La UE recela del uso de las lenguas cooficiales por miedo al efecto dominó en otros países

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El Gobierno va a tener que sudar sangre si quiere que sus socios europeos acepten reconocer al catalán, el euskera y el gallego como lenguas oficiales de la Unión Europea, un régimen lingüístico en el que ahora mismo hay 24 lenguas. Ni una por país (no hay belga, no hay irlandés, no hay chipriota, porque no existen) ni las más grandes (el catalán es gigante en comparación con el maltés o con el gaélico irlandés, hablado por unos pocos miles de personas).

La mayoría de los gobiernos están mostrando reticencias, cuentan fuentes diplomáticas consultadas por infoLibre. El problema no es económico (como Irlanda se hizo cargo del coste de las traducciones al gaélico irlandés para que fuera aceptado, España podría hacer lo mismo con el catalán, el euskera y el galego) ni el ruido de algunos eurodiputados de derechas que ven una forma de atizar a Pedro Sánchez. Ese ruido no es un obstáculo, aunque la diplomacia española asegura que de hacerse oficiales será la UE quien se haga cargo del gasto como con los demás idiomas oficiales.

Lo que sí empieza a parecer un obstáculo insalvable es que muchos gobiernos temen que hacer el catalán, el gallego y el euskera lenguas oficiales de la Unión Europea abra una caja de Pandora que lleve a muchos gobiernos a verse obligados a pedir la oficialidad de sus lenguas regionales. Así, el régimen lingüístico se iría muy por encima de esos 27 idiomas con que contaría con la entrada del catalán, el gallego y el euskera. El primero en mostrar sus reticencias ha sido el gobierno conservador de Suecia. La ministra de Asuntos Europeos, Jessika Roswall ha asegurado que, aunque no han tomado una decisión final, quieren "examinar más a fondo cuáles son las consecuencias legales y financieras" de la propuesta. Y ha apuntado que "hay muchas lenguas minoritarias que no son oficiales dentro de la UE".

Si el criterio del número de hablantes no cuenta (porque en ese caso el catalán al menos iría de cabeza a la oficialidad), entonces podría pedirse que fueran lenguas oficiales por ejemplo el bretón, el frisón, el corso, el friulano, el occitano, el sardo, el carelio o los diferentes tipos de saami. Un baúl sin fondo. Y hasta el ruso, hablado por aproximadamente un tercio de las poblaciones de los países bálticos. El 8% de la población europea tiene como primera lengua una propia y no reconocida como oficial por la Unión Europea.

El primer movimiento práctico del Gobierno sentó mal porque parecía un hecho consumado. En lugar de proponer un debate, Madrid propuso que los ministros responsables de Asuntos Europeos adoptaran una modificación del régimen lingüístico en su próxima reunión del 19 de septiembre. El Gobierno necesita que haya unanimidad, algo ahora mismo fuera de las apuestas. Sin ver ese voto afirmativo claro, la propuesta no será presentada a voto, sólo a debate.

Las fuentes consultadas ven sobre todo difícil que Madrid consiga el apoyo de los gobiernos del este del bloque porque en sus países muchos tienen minorías que acto seguido pedirían la oficialidad de su lengua. La solución podría ser una patada a seguir, hacer como que se trabaja en el asunto sin darle salida y dejar pasar el tiempo.

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El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero consiguió en 2005 que las instituciones europeas aceptaran que los ciudadanos cuya primera lengua fuera el catalán, el galego o el euskera, pudieran dirigirse a las instituciones comunitarias en esa lengua y no sólo en español. Desde entonces, en el Comité de las Regiones no es raro escuchar catalán, euskera o galego. En cambio, el Parlamento Europeo nunca lo aceptó porque aunque Borrell lo intentó entre 2004 y 2007, el Partido Popular siempre consiguió los votos suficientes para bloquear la iniciativa.

El Parlamento Europeo decidió el lunes no meterse en harina con el asunto hasta que no haya una posición de los gobiernos. El Ejecutivo español pidió en 2022 que se pudieran usar en los plenos del Parlamento Europeo el catalán, el gallego y el euskera. El texto del lunes del Parlamento Europeo dice que la Eurocámara “esperará al resultado del Consejo de Asuntos Generales” (los ministros responsables de Asuntos Europeos) del día 19 de septiembre. La mesa de Presidencia del Parlamento Europeo parece esperar antes de meterse en un debate tóxico porque la derecha lo usará para atizar al Gobierno. Si los ministros no lo aprueban en la Eurocámara no habrá nada que debatir. Por eso esperan.

Un diplomático escandinavo se pregunta si las lenguas oficiales de la Unión Europea deberían ser, en realidad, las que hablan los ciudadanos europeos y no sólo las oficiales de sus países o regiones. Y en ese caso entrarían a debate el árabe, el yiddish o el romaní.

El Gobierno va a tener que sudar sangre si quiere que sus socios europeos acepten reconocer al catalán, el euskera y el gallego como lenguas oficiales de la Unión Europea, un régimen lingüístico en el que ahora mismo hay 24 lenguas. Ni una por país (no hay belga, no hay irlandés, no hay chipriota, porque no existen) ni las más grandes (el catalán es gigante en comparación con el maltés o con el gaélico irlandés, hablado por unos pocos miles de personas).

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