A escasas semanas de las elecciones europeas, los principales rostros de la extrema derecha mundial se dan cita en Madrid. Teloneados por el representante de la ultraderecha autóctona, Santiago Abascal, estrecharán sus manos líderes como el argentino Javier Milei, la francesa Marine Le Pen, el pinochetista José Antonio Kast y el israelí Amichai Chikli. Tras una pantalla, pero también presentes, estarán los ojos de Viktor Orbán y Georgia Meloni. Lo harán tan sólo unos días después de que centenares de personas salieran a la calle en Buenos Aires para emitir un grito desgarrador por las cuatro mujeres lesbianas víctimas de un brutal ataque que acabó con la vida de tres. Y lo harán mientras cientos de miles de mujeres de todo el mundo ven peligrar no sólo sus derechos formales, sino su integridad física y sus vidas, a consecuencia de los discursos de odio y las políticas de los gobiernos ultraconservadores.
Si el avance de la extrema derecha es una realidad dentro y fuera de las fronteras, el parapeto en las calles se ha configurado también como una respuesta global. Y a la vanguardia, el movimiento feminista. Con la cita del domingo en el horizonte, la capital que la acogerá se ha llenado también de actos tejidos por la sociedad civil organizada. Este viernes, frente a la Embajada Argentina, resonaron los gritos de quienes afirman con un nudo en la garganta que "fue lesbicidio". Se refieren al crimen perpetrado la madrugada del 6 de mayo contra cuatro mujeres lesbianas, después de que un hombre les prendiera fuego y terminara con la vida de tres. "Las prendieron fuego por lesbianas. Las prendieron fuego por lesbianas pobres. Las prendieron fuego por lesbianas pobres haciendo comunidad, haciendo refugio", leyó una integrante del colectivo Asamblea de Lesbianas de Barracas en la movilización de este lunes en el barrio donde se guarecían las cuatro víctimas.
El mismo viernes, el centro social autogestionado La Villana de Vallekas organiza, como parte de unas jornadas más amplias, la charla Feminismos, entramados populares y economías populares, con la feminista Raquel Gutiérrez. Los actos tendrán continuidad el sábado, con la mesa Resistir y crear frente al avance de la ultraderecha, en el anfiteatro del parque Amós Acero. También el sábado, la organización La Plaza Madrid ha llamado a gritar bien alto que "la ultraderecha no es bienvenida", a través de una manifestación en Callao a las 12 horas.
Mientras las voces de extrema derecha construyen sus espacios, la contraofensiva en las calles busca gritar más alto. El mismo domingo, cuando los líderes ultra atraviesen las puertas del Palacio de Vistalegre, distintos colectivos feministas saldrán a las 11h para llenar la Plaza de Colón, un espacio tradicionalmente capitalizado por la ultraderecha en sus actos y movilizaciones. Aspiran no sólo a responder desde los márgenes, sino a ocupar los espacios del enemigo.
Ocupar sus espacios
"Todas a Colón contra el fascismo", reza el cartel de la convocatoria. Sobre los retratos de Giorgia Meloni, Santiago Abascal, Marine Le Pen y Javier Milei, se yergue la silueta de una mujer fuerte, ataviada de verde, el color que representa la lucha por el derecho al aborto y que se popularizó primero en Argentina.
El símbolo no es casual. Entre las convocantes, el movimiento Mi voz, mi decisión, un conglomerado de militantes feministas que buscan blindar el derecho al aborto a nivel europeo y que saben bien cuál es la importancia de tejer alianzas internacionales.
La argentina Patricia Ponce, coordinadora de Organizaciones de Mujeres para la Participación y la Igualdad (COMPI), reconoce el valor del movimiento feminista para pelear siempre desde los márgenes, pero también reivindica la necesidad de escindirse de ellos. "Nos hemos ganado con creces estar en espacios de representatividad" por eso es tan importante que las mujeres "salgan a la calle, se las vea y que se sepa que no van a estar calladitas".
El silencio no es una opción ante el avance de una extrema derecha que ha decidido poner el foco en las mujeres. "Para las extremas derechas, las mujeres y las diversidades sexuales son un objeto de ataque" y en consecuencia "el feminismo" ha sido el "único movimiento capaz de articular estrategias transnacionales" para plantarles cara. Habla la activista argentina Luciana Peker, una de las organizadoras del citado movimiento Mi voz, mi decisión. Si el tejido feminista se ha erguido como muro de contención del fascismo es, precisamente, porque son los derechos de las mujeres los que están de manera más lacerante en riesgo. Los datos, además, indican que son ellas quienes en mayor medida se resisten a dar su apoyo a las opciones ultra en las urnas.
La extrema derecha, asiente la activista, ya es algo más que una amenaza: sus postulados "avanzan, son una realidad" y tienen a las mujeres como "objeto de odio". Su objetivo pasa siempre por "mostrar que quienes más derechos han conseguido en el siglo XXI, son hoy humilladas", especialmente aquellas que "se han atrevido a desafiar al sistema machista y capitalista" ocupando, precisamente, el espacio público.
Coincide Tatiana Romero, historiadora y escritora feminista. "La ultraderecha está en contra de los derechos de las mujeres y además ve en los feminismos a su enemigo más grande", por lo que ha encontrado "el vehículo perfecto para dar rienda suelta a su odio". El avance ultra no es sino la "reacción patriarcal" de quienes temen "perder sus privilegios". En momentos de crisis social o económica, añade la historiadora mexicana, se tiende siempre a "culpar a los mismos cuerpos", sobre quienes recae el odio de los poderosos. Las mujeres, las clases populares, las disidencias LGTBI y las personas racializadas, cita la activista, se convierten así en "chivo expiatorio" de los movimientos ultra. Y por eso se convierten al tiempo en el germen de la respuesta colectiva.
Con la mirada en América Latina
Las mujeres, las feministas españolas organizadas, no avanzan sobre tierra estéril. Al contrario, tienen frente a ellas el ejemplo de otras tantas que han batallado desde las mismas trincheras. La presencia de Javier Milei este domingo en Madrid es un recordatorio no sólo de la amenaza, sino también del valor de la reacción en las calles. "En América Latina la unidad de acción es ejemplar", elogia Luciana Peker, quien apuesta por coger el testigo a este lado del charco. La organización, clama, tiene que llegar desde las bases e independientemente de "los organismos institucionales que no están funcionando como deberían", en tanto que "tendrían que ser mucho más fuertes en el repudio de la extrema derecha".
Tatiana Romero estima que la clave del feminismo latinoamericano como vanguardia está, precisamente, en la toma del espacio público. "Llevamos batallando en las calles décadas", asiente la historiadora, desde la oposición a las dictaduras latinoamericanas hasta hoy, en el corazón de las movilizaciones por el derecho al aborto y contra los feminicidios. Como fruto de esa organización en las plazas, sobrevive un "movimiento feminista de fondo y de calado, fuerte, capaz de construir músculo a nivel mundial", completa Patricia Ponce. Un movimiento feminista que "ha superado guerras, procesos, desplazamientos y que superará a esta extrema derecha".
Por eso hoy es más importante que nunca reconocer que el movimiento que da pie a la "cuarta ola feminista se inicia con el Ni una menos en junio de 2015 o que el paro internacional de mujeres empieza en octubre de 2016" ambos en Argentina. "Siempre es importante reconocer el valor y el aprendizaje de América Latina y de Argentina en particular", insiste Peker, pero hoy cobra más sentido ese reconocimiento, en un contexto de retroceso en el país latinoamericano.
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"La extrema derecha ataca al movimiento feminista, elimina el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, quita el programa de prevención de embarazo adolescente, hay un lesbicidio triple, aumentan los femicidios y además nos estamos quedando casi sin libertad de expresión", por eso es fundamental que las feministas españolas "reconozcan el aprendizaje, para que no dejen solas" a sus compañeras argentinas y no les "suelten la mano cuando la extrema derecha las acorrala".
Y si en algo coinciden las voces pulsadas, es en la necesidad de empezar a trabajar en red y de forma transversal, con el objetivo de acumular fuerzas. "Tenemos que tener conciencia de que nos va la vida en esta lucha, el feminismo es una lucha por la vida, porque las mujeres no seamos asesinadas por el simple hecho de ser mujeres, lesbianas o clase trabajadora", reflexiona la historiadora mexicana, e insiste en la necesidad de "tejer grandes redes de resistencia y sostenimiento".
Los actos que orbitan alrededor del evento ultra de este domingo, no terminan el fin de semana. Al contrario: tienen vocación de continuidad, precisamente porque la extrema derecha no tiene previsto echar el freno. El mismo martes, la Fundación Anselmo Lorenzo acogerá el acto Un grito global: feministas frente al laboratorio neoliberal del gobierno Milei. "Somos muy fuertes, somos más que ellos, pero si podemos plantarles cara sólo va a ser con todas y cada una de las mujeres poniendo el cuerpo", sentencia Romero.
A escasas semanas de las elecciones europeas, los principales rostros de la extrema derecha mundial se dan cita en Madrid. Teloneados por el representante de la ultraderecha autóctona, Santiago Abascal, estrecharán sus manos líderes como el argentino Javier Milei, la francesa Marine Le Pen, el pinochetista José Antonio Kast y el israelí Amichai Chikli. Tras una pantalla, pero también presentes, estarán los ojos de Viktor Orbán y Georgia Meloni. Lo harán tan sólo unos días después de que centenares de personas salieran a la calle en Buenos Aires para emitir un grito desgarrador por las cuatro mujeres lesbianas víctimas de un brutal ataque que acabó con la vida de tres. Y lo harán mientras cientos de miles de mujeres de todo el mundo ven peligrar no sólo sus derechos formales, sino su integridad física y sus vidas, a consecuencia de los discursos de odio y las políticas de los gobiernos ultraconservadores.