Es tradición en Francia conmemorar el establecimiento de la V República y este año, en el 60 aniversario, el presidente, Emmanuel Macron, se ha desplazado hasta la pequeña localidad de Colombey-les-Deux-Églises (al este del país) para encabezar los actos de celebración.
En el pueblo, donde tuvo su residencia privada el general Charles De Gaulle —una figura controvertida entre diversos sectores sociales franceses por su gestión política—, también se congregó un grupo de jubiladosjubilados que aprovechó la visita oficial para protestar por la pérdida de poder adquisitivo derivada del aumento del 1,7% en la carga impositiva que el Ejecutivo de Macron está llevando a cabo.
A la vista de la concentración, y rodeado de prensa, el jefe del Estado se acercó para charlar con los manifestantes. Fue entonces cuando, ante las proclamas de los pensionistas, Macron los instó a que dejaran de reivindicar reprochándoles que “no nos damos cuenta de lo inmensamente afortunados que somos […] cada vez vivimos más y con mejor salud” y dando como respuesta a sus eslóganes que “todo iría mejor si dejáramos de quejarnos”.
En su acercamiento Macron les relató que acababa de visitar la antigua casa del también presidente De Gaulle y entrevistarse con su nieto; por lo que aprovechó para referirse a la conversación y continuar cargando contra los manifestantes: "me dijo [el nieto de De Gaulle] que con él se podía hablar con mucha libertad, pero lo único a lo que no se tenía derecho era a quejarse; es un buen método que tenía el General". Uno de los jubilados, un agricultor, interpeló a Macron diciéndole que su pensión había disminuido, a lo que el jefe de Gobierno respondió: “no es cierto que haya disminuido, lo que ocurre es que las pensiones de los campesinos siempre han sido bajas”. Tras estas palabras, los servicios de seguridad del presidente invitaron a los manifestantes a que se marcharan.
Una reforma copada por las protestas
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Aunque los barómetros poselectorales reflejaron que el voto de los jubilados fue masivo en favor de En Marche! (el partido de Macron), desde que presentó su programa de Gobierno la reforma de las pensiones está siendo un escollo para el presidente francés, que tiene previsto su consecución a mediados de 2019. Entre lo prometido en dicha reforma se encuentran la medidas que han recabado el grueso de las críticas: la subida de las retenciones obligatorias y la unificación de los 42 regímenes especiales en los que están distribuidos los distintos tipos de trabajadores en Francia; unos ajustes que, según las estimaciones, harán perder en torno a 50 euros mensuales a cada pensionista —los más afectados son los que perciben las pagas más bajas—.
Miles de jubilados han salido a las calles francesas desde el anuncio de la reforma. La principal protesta tuvo lugar el pasado marzo, cuando entre 40.000 y 65.000 jubilados protestaron en más de treinta ciudades por la mencionada pérdida de poder adquisitivo. A los pensionistas, además, se les han sumado trabajadores públicos de otros sectores como el ferroviario o el de los empleados de geriátricos, que claman contra los recortes presupuestarios.
A la ola de malestar no han ayudado declaraciones del propio Macron que, por ejemplo, hace unos meses aseguró en público que las políticas sociales le costaban al Estado una "pasta gansa". Afirmaciones como esa pueden estar detrás de la caída de popularidad del líder, percibido por muchos franceses como alguien prepotente y falto de empatía.
Es tradición en Francia conmemorar el establecimiento de la V República y este año, en el 60 aniversario, el presidente, Emmanuel Macron, se ha desplazado hasta la pequeña localidad de Colombey-les-Deux-Églises (al este del país) para encabezar los actos de celebración.