Sumar más que el conjunto de las partes Cristina Monge

¿Qué relato contaremos de esta época a nuestros hijos? ¿Les hablaremos de cómo intentamos construir una vida sobre la precariedad? ¿De cómo nos enfrentamos a las políticas reaccionarias que amenazaban las democracias? ¿De cómo las relaciones empezaron a ser líquidas? ¿O no seremos capaces de ir más allá de lugares comunes y frases vacías?
Si seguimos por este camino de ruido y anestesia, corremos el riesgo de que nos pase lo segundo. Se ve muy bien en la música. La industria arrastra a muchos artistas, sobre todo a los más jóvenes, a componer canciones pensando en los 15 segundos que se harán virales en TikTok, en sonar en la radio comercial y en entrar en los rankings de Spotify. Y, claro, contar una historia que deje poso y no pase de moda con estos condicionantes es complicado.
Algunos, los menos, se atreven a ir contra la lógica de los tiempos y rechazan participar en este modelo, intentando hacer las cosas a fuego lento y pensando en el largo plazo. Sin renunciar a lo que son y a lo que fueron. Y mira que hay que ser osado para, en la época del autotune y las bases prefabricadas, meter a una orquesta sinfónica en un estadio como el Movistar Arena de Madrid, antes Wizink Center. Es lo que hizo el viernes Ismael Serrano.
Durante más de dos horas, tocó algunas de sus mejores canciones, la mayoría de más de 4 minutos de duración, arropado por la epicidad de los violines, los xilófonos o los clarinetes. Reivindicó la bondad, la pausa, el pensamiento crítico. Abrazó a los amigos que cantaron con él. Y el público, en lugar de grabar y compartir todo al momento, prestó atención a cada palabra que salía por su boca. Se creó una atmósfera de emoción comunicante.
Quiero creer que empezaremos a valorar más a quienes se dedican a construir un relato compartido que, dentro de unos años, nos contará mejor como país y sociedad que cualquier meme o ‘reel’ de Instagram
Y cuando llegó el momento de interpretar un clásico de su repertorio, la canción con la que empezó todo, Papá, cuéntame otra vez, Serrano explicó: “El tiempo pasa y ahora como padres nos preguntamos si hemos sido capaces de escribir un relato para nuestros hijos, pero estamos a tiempo, porque a veces, se abren ventanas de oportunidad en las cuales lo impensable se hace posible”.
Precisamente él ha escrito durante tres décadas una historia generacional. Porque sus canciones son poemas que reflejan un mapa sentimental, social y político de la historia de España, pero también la de cada uno de nosotros: los anhelos, el paso del tiempo, las alegrías, los problemas, la complejidad de las relaciones, la emoción de las primeras veces…
Quiero creer que, poco a poco, empezaremos a valorar más a quienes se dedican a construir un relato compartido que, dentro de unos años, nos contará mejor como país y sociedad que cualquier meme o reel de Instagram. Por muy trendy que hayan sido. Valorar a los que hacen posible lo impensable, como ver una orquesta sinfónica sonando en el Movistar Arena. Ya lo dice el cantautor: “creer no es suficiente, pero sí necesario”. Y en estos tiempos inciertos, más que nunca.
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