Sobre las 22 horas del sábado, la 24° cumbre del clima de Katowice, Polonia, llamada a poner en marcha lo pactado en París hace cinco años, puso su punto y final ante la resignación general de todas las partes, que consideran que ha sido el mejor acuerdo posible dados los obstáculos. El objetivo inaplazable se ha cumplido: poner en marcha un libro de reglas que estandarice los formatos mediante los cuales los países reducirán su huella ecológica. La parte técnica, de cara a la puesta en marcha del Acuerdo de París en 2020, se ha acordado: pero no se ha logrado consensuar un esfuerzo coordinado de todas las partes para hacer frente a las urgencias climáticas. El fracaso o el éxito son siempre subjetivos, pero hasta quienes hablan de "éxito" en esta cumbre, como el comisario europeo de Clima y Energía, Miguel Arias Cañete, lo hacen condicionados: "El éxito aquí también significa éxito para el orden global basado en reglas, en un momento en que el multilateralismo se enfrenta a un desafío tan feroz", aseguró el ex ministro español.
El "desafío feroz" lo han representado en esta COP los pertenecientes a un nuevo eje del mal, en términos climáticos: las potencias petroleras –Kuwait, Rusia, Arabia Saudí– y el que sigue siendo uno de los países más poderosos del planeta, regido por un Gobierno abiertamente negacionista: Estados Unidos. Se han negado hasta el final a incluir en el texto un reconocimiento de las evidencias científicas que aseguran que un escenario de calentamiento global mayor a 1,5º es demasiado peligroso. El plenario final estaba previsto, en principio, para las 15 horas del viernes, pero fue retrasándose continuamente. A la presión de estos países se les unió un aliado esperable: Brasil, ya bajo el mandato del ultraderechista Jair Bolsonaro. Rechazó una reforma del mercado de carbono, el mecanismo para contabilizar reducciones de emisiones a base de comprar derechos, que evitara trampas contables y esfuerzos de cara a la galería. El debate sobre este punto en concreto ha sido pospuesto a 2019.
Tal y como se preveía, el rulebook o libro de reglas, que tiene como objetivo que todos los países firmantes del Acuerdo de París participen en las mismas condiciones y se estandaricen los formatos de las reducciones, ha salido adelante, pero fatídicamente recortado. "Han eliminado las partes más contradictorias y han reducido la carga política, para facilitar la visión más técnica" y poder llegar a un consenso fácil, asegura el responsable de Cambio Climático de Ecologistas en Acción y enviado de la organización a la COP, Javier Andaluz. Según una recopilación de Carbon Brief, las referencias del libro de reglas al artículo 4 del Acuerdo de París, acerca de las Contribuciones Determinadas Nacionales (NDC’s, siglas en inglés) han pasado de 567 en el borrador que se trabajaba en octubre a 19 en el que se publicó el viernes 14 de diciembre.
"Lo del libro de reglas no es una cuestión problemática. Que exista un mecanismo de funcionamiento es lo normal. La cuestión es para qué objetivos queremos ese mecanismo. ¿Para llegar al Acuerdo de París o para ir más allá?", se preguntaba el coportavoz de Equo Juantxo López de Uralde, uno de los pocos diputados del Congreso español que ha estado de cuerpo presente en Polonia. Los NDC’s son la clave. Los esfuerzos de cada país en reducir su huella ecológica son la diferencia entre una cumbre del clima exitosa y un fracaso, entre una acción climática que mitigue los peores efectos del cambio climático y otra que nos lleve a bordear unos terribles 4 grados a mediados de siglo. El diálogo de Talanoa, la herramienta de conversación entre las partes para llegar a acuerdos que sean vinculantes para alcanzar mayores y mejores compromisos, para aumentar la ambición de las contribuciones de los Estados, se cerró el pasado jueves sin nada en claro. "El tema de la ambición está perdido ya", contaba a infoLibre el viernes Andaluz, "y es el gran error".
La evidencia científica pierde la batalla
La cumbre ha estado marcada por el reciente informe del IPCC, el grupo de expertos de cambio climático designado por las Naciones Unidas, que alertaba de las consecuencias de un calentamiento global por encima de los 1,5 grados y aseguraba que solo tenemos de margen hasta 2030 para limitar la subida de las temperaturas hacia un escenario manejable. Arabia Saudí, Estados Unidos, Kuwait y Arabia Saudí han bloqueado hasta el final la completa asunción de lo expuesto por los científicos en el documento final de la COP de Polonia. "En el documento, apenas hay una hoja de todo lo referente al IPCC", lamenta Andaluz. Lo que exigían las organizaciones y buena parte de países es que no solo se "salude" y se haga referencia a las conclusiones del estudio, sino que se establezcan como objetivo, pasando de los 2 grados en 2100 que establecía el Pacto de París de 2015 al grado y medio a corto plazo que recomendaban. Y, acto seguido, obligar a los países a que sus contribuciones sigan esta línea. El documento consensuado por todas las partes ha pasado de un hierático "observa", en referencia al trabajo del grupo de expertos internacional, que se manejaba el pasado viernes, a un "reconoce y da la bienvenida", pero sin ser vinculante para nada. "La formulación final del texto simplemente anima a los países a tener en consideración los resultados del informe y elimina del texto anterior que hacía una referencia numérica en torno a las reducciones necesarias", asegura el activista.
Las Contribuciones Determinadas Nacionales, tal y como están elaboradas a día de hoy, nos llevan a un calentamiento global cercano a los 4 grados y solo Gambia y Marruecos cuentan con unos compromisos compatibles con un cambio climático, en la medida de lo posible, benigno. Para presionar al mismo nivel que los países negacionistas o las potencias petroleras, la última semana de la COP vio nacer la llamada High Ambition Coalition (en español, coalición de la alta ambición), formada por la Unión Europea y decenas de países a título individual, entre ellos España. Sus principales reclamaciones han sido tres: una, que el informe del IPCC fuera "el centro" del texto final resultante; que se aumentara la ambición de los países en consecuencia; y que el libro de reglas afronte el Acuerdo de París "en su totalidad". No lo han conseguido. Es la primera vez, en la historia de las cumbres climáticas desde el hito de 2015, que los países dejan de alinearse entre desarrollados y no tan desarrollados y el eje cambia: ahora son los conocidos como el eje del mal –petroleros y negacionistas– contra los demás.
Financiación climática
Como en la pasada cumbre de Bonn, la financiación climática, el apoyo de los países más ricos –y más culpables del cambio climático– a los Estados con menos recursos, ha marcado buena parte de las negociaciones. Los países del Sur global han estado presionando hasta el último momento para que el ámbito conocido como Loss and Damage (Pérdidas y Daños) se incluya como un capítulo principal y no como una nota al pie de página del documento final. Se trata de compatibilizar, a la hora de transferir recursos de los países ricos a los más pobres, los estragos que cause el aumento de los fenómenos climáticos extremos, aumentados en frecuencia e intensidad por el cambio climático: huracanes, sequías, temporales… Incluir estos casos en el apartado de la financiación implica una mayor transferencia de recursos. Los avances, en este sentido, han sido discretos. El reconocimiento de las Pérdidas y Daños tiene mayor peso en el documento final que en otras versiones que se han trabajado durante la última semana. Pero dista de ser un consenso que agrade a los países en desarrollo. "La falta de claridad respecto a cómo se culminará la provisión del Fondo Verde para el Clima –la principal herramienta de financiación climática– ha dejado en desamparo a muchos países, entre ellos España. Estos territorios sufrirán enormes consecuencia por la incapacidad de alcanzar herramientas lo suficientemente contundentes para frenar el cambio climático", considera Ecologistas en Acción.
Ha tenido peso el viraje de China. En la pasada cumbre del clima, de Bonn, encabezó la lucha de los países en vías de desarrollo –en términos industriales– y presionó para que los países más ricos siguieran unas reglas más exigentes, al ser los mayores culpables del cambio climático. El jueves cambió de bando: se unió a la Unión Europea y a su petición de que las reglas sean uniformes e iguales para todos.
El papel de España
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En la previa de la cumbre del clima de Katowice nos hacíamos eco de un detalle que evidenciaba el viraje del Gobierno español con respecto a la acción climática. El anterior presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no se presentó en la cumbre del clima de Bonn. El actual, Pedro Sánchez, estuvo en la apertura del evento. Pero las diferencias entre el papel del Ejecutivo conservador y el socialista han ido más allá. La ministra de Transición Ecológica de España, Teresa Ribera, ha tenido un papel destacado en las negociaciones de última hora. No solo ha estado, sino que se ha mojado. España ha formado parte de la High Ambition Coalition y la miembro del Ejecutivo ha hecho llamamientos prácticamente todos los días a conseguir un acuerdo con más pretensiones. En base a su experiencia, fue nombrada negociadora por Naciones Unidos durante la segunda semana, en representación de los países más desarrollados, para llegar a un acuerdo en materia de transparencia confrontando con su homólogo de Sudáfrica. "El papel de España ha sido de ser un lastre, que solo se sumaba a los acuerdos si todo el mundo se sumaba, a ser uno de los países que está tirando hacia adelante. Es bastante satisfactorio", valoró López de Uralde.
Una cumbre tensa
El hecho de que según el IPCC solo queden 12 años (contando el que está a punto de acabar) para hacer frente a las peores consecuencias del cambio climático, que no quede apenas margen para reconducir unas contribuciones nacionales muy mal encaminadas y que 2020 sea el año límite para llevar al papel los Acuerdos de París, se ha notado en el clima continuo de crispación que ha acompañado toda la cumbre, prácticamente desde su comienzo. Los países insulares ya no hablan de una preocupante subida de nivel del mar: hablan, directamente, de "extinción". Se han reportado casos de activistas climáticos expulsados de Polonia al estar fichados por las autoridades del país como potencialmente peligrosos. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, volvió a Katowice a mediados de la segunda semana, alertando de los peligros de no llegar a un acuerdo suficientemente convincente por el "egoísmo" y la "irresponsabilidad" de algunos países. La sociedad civil se ha hecho oír más que nunca: interrumpiendo conferencias y protagonizando sonoras protestas en las que lo más escuchado era un verbo frasal anglosajón: rise up. Traducible como álzate, levántate, rebélate: ante la inacción fatal, un año más, de los gobernantes del planeta.
Sobre las 22 horas del sábado, la 24° cumbre del clima de Katowice, Polonia, llamada a poner en marcha lo pactado en París hace cinco años, puso su punto y final ante la resignación general de todas las partes, que consideran que ha sido el mejor acuerdo posible dados los obstáculos. El objetivo inaplazable se ha cumplido: poner en marcha un libro de reglas que estandarice los formatos mediante los cuales los países reducirán su huella ecológica. La parte técnica, de cara a la puesta en marcha del Acuerdo de París en 2020, se ha acordado: pero no se ha logrado consensuar un esfuerzo coordinado de todas las partes para hacer frente a las urgencias climáticas. El fracaso o el éxito son siempre subjetivos, pero hasta quienes hablan de "éxito" en esta cumbre, como el comisario europeo de Clima y Energía, Miguel Arias Cañete, lo hacen condicionados: "El éxito aquí también significa éxito para el orden global basado en reglas, en un momento en que el multilateralismo se enfrenta a un desafío tan feroz", aseguró el ex ministro español.