Cambio climático
El cambio climático y la 'tormenta perfecta': los científicos temen que un verano intenso agrave los efectos de la pandemia
El cambio climático no solo aumenta las temperaturas medias del planeta: también hace más frecuentes e intensos los llamados eventos meteorológicos extremos. Sequías, olas de calor, superincendios forestales, tormentas, huracanes, ciclones. El Hemisferio Norte está a punto de entrar en el verano, como estamos comprobando estos días en España, y científicos de todo el mundo han publicado un informe en el que advierten de que el estío de 2020 será especialmente prolífico a la hora de agravar estos fenómenos. Nunca es un buen momento para ello, pero la pandemia de covid-19 y el confinamiento que ha dejado a economías de medio mundo tiritando provocan que los efectos del calentamiento global sean especialmente preocupantes.
"Los eventos meteorológicos extremos provocados por el cambio climático se están convirtiendo en una crisis habitual para algunos países. Pero el sufrimiento humano que cabe esperar en naciones que intentan responder a ello mientras sobrellevan el covid-19 estará a otro nivel", asegura uno de los firmantes del documento, el director del comité de expertos de Nairobi Power Shift Africa, Mohamed Adow. La advertencia, emitida por organismos como Christian Aid, el Centro Internacional de Cambio Climático y Desarrollo (ICCCAD, siglas en inglés) Cruz Roja o el Climate Centre, entre otros, asegura que es posible que 2020, una vez más, vuelva a batir todos los récords de temperatura, y las consecuencias serán tristemente visibles. Ya hay evidencia de que los eventos extremos podrían ser más extremos en los próximos meses: "India y Bangladesh ya han sufrido su primera tormenta ciclónica importante del año, el ciclón Amphan, uno de los más fuertes que la región ha sufrido jamás". La temporada de huracanes en los Estados Unidos y el Caribe será también especialmente intensa. El país norteamericano ha sufrido un aumento del desempleo histórico: no está en la mejor situación para resistir el golpe de una catástrofe natural.
Además, los fondos "que se utilizan normalmente para proteger a personas en situaciones de emergencia" estarán menos disponibles, ya que se están dedicando a atender la emergencia sanitaria. Pero más allá de la debilidad de las economías consecuencia de la pandemia y el confinamiento, el informe advierte que los servicios de emergencia pueden estar especialmente debilitados a la hora de atender a los afectados. Y los refugios en los que atender y alojar a personas que lo han perdido todo podrían convertirse en focos de transmisión comunitaria, debido a que es difícil mantener la distancia física. "Se han realizado ajustes con éxito, por ejemplo durante las evacuaciones para el ciclón Amphan la semana pasada, pero estos complican aún más los retos a los que se enfrentan las comunidades vulnerables y los equipos de respuesta inmediata", aseguran los expertos.
"Muchas personas, sobre todo las más vulnerables, quizá no estén dispuestas a abandonar sus hogares para exponerse al virus, lo cual les dejaría más expuestos a sufrir temperaturas elevadas y tormentas. En algunos países, los servicios sanitarios, ya sobrecargados al máximo, no serán capaces de dar abasto con un repentino aumento de demanda, mientras que los bomberos podrían verse en dificultades para combatir incendios forestales durante un brote del virus", añaden los científicos firmantes. Las medidas a las que obliga la pandemia, en definitiva, y la saturación de los servidores públicos para combatirla, son poco compatibles con una catástrofe natural agravada por el cambio climático.
"Nuestra vulnerabilidad se ve aumentada por la pandemia actual al vernos forzados a combatir crisis simultáneas y enfrentarnos a mayores restricciones en la infraestructura de la salud pública, limitando nuestra habilidad de mitigar daños y riesgos para la salud. Es un recordatorio de que el cambio climático es un multiplicador de riesgos, que empeora casi todos los demás peligros a los que nos enfrentamos", explica el catedrático Michael Mann, director de Earth System Science Center, citado por el comunicado. El documento insiste en la necesidad de una "recuperación verde", con cada vez más espacio en el debate público europeo, como la única vía de urgencia para evitar que cada año sea peor que el anterior. Sin desligar la problemática medioambiental de la pandemia.
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Los incendios forestales son, en España, el perfecto ejemplo de la mezcla explosiva de cambio climático y pandemia global. "Entre los efectos de las temperaturas más elevadas se encuentran olas de calor más duraderas, más calurosas y frecuentes, que también aumentarán el riesgo de incendios forestales", recuerda el documento. La vicepresidenta cuarta de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, recordó en su comparecencia para explicar la Ley de Cambio Climático que nuestro país es especialmente vulnerable al calentamiento global por los fenómenos extremos. Citó las trombas de agua que caen cada dos por tres en la costa este de la Península, cada vez más fuertes: pero el fuego en los bosques es otra consecuencia preocupante. En Gran Canaria lo saben bien.
Se espera un verano caluroso a nivel global, pero también en la Península y las islas. La Agencia Española de Meteorología (Aemet) prevé que las temperaturas durante junio y julio sean superiores a la media (aún no están disponibles los datos de agosto). Los altos grados del termómetro, junto al aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor, son la mecha que prende el fuego. Ahora, antes y siempre. Pero en 2020, la vulnerabilidad derivada del confinamiento y el coronavirus es mayor. "El caldo de cultivo para un verano de incendios forestales está en la mesa. El coronavirus se ha colado por la puerta de atrás y la previsión de fuegos en los montes aumenta", explica en esta tribuna Tomás Azcona, piloto de extinción de incendios.
Los factores que llevan a esa conclusión son varios. La primavera, explica, ha sido lluviosa y a la vez calurosa, lo que aumenta la vegetación de los bosques y, por tanto, el combustible de un superincendio. Las labores de prevención, que entre otras tareas incluyen la retirada de esa vegetación muerta y altamente inflamable, han caído, pese a que los expertos lleven años reclamando que deben dedicarse más recursos a anticiparse, en vez de a extinguir. "Madrid, al menos, ha contado con un mes menos de la limpieza de estos combustibles en los cortafuegos habituales, por ejemplo. En Castilla-La Mancha, por ejemplo, he podido comprobar en primera persona que su invierno ha sido desinfección de residencias de mayores por el coronavirus", explica Azcona. A causa del confinamiento, además, las brigadas están menos entrenadas y los pirómanos, pronostica, tienen más ganas de salir a ver el bosque arder. "¿Estamos preparados?", se cuestiona.