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Von der Leyen no quiere que le hagan sombra: la intrahistoria de la dimisión del comisario Breton

La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, junto al comisario francés Thierry Breton.

Lunes “sangriento” en Bruselas. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, consiguió este lunes uno de sus objetivos políticos buscados desde hace tiempo: cargarse al comisario francés, el influyente Thierry Breton. El encargado de la cartera de Mercado Interior en el Ejecutivo europeo saliente, y a quien todas las quinielas colocaban como uno de los vicepresidentes con más poder en el futuro equipo de la alemana, soltó este lunes a primera hora una bomba en forma de carta. Anunció que dimitía inmediatamente tras acusar a Von der Leyen de tenerle inquina personal y de haber maniobrado con Macron para que le sustituyera. Parecía una de esas dimisiones que se hacen para evitar que te echen pues por el tono parecía que el presidente francés había cedido a la presión de la alemana.

Apenas tres horas después el presidente francés comunicaba que el próximo comisario europeo nominado por Francia sería Stéphane Séjourné (39 años), actual ministro de Asuntos Exteriores, antiguo líder los macronistas en el Parlamento Europeo y, sobre todo, una persona totalmente fiel al presidente Macron y de mucho menos peso político que el saliente Breton. Macron cedió ante Von der Leyen, aunque ya en primavera hubo dudas de si el presidente aceptaría la reconducción de Breton, algo que aceptó justo en la última cumbre europea, la de finales de junio.

El movimiento tiene muchas aristas. A principios de año cuatro comisarios firmaron una carta conjunta a Von der Leyen, convenientemente filtrada a los medios, en la que acusaban a la presidenta de la Comisión de violar la obligada colegialidad en la toma de decisiones (como marcan los tratados europeos). Los firmantes, entre ellos Josep Borrell, eran todos comisarios salientes, que sabían que no seguirían en el siguiente Ejecutivo de la alemana. Excepto Breton, de quien no había dudas de que quería seguir. En las últimas semanas, entre globos sonda y filtraciones sobre la composición de la próxima Comisión, el francés aparecía siempre como uno de los tres o cuatro vicepresidentes ejecutivos y con una cartera potente que incluiría de nuevo el Mercado Interior, completada probablemente con asuntos como Industria.

Pero Von der Leyen no quería que siguiera. Según la carta de Breton, la presidenta de la Comisión Europea habría ofrecido a Macron una cartera más potente para los franceses si aceptaba cargarse a Breton. Pero dando por supuesto que Breton iba a tener ya una de las carteras más potentes, diplomáticos europeos contaban esta mañana que Von der Leyen en realidad estaba preparando la degradación de Breton ofreciéndole algo de menos calibre o vaciando de competencias su cartera. El argumento de la paridad de género tampoco parecía servir en este caso porque Francia manda a otro hombre. Si confirmaba que la presidenta sólo está intentando cambiar comisarios de países con gobernantes socialistas o liberales, nunca los nominados por jefes de Gobierno de su familia política, el Partido Popular Europeo.

Diplomáticos y funcionarios concluían esta mañana que el movimiento muestra la voluntad de Von der Leyen de tener todo controlado bajo su mando en su segundo ejecutivo, dando la razón a quienes, como Breton y Borrell, denunciaban falta de colegialidad. Von der Leyen no quiere sombras ni competencias, quiere todo el poder. Y Breton era de los más incómodos porque tenía voz propia y autoridad. También muestra que cuando la presidenta dijo a los socialistas que tenían que aceptar al conservador candidato de Luxemburgo que no querían aceptar ella no podía hacer nada porque lo había nombrado el gobierno luxemburgués.

La dimisión forzada de Breton deja una lección que los comisarios y comisarias de su segundo mandato debería pegar en un post-it en la pantalla de su ordenador: la presidenta no quiere ni competencia ni nadie que le haga sombra. Quien no esté de acuerdo con su estilo presidencialista, que viola los tratados en su espíritu porque va contra la colegialidad y que choca con la tradición de presidentes como Juncker, Barroso o Delors, debe prepararse para chocar con ella. 

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