La extrema derecha francesa se ha mostrado a favor de fijar en la Constitución el derecho al aborto, un paso más en el intento de Marine Le Pen de “desdiabolizar” (es un término usado en los medios franceses) a su partido para poder así llegar al Elíseo. El camino es largo porque en cuanto se rasca se encuentran capas de pintura ultraderechista, pero poco a poco el antiguo Frente Nacional reconvertido en Reagrupamiento Nacional (RN) va dando pasos hacia el despacho que hoy ocupa el liberal Emmanuel Macron.
Los obstáculos han sido tantos que Le Pen tuvo que deshacerse de su padre, Jean-Marie Le Pen, fundador de la formación política, y hasta de su sobrina Marion Marechal Le Pen, con una imagen más moderna y a la vez más ultra. Pero los sondeos dicen que cada vez menos franceses temen a Le Pen y que, incluso quienes no piensan elegir su papeleta, creen que es un partido más, no una amenaza para la democracia.
Le Pen ha ido moviendo a su RN desde el extremo ultra de la derecha hasta posiciones que quieren ser más cercanas a dirigentes como la italiana Meloni, una forma de extrema derecha presentable, que de menos miedo y que pesque votos en los caladeros tradicional de la derecha para romper el cordón sanitario y ganar de una vez las elecciones. Sin mantener buenas relaciones con Bruselas, como la italiana, pero sin meter miedo a los franceses con ideas similares al Brexit.
Esos movimientos la han llevado, por ejemplo, a renunciar a promesas que hizo hace una década sobre sacar a Francia del euro y de la Unión Europea. O a intentar que se olviden sus filias por Vladimir Putin, quien llegó a financiar con préstamos de bancos públicos rusos las campañas presidenciales de Le Pen. Pero sobre todo se ha movido hacia una derecha más homologable en todo lo relacionado con asuntos morales, principalmente en los derechos de la mujer y de los homosexuales.
En parte porque, como hacen las extremas derechas escandinavas, holandesas o flamencas, entiende que eso le permite rechazar la inmigración de confesión musulmana o de países árabes en general que considera alejada en términos de moralidad. Por eso Le Pen defiende la laicidad absoluta del Estado francés cuando se trata del uso del velo por parte de las mujeres musulmanas, que vende como su defensa de la igualdad y de los derechos de las mujeres cuando esconde su xenofobia de siempre.
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En el caso de la francesa, es un feminismo no de búsqueda de la igualdad o de ampliación de derechos de la mujer (más allá de constitucionalizar el aborto, que no cambia nada en la práctica) sino que sirve como un arma contra la mayor parte de la inmigración y que busca un cierto voto femenino conservador que suele ir a la derecha tradicional. No ha llegado todavía a la apertura moral de las extremas derechas del norte de Europa, que son básicamente racistas pero homologables en todo lo relacionado con la moral a partidos conservadores e incluso liberales, pero va por ese camino.
Al rascar bajo esa supuesta defensa de los derechos de las mujeres se ve otra cosa. A pesar de que Le Pen se hace pasar por más feminista que sus rivales políticos por el hecho de ser mujer, sus eurodiputados se colocan tradicionalmente entre quienes votan en el Parlamento Europeo contra cualquier avance en derechos de las mujeres, pero en Francia no podía negarse a constitucionalizar el aborto –en 2022 se amplió desde la semana 12 hasta la semana 14 de embarazo– para no dar de nuevo pasos atrás en esa desdiabolización. Por eso Le Pen acepta ya también el matrimonio homosexual ("matrimonio para todos", como se llama coloquialmente en Francia) y promete no derogarlo.
Marine Le Pen busca el voto femenino porque ve que correlaciona casi exactamente con su resultado final. En 2017 recibió en segunda vuelta el 32% del voto de las mujeres y obtuvo un 34% del voto total mientras Macron se iba al 66%. En 2022 recibió el 41% del voto femenino y en el resultado total llegó exactamente a ese 41%. Si quiere llegar al Elíseo debe convencer a un par de millones de francesas. Que crean que es feminista y defiende sus derechos puede ser la clave.
La extrema derecha francesa se ha mostrado a favor de fijar en la Constitución el derecho al aborto, un paso más en el intento de Marine Le Pen de “desdiabolizar” (es un término usado en los medios franceses) a su partido para poder así llegar al Elíseo. El camino es largo porque en cuanto se rasca se encuentran capas de pintura ultraderechista, pero poco a poco el antiguo Frente Nacional reconvertido en Reagrupamiento Nacional (RN) va dando pasos hacia el despacho que hoy ocupa el liberal Emmanuel Macron.