Toc, toc. “Buenas tardes, soy Cansel Kiziltepe, la candidata de su distrito por el SPD y me gustaría presentarme a usted”. “Me parece estupendo que se haya acercado a mi casa. Ya pensaba votarles, pero ahora con mayor motivo”, contesta una señora en la cincuentena, vecina de un barrio céntrico de Berlín. No siempre resulta tan estimulante la respuesta a las visitas, casa por casa, de los candidatos socialdemócratas del SPD que describen en un largo reportaje dos periodistas del semanario Der Spiegel. Dos de cada tres alemanes, según un instituto de sondeos, nunca abriría la puerta a un candidato electoral.
A pesar de ello, la campaña “El SPD toca a su puerta” representa el último cartucho del partido mayoritario de la izquierda alemana en su intento de ganar las elecciones federales del 22 de septiembre. El histórico partido, que cuenta con cerca de medio millón de militantes, tratará de hacer honor a la leyenda de su enorme capacidad de movilización para invertir todos los pronósticos que auguran una holgada victoria para la democristiana CDU de la canciller Angela Merkel.
El panorama pinta azul oscuro, por no decir negro, para un SPD desgastado por luchas internas y enfrentado con Los Verdes, sus potenciales aliados en el caso de un triunfo en las urnas. Por ello, los socialdemócratas han lanzado, a la desesperada, a 10.000 candidatos y cargos públicos a predicar la buena nueva con el objetivo de llamar a cinco millones de puertas en el mes que resta de campaña. “La ayuda técnica más importante en una campaña electoral no es Internet, sino en el puerta a puerta”, ha confesado el presidente del SPD, Sigmar Gabriel. No sabemos si es una muestra de impotencia frente a Merkel o una demostración de retraso tecnológico.
De cualquier modo, precisamente Gabriel no está contribuyendo mucho a las posibilidades de su partido con las constantes zancadillas que pone al candidato socialdemócrata a la Cancillería, Peer Steinbrück. Sus diferencias sobre el aumento de impuestos, que divide a todo el SPD; el giro a la izquierda que Gabriel busca imponer a Steinbrück; o las meteduras de pata del candidato a canciller no presagian nada bueno para el partido, al que los sondeos otorgan entre el 22% y el 25% frente a la horquilla de la CDU en torno al 42%.
Comentarios del estilo de que los jefes de Gobierno ganan poco dinero en Alemania (sic) o de que “Angela Merkel es querida porque cuenta con un plus femenino” lo que revela un desprecio implícito hacia la capacidad política de las mujeres han perjudicado mucho a un Steinbrück que no se distingue especialmente por su carisma ni por su oratoria. “Steinbrück tiene un serio problema con el vocabulario”, señalaron con sorna los analistas políticos alemanes.
Aunque cuenta con el respaldo de los excancilleres Helmut Schmidt y Gerhard Schröder y una experiencia demostrada como tecnócrata, Steinbrück no goza de las simpatías de la mayoría de la militancia del SPD ni de parte de sus dirigentes, bastante más escorados a la izquierda que su candidato. De hecho y al compás de la campaña, el SPD ha virado a posiciones más radicales a la vista de que los votantes de centro se decantan claramente hacia la CDU o hacia los liberales del FDP, actuales socios de Gobierno de Merkel.
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Así pues, los vaivenes del SPD afectan a sus potenciales socios, Los Verdes no saben bien a qué carta quedarse y han fijado, por ejemplo, una subida de impuestos y una mayor penalización fiscal a los más ricos como un punto central de su programa. La vieja guardia de Los Verdes –aquella que irrumpió en los ochenta con aires de renovación de la izquierda y más tarde gobernó con el SPD entre 1996 y 2004- se muestra abiertamente a favor de una coalición rojiverde de gobierno si entre las dos fuerzas obtienen una mayoría electoral. Entre los ya maduros dirigentes verdes se encuentra el candidato ecologista a la Cancillería, Jürgen Trittin, aquel aguerrido ministro de Medio Ambiente de hace una década, que ahora viste buenos trajes y se adorna con corbatas. Sin embargo, los líderes de menos edad, como la responsable juvenil Sina Doughan, no dudan en tachar de “torpe y poco inteligente” la estrategia y el programa del SPD, o sea, sus bandazos.
En el extremo más radical del arco parlamentario alemán se sitúa Die Linke (La Izquierda), herederos de los comunistas de la RDA y de los disidentes del SPD de Oskar Lafontaine, a quienes las encuestas conceden un nada despreciable 8% frente al 12% de Los Verdes. Pero el SPD descarta un tripartito con los ecologistas que incluya a Die Linke. Al menos, de boquilla, para no asustar a sus votantes más moderados. Porque luego se impone el pragmatismo de alcanzar el poder y en algunos länder (Estados federados) han llegado a gobernar juntos el SPD y Die Linke. Entretanto, el Partido Pirata se ha desplomado después de obtener representación parlamentaria en algunos länder porque pasar de movimiento alternativo a contar con diputados pasa factura en términos de grandes broncas internas. Los sondeos no le conceden a los piratas el mínimo del 5% necesario para entrar en el Bundestag (Parlamento federal).
Ahora bien, toda la campaña alemana aparece sobrevolada por lo realmente decisivo: la economía. En ese sentido, Angela Merkel no tiene de qué preocuparse. En medio de una Europa arrasada por la crisis, en buena medida por la austeridad impuesta por la canciller de hierro, Alemania ha logrado un superávit del 0,6% del PIB en el primer trimestre del año, su déficit público será inferior al 0,5% y la economía ha crecido un 0,7%. Su porcentaje de parados no llega al 6%. O sea, pleno empleo en la práctica, aunque sea con minijobs. Con este panorama por delante y con una izquierda a la greña, incluso los intelectuales más prestigiosos como el premio Nobel de Literatura, Günter Grass, tienen que recurrir a los golpes bajos para atacar a Merkel al recordar su pasado de funcionaria de las Juventudes Comunistas en la antigua RDA. Otro intelectual, el filósofo Peter Sloterdijk, ha inventado una definición muy precisa del ambiente electoral alemán: la letargocracia. Y ya se sabe que en momentos de atonía política siempre gana la derecha. Que se lo digan a Frau Merkel.
Toc, toc. “Buenas tardes, soy Cansel Kiziltepe, la candidata de su distrito por el SPD y me gustaría presentarme a usted”. “Me parece estupendo que se haya acercado a mi casa. Ya pensaba votarles, pero ahora con mayor motivo”, contesta una señora en la cincuentena, vecina de un barrio céntrico de Berlín. No siempre resulta tan estimulante la respuesta a las visitas, casa por casa, de los candidatos socialdemócratas del SPD que describen en un largo reportaje dos periodistas del semanario Der Spiegel. Dos de cada tres alemanes, según un instituto de sondeos, nunca abriría la puerta a un candidato electoral.