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Chile: 40 años sin Allende

La portada de Triunfo colgaba en los quioscos españoles con un fondo negro y unas letras mayúsculas inmensas, en color blanco, que decían simplemente Chile. Aquella portada simbolizaba magistralmente el luto de todos los demócratas españoles por el final sangriento de la vía chilena al socialismo, de aquel primer experimento en la historia de una toma del poder de la izquierda marxista a través de las urnas. Éramos jóvenes, muy jóvenes, en septiembre de 1973 y aquellas imágenes del palacio de La Moneda bombardeado, de un presidente Salvador Allende con casco mirando al cielo y de los militares golpistas desplegándose en Santiago nos conmovieron de tal manera que 40 años después siguen muy vivas en nuestra memoria. Del mismo modo resuena todavía en nuestros oídos aquel discurso de Allende, un médico socialista honesto, desde Radio Magallanes, con esa voz quebrada y firme a la vez, que terminaba con una frase que estremecía: “Más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Atrás quedaron en Chile las canciones de Víctor Jara y los poemas de Pablo Neruda, confinados en campos de concentración y en estadios de fútbol habilitados como prisiones. Llegó una despiadada represión de la mano del siniestro general Augusto Pinochet y los demócratas chilenos se vieron condenados al exilio, la cárcel o el paredón de fusilamiento. Una dictadura, amparada por Estados Unidos, machacó a aquellos campesinos, obreros e intelectuales que Allende había evocado en su último discurso hasta que comenzó a cambiar el viento de la historia en América Latina y Pinochet perdió, contra todo pronóstico, un referéndum que había convocado en 1990 para perpetuarse en el poder. Entretanto, supimos de la dictadura chilena a través de La casa de los espíritus, de la novelista Isabel Allende, sobrina del presidente; o de la película Missing, de Costa Gavras.

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Llegó la transición democrática a Chile y los enemigos de antaño se reconciliaron. Presidentes elegidos en las urnas ocuparon La Moneda. Cuatro décadas después de aquel 11-S de 1973, Chile transita por una vía democrática, al igual que la mayoría de países latinoamericanos. A pesar de las desigualdades y de los déficits democráticos, Chile camina por esas alamedas de futuro que anunciara Allende. Y el mejor homenaje ya ha sido escrito y cantado por Pablo Milanés. “Yo pisaré las calles nuevamente / de lo que fue Santiago ensangrentado / y en una plaza liberal / me detendré a llorar por los ausentes”.

La portada de Triunfo colgaba en los quioscos españoles con un fondo negro y unas letras mayúsculas inmensas, en color blanco, que decían simplemente Chile. Aquella portada simbolizaba magistralmente el luto de todos los demócratas españoles por el final sangriento de la vía chilena al socialismo, de aquel primer experimento en la historia de una toma del poder de la izquierda marxista a través de las urnas. Éramos jóvenes, muy jóvenes, en septiembre de 1973 y aquellas imágenes del palacio de La Moneda bombardeado, de un presidente Salvador Allende con casco mirando al cielo y de los militares golpistas desplegándose en Santiago nos conmovieron de tal manera que 40 años después siguen muy vivas en nuestra memoria. Del mismo modo resuena todavía en nuestros oídos aquel discurso de Allende, un médico socialista honesto, desde Radio Magallanes, con esa voz quebrada y firme a la vez, que terminaba con una frase que estremecía: “Más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

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