El debate no son las armas Pilar Velasco

Estados Unidos tiene un problema. Cuando se analizan las agresiones que Donald Trump lanza contra el sueño europeo, conviene entender, empezar por entender, que Estados Unidos tiene un problema interior grave. Después de la intervención ofensiva de James David Vance, vicepresidente norteamericano, contra el sueño europeo, me interesó buscar y leer su libro Hillbilly, una elegía rural. Memorias de una familia y una cultura en crisis (Ediciones Deusto, 2017). Entendí muchas cosas al descubrir la experiencia personal de alguien nacido en un territorio muy agredido por la crisis económica. También entendí lo que supone la invitación reaccionaria del pensamiento neoliberal a la hora de interpretar las crisis sociales. Encontrar tiempo para leer siempre ayuda.
Vance nació en un pueblo de Ohio condenado a la pobreza. El cierre de sus industrias degradó hasta el extremo a las clases bajas y medias, causando pobreza, humillación, miedos, odios y adicciones. Vance nos cuenta con sinceridad los problemas de un niño que sufre la fuga de su padre y las drogas de su madre, una mujer que va de hombre en hombre, de delirio en delirio y de clínica en clínica. Conoce el amor de sus abuelos maternos, eso sí, a los que les debe la supervivencia. Estos abuelos representan una nueva versión del Oeste salvaje. Ante cada problema con los vecinos, no dudan en buscar el rifle y disparar contra cualquiera que se atreva a llevarle la contraria a su familia. El amor a una identidad se funda en saber odiar y disparar a los otros. Los sentimientos de una buena abuela son inseparables de la violencia.
Una cosa importante: el fracaso de los pobres sin futuro es culpa de ellos mismos. No hace falta buscar responsabilidades sociales, ni pensar que la acumulación de riquezas de unos pocos desata el empobrecimiento de la mayoría. Cada individuo es responsable de su propio destino y las ayudas sociales de los gobiernos suelen ser malas estrategias que sólo sirven para agravar los problemas. Se trata de “trabajar duro”, soportar las crisis e intentar sobrevivir. Tal vez así se llegue al triunfo. Ese es el sueño americano. James David Vance, gracias a la educación en los marines, más que a su antipática experiencia escolar, consiguió entender lo que significa el “trabajo duro”, entró en Yale, encontró una buena mujer y se hizo abogado.
Triunfar es ganar mucho dinero, algo que permite llegar a senador o vicepresidente. James David Vance tiene derecho a sentirse orgulloso de sí mismo, sólo debe cuidar su carácter para que una vez llegado a la élite no le influyan los malos recuerdos y los defectos propios del mundo bajo en el que nació. Es una manera de entender el mundo.
Acabar con el sueño europeo, empobrecer a Europa y facilitar la consolidación de la extrema derecha, al tiempo que se desarticulan las instituciones internacionales, es una tarea necesaria en la lógica de los millonarios norteamericanos y sus bulos
Otro norteamericano, el lingüista Noam Chomsky, también me ayudó a entender la cultura de los Estados Unidos. Entre sus meditaciones sobre la capacidad innata del lenguaje y la libertad de expresión, avisó de los mecanismos propios de la manipulación masiva. Nada mejor que inventarse un enemigo ajeno para dominar a una sociedad. El empobrecimiento grave de los EE.UU que provocan las élites millonarias no se debe a los negocios sin límite, sino a peligros externos. El corazón criminal de los migrantes es un buen ejemplo.
Pero los migrantes no bastan en un país como los EEUU, acostumbrado a identificar su bienestar con las realidades imperialistas. Cuando el malestar interior crece, resulta imprescindible identificar también a sus enemigos exteriores para devolverle a la humillada población la fe perdida en el sueño americano. En este proceso la política sobra, puede ser sustituida por líderes que han “trabajado duro” para hacerse triunfadores, aunque sus métodos los hayan convertido a veces en delincuentes. Así que además de liquidar el Estado, suprimir la vigilancia sobre la corrupción en los negocios, suspender ayudas y despedir de forma masiva a trabajadores sociales, se necesita también identificar un enemigo extranjero. ¡Cuidado con un mundo en el que la solidaridad exterior puede empobrecer las ganancias imperialistas!
Este sueño americano es incompatible con el sueño europeo nacido después de la Segunda Guerra Mundial. La democracia social basada en el respeto a la igualdad, la libertad y la fraternidad, es ahora un mal ejemplo, más peligroso que las dictaduras y las prepotencias invasoras.
Acabar con el sueño europeo, empobrecer a Europa y facilitar la consolidación de la extrema derecha, al tiempo que se desarticulan las instituciones internacionales, es una tarea necesaria en la lógica de los millonarios norteamericanos y sus bulos.
Habrá que “trabajar duro” para impedirlo. Memorias de una familia y una cultura en crisis. Y encontrar tiempo para leer siempre ayuda.
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