Siria
El Ejército sirio vuelve a bombardear el manantial del que depende el agua de Damasco
El Ejército sirio volvió a desencadenar ataques aéreos en el río Barada, una de las principales fuentes de agua de la capital, Damasco, a pesar de las advertencias de la ONU sobre la escasez de agua potable en la ciudad, que podría originar una epidemia de enfermedades, en los niños en particular.
Según Europa Press, Barada es un punto caliente al tratarse de una posición fuertemente defendida por los rebeldes. El Gobierno sirio declaró que su intención es la de controlar el valle para garantizar el suministro de agua pero los rebeldes les acusan de intentar alcanzar por la fuerza lo que no consiguieron con la negociación, en el marco de los acuerdos que el Gobierno y la oposición están firmando para despejar los alrededores de la capital.
Los bombardeos, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, se reanudaron así este domingo por la mañana tras el fracaso de las negociaciones del sábado, donde se discutió la posibilidad de reparar las muy deterioradas instalaciones hídricas que permitían el trasvase de agua desde el río a los hogares de Damasco.
El Gobierno manifestó que los bombardeos volvieron a comenzar porque miembros del antiguo Frente al Nusra abrieron fuego contra los equipos de reparación del acueducto, mientras que activistas locales desmintieron categóricamente que el equipo de ingenieros designado entrara en algún momento en el valle.
Miles de niños en peligro
Miles de niños de Damasco se encuentran en grave peligro de padecer enfermedades dadas las restricciones de agua potable que asolan desde hace dos semanas la capital de Siria, según Naciones Unidas.
"Estamos gravemente preocupados por el riesgo de enfermedades de transmisión por el agua entre los niños", reconoció el portavoz del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, Christophe Boulierac, tras conocer que los dos principales suministros de agua para la capital, Barada y Ain el Fijah, se encuentran inhabilitadas por "ataques deliberados".
Naciones Unidas declinó identificar a los responsables de estos ataques.
Algunos barrios de Damasco solo disfrutan de agua durante dos horas cada tres o cuatro días y muchos de los residentes están comprando botellas a vendedores ilegales que no garantizan la calidad del líquido.
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El asesor humanitario de la Misión de la ONU para Siria, Jan Egeland, advirtió ayer de que la negación de agua o los ataques deliberados contra líneas de suministros de agua constituyen un crimen de guerra. Asimismo, lamentó la enorme dificultad que supone reparar las fuentes de agua por "una red de obstáculos" compuesta por la lentitud burocrática de las instituciones sirias, por no mencionar los ataques entre rebeldes y fuerzas progubernamentales.
"El equipo de Unicef que visitó Damasco ayer ha descubierto que la mayoría de los niños deben caminar durante media hora hasta la mezquita o fuente pública más cercanas y tienen que guardar dos horas de cola a pesar de las temperaturas bajo cero", lamentó el portavoz Boulierac.
Para aliviar este problema en la medida de lo posible, Unicef entregó generadores para bombear hasta 200.000 metros cúbicos de agua diarios, una cantidad que se antoja insuficiente para los tres millones y medio de hombres, mujeres y niños que viven en Damasco.