparación de las víctima no pasa únicamente por el castigo penal, incide la psicóloga, sino por el necesario reproche social. "El simple hecho de que sea debatible y que se pueda opinar en torno al dolor de una madre" alimenta la posibilidad de "volver a extender esa violencia vicaria" contra ella. La violencia, estima la experta, tiene "una intencionalidad: el daño es el instrumento, pero se daña para someter".

La voz y la culpa

"Cuando inicié el proyecto de este libro y la investigación sobre lo que había ocurrido, tomé la decisión –quizás equivocada– de hablar únicamente con José Bretón. Mi propósito era tratar de comprender la mente de alguien que había sido capaz de asesinar a sus propios hijos, y para ello me resultaba distractivo cualquier otro punto de vista, especialmente el de Ruth Ortiz a la que, en cualquier caso, no me habría atrevido a mortificar con indagaciones". Así lo reconoce el autor en su obra: el libro está construido a partir de la decisión consciente y meditada de no hablar con la víctima, omitir una parte fundamental del relato concediéndole todo el protagonismo al agresor machista. Luisgé Martín decide no darle voz a Ruth Ortiz.

"Habría sido posible hablar con ella, darle agencia. Pero no lo hizo y ahora ella pide la retirada del libro, así que el debate se construye a partir de ahí", explicaba la jueza Victoria Rosell en este artículo. Pero además de arrebatarle la voz, el autor también le carga de culpa. Martín narra, hacia el ecuador del libro, uno de los últimos encuentros entre la entonces pareja, ya en proceso de ruptura, una cita en la que el agresor "le entregó un ramo de flores y la larga carta que le había escrito, en la que le prometía rehabilitarse de todas sus culpas y amarla sin reservas por el resto de los días". Ruth Ortiz, dibuja el escritor, "prefirió no leerla delante de él y la guardó para hacerlo luego. Fue la mecha de una bomba exterminadora que él había encendido y que solo Ruth podría apagar telefoneándole a tiempo y mostrando al menos una suave ilusión de apaciguamiento". 

El autor desliza que tal vez la víctima podría haber sido quien de "apagar" la "bomba exterminadora". Es decir, evitar el crimen machista que acabó con la vida de las dos criaturas, desplazando así la responsabilidad hacia los hombros de la víctima y revictimizando a quien hace casi catorce años perdió a sus hijos a manos de su agresor.

Truman Capote y la mente del asesino

El escritor norteamericano Truman Capote, citado de forma reiterada en las páginas de El Odio, tuvo la determinación de introducirse en la mente del asesino para descifrar, analizar y exponer sus razones, gestando una de las obras más importantes del siglo pasado, A sangre fría

Pero Truman Capote no narraba una violencia estructural y endémica, marcada por las relaciones de poder, una violencia que se reproduce de forma cotidiana y que interpela a cientos de miles de víctimas. La violencia de género debe, según las voces expertas, tener un tratamiento diferenciado. Lo explica Emelina Fernández, profesora de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga. Estamos ante una "violencia estructural que emana de la propia sociedad patriarcal" y es la propia sociedad, por tanto, la que "tiene que actuar para que se acabe".

"No es un suceso aislado, no se puede equiparar con un robo u otro tipo de crimen: estamos hablando de la estructura", abunda la docente, al tiempo que insiste en que el agresor está de facto "perpetuando la violencia contra su víctima para seguir haciéndole daño", escenificando de esta manera "el colmo de la violencia vicaria".

Impacto individual y coste social

En el corazón del debate, se encuentra una cuestión puramente jurídica: el interés general, la libertad creativa y de expresión, en colisión con el derecho al honor y la intimidad. Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, propone un vistazo al contexto internacional para analizar las leyes que limitan la publicación de biografías en torno a criminales. En Reino Unido, existen seis parámetros que determinan la decisión de los tribunales al respecto. Y entre ellos, emerge uno clave: el daño que puede producir sobre las víctimas y las familias

En este caso, observa el exdelegado, el impacto personal es evidente, pero además el protagonista pone en cuestión la eficacia del sistema. El libro funciona como una forma de "establecer contacto con la víctima, porque está abordando un tema que sabe que le va a llegar", así que es de facto una manera de pasar por encima de las medidas impuestas por la justicia. Así lo ha resaltado la propia Ruth Ortiz: "Lo estoy viviendo como una ruptura de la orden de alejamiento", una medida que imponía la incomunicación total con la víctima. "Parece que se está burlando de la administración", lamenta Lorente.

Pero el impacto de la obra no es sólo individual, sino que existe también todo un coste social, especialmente en un momento de auge de los discursos negacionistas. El contenido del libro "se va a utilizar para tratar de exponer las situaciones desesperadas en las que llegan a estar los hombres como consecuencia de las mujeres", vaticina el experto, "una parte de la sociedad no va a compartir nunca su decisión de asesinar a sus dos hijos, pero sí van a entender la situación desesperada que vivía para decidir hacerlo".

Volver a las tertulias

Por qué el libro donde José Bretón confiesa su crimen machista revictimiza a Ruth Ortiz

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"Sí hay límites en este tipo de prácticas, lo que no hay es ética y ganas de cumplir las normas. Primero se hace daño y luego que decidan los jueces". La reflexión la hace Patricia Pérez. Ella es la madre de Gabriel Cruz, el niño asesinado en Níjar (Almería) hace ahora siete años a manos de la entonces pareja de su padre. Ramírez libró el año pasado una incansable batalla contra la pretensión de publicar una docuserie sobre el crimen, abriendo con ello una reflexión en torno a la rentabilización del dolor de las víctimas en casos como el suyo.

"Si sale, nos va a hacer un daño público, porque seguramente vuelva a estar en todas las tertulias de las mañanas o de las tardes, en los cafés de muchas personas, que sin querer entienden nuestro caso como espectáculo, que piensan que somos actores, pero esto es nuestra vida", planteó entonces la madre del menor asesinado. Este miércoles, el libro sobre el asesinato de los dos pequeños andaluces llegará a las librerías. El dolor de Ruth Ortiz volverá a ocupar tertulias y la reparación del daño se consolidará como la gran deuda pendiente con las víctimas.

Nota: tras la decisión de no paralizar cautelarmente el libro, su publicación estaba prevista para este miércoles 26 de marzo. Sin embargo, el libro no ha sido distribuido. Durante la mañana de este miércoles, infoLibre contactó con Anagrama. La editorial declina hacer comentarios y anuncia un comunicado "explicándolo todo" a lo largo del día.

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