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México, el país donde informar se paga con la muerte

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El asesinato de Rubén Espinosa, hace hoy justo un año, revolucionó la sociedad mexicana. El fotoperiodista fue torturado y ejecutado –junto con Nadia Vera, Mile Virginia Martín, Alejandra Negrete y Yesenia Quiroz– en un apartamento de Ciudad de México, uno de los pocos espacios que, a priori, actuaba como lugar seguro para todos aquellos informadores que habían recibido amenazas por realizar su trabajo. El hecho se trató por parte de las autoridades como un asalto relacionado con las drogas, sin embargo, la confesión de dos de los detenidos como presuntos autores de los hechos –alegando que fueron torturados para afirmar que estuvieron en la escena del crimen– y las declaraciones antes de morir de la activista Nadia Vera –responsabilizó totalmente al gobernador del Estado de Veracruz, Javier Duarte, sobre cualquier cosa que le pudiera suceder –, entre otras, hicieron tambalear una investigación cuyas lagunas retumban en el oído de una sociedad escéptica que ya ha dictado sentencia sobre, a su juicio, los culpables: las autoridades.

“Los policías son parte estructural de las organizaciones del crimen”, cuenta a infoLibre Alejandro Gutiérrez, corresponsal en España de la revista Proceso, quien tuvo que abandonar México para salvaguardar su vida. Compañero de Espinosa en la publicación azteca, no duda al señalar que fue su profesión lo que le llevó a la muerte. “Rubén hacía mucho trabajo de documentación social y como contrapeso del Gobierno de Duarte”, aspecto que, en su opinión, es perjudicial en el país: “¿Si no por qué no se tocó su trabajo profesional como prueba en la investigación? Él había reportado muchos temas sensibles y estamos seguros que eso fue lo que causó su muerte”.

El Estado donde informó tampoco le ayudó. El gobernador Javier Duarte, conocido por sus supuestas implicaciones en el cártel de los Zetas, hizo una llamada de atención a la prensa: “Pórtense bien, todos sabemos quienes andan en malos pasos (...). Pórtense bien, por favor, o vamos a sacudir el árbol que van a caer muchas manzanas podridas”.

La figura del periodista es incómoda en México. No es una afirmación al aire, sino que se ve respaldada por las cifras de los trabajadores amenazados y asesinados durante los últimos años. Según el informe MIEDO, en 2015 se produjo una agresión cada 22 horas, superando un 21,8% las cifras de 2014. Este último año 326 periodistas denunciaron sufrir agresiones; en 2015, fueron 397. Sin embargo, el silencio y la coacción hace que estas cifras se queden muy por debajo de las reales.

En el caso de los asesinatos los datos no mejoran. De hecho, en lo que va de 2016 han muerto nueve periodistas en el país; más que todos los fallecidos en 2015: siete. El último, Pedro Tamayo, fue asesinado en presencia de su familia hace apenas diez días en Veracruz. Ante unas condiciones así, ¿cómo es ser periodista en el país considerado por Reporteros Sin Fronteras como el más difícil para ejercer la profesión de América Latina y uno de los más peligrosos del mundo?

“Depende de si te dedicas a informar o te dedicas a desinformar”, afirma en conversación telefónica con infoLibre Alberto Lerner, un periodista, blogger y activista de Michoacán que tuvo que huir a España tras vivir cara a cara con la muerte. “Si decidiste ser cómplice del gobierno pues puedes vivir muy bien, pero si no el precio que puedes llegar a pagar por informar es tu vida y la de tu familia”.

"Me pusieron una pistola en la boca"

A Lerner todavía se le entrecorta la voz al recordar cómo fue el calvario que vivió durante más de un año. Todo comenzó en 2011, cuando un grupo de personas entre las que se encontraba decidieron emprender acciones en internet para evitar que el candidato del Partido de Acción Nacional (PAN), Fernando Alvarado, lograse la Alcaldía.

“Era candidato del PAN y parte de los Caballeros Templarios [cártel mexicano dominante en Michoacán]”, señala Lerner, asegurando que “todo el mundo lo sabía, era un secreto a voces”. Esto no impidió que Alvarado ganase las elecciones y, con ello, también poder de intimidación. “Nos identificó a muchos y después de matar a tres amigos vino a por mí”. Las amenazas de muerte contra él y su familia fueron cada vez más continuas, hasta que el 11 de diciembre de 2012 este michoacano salvó su vida por muy poco.

“Estaba abriendo la puerta de mi casa cuando un coche se paró tras de mí y tres tipos me subieron en una camioneta –relata Lerner–. Me amenazaron de muerte, me dejaron tirado desnudo en un lago amarrado y no me mataron porque una de las personas que iban conoce a mi familia”, añade, calificando este último hecho como su “salvación”. “No me golpearon muy fuerte como para matarme pero sí te ponen la pistola en la boca, se burlan de ti… es muy fuerte, por eso decidí venirme para acá”, sentencia.

Héroes por menos de 200 euros al mes

Casos como el de Lerner se cuentan por centenas en México. De hecho, agrupaciones como 43 Madrid Ayotzinapa tratan de dar voz desde España a este tipo de trabajadores, considerados como los más vulnerables. “Hay una constante que se repite en tres colectivos: los independientes, las mujeres y los periodistas que hacen su labor en red”, explica el responsable de la coordinación Everardo Pérez Manjarrez. “En general son periodistas que cubren temas sociales, de política institucional o cuestiones de la guerra contra el narco”, añade, reiterando que “no importa su nacionalidad” ya que incluso periodistas españoles que han estado en México informando “han sufrido persecución y violencia”.

Por su parte, Verónica Calderón, periodista michoacana actualmente residente en México, y que trabajó durante seis años en España para El País, revela en conversación vía Skype con infoLibre que existe otro factor a añadir: “La paga extremadamente baja”. “Un periodista de Tamaulipas o Michoacán cobra no más de 200 euros al mes y son los que sufren más amenazas y les llevan a los sicarios”, relata, denunciando que “muy pocas veces hay una voz editorial que les proteja”.

“Habría que dejar de dar protagonismo a los periodistas que dan conferencias porque los verdaderos héroes son gente como Mario Segura, como muchísimos que realmente hacen su trabajo por dos pesos y están jugándose la vida”, subraya.

Esta michoacana tampoco se libró en su día de recibir amenazas de muerte por ejercer su profesión, pero declina explicarse porque entiende que hay casos mucho peores: “Estoy segura que todas las reporteras en México que hemos hecho algún tipo de trabajo de riesgo hemos recibido amenazas e incluso más duras que las mías”. A cambio, Calderón prefiere resaltar la valentía de las "mujeronas" periodistas que son capaces de normalizar una realidad que a ella le impacta: “Una compañera de Juárez incluso me contaba que cargaban un picahielos en la bolsa como si yo meto en el bolso un labial”. Aun así, responde tajante a la pregunta de si aceptaría un trabajo en un lugar peligroso: “Sí, por supuesto”.

“Mi familia no sabía que llevaba escoltas”

Tan rotundo como Calderón, Alejandro Gutiérrez contesta “sí” a su regreso a México. Llegó a España hace nueve años después de que su revista le obligase a marchar de su país por tener la muerte en los talones.

“Es muy difícil enfrentarse a esta profesión”, reconoce al explicar cómo funciona el protocolo de seguridad para los periodistas: “Tienes que andar con escoltas y en tu casa tienen que poner cámaras, cerraduras especiales… es un mecanismo que se puso en marcha durante el sexenio de [Felipe] Calderón y se evalúa cada cierto tiempo para ver si los riesgos sobre tu persona siguen siendo muy fuertes o no”.

Él conoce el protocolo. Muchos de sus compañeros, también. Gutiérrez lleva desde 1992 trabajando para Proceso, una revista mexicana que ha llegado a entrevistar a conocidos narcotraficantes como Rafael Caro Quintero o Ismael 'El Mayo' Zambada. Conoció a Espinosa, como también conoció a Regina Martínez, la corresponsal de la revista en Veracruz que fue asesinada en 2012 y encontrada en su domicilio con síntomas de violencia y asfixia.

“Te mueve porque son gente que hace bien su trabajo, que está muy comprometida con el oficio y que conoce los riesgos”, afirma al recordar el fallecimiento de ambos. Pero no han sido los únicos. En su retina guarda la historia de otros tantos compañeros que corrieron peor suerte que él, pese a que, reconoce, “ya son tantos casos que llega un momento en el que no es que lo minimices pero en cierto modo sí lo trivializas”.

Su historia nació a raíz de un documento que publicó sobre inteligencia militar. Una semana después de que el texto viese la luz, la revista le comunicó que “habían captado unas comunicaciones y que Inteligencia tenía información de que me iban a matar”. O, como dicen en México, “había una orden de darme piso”, bromea.

Al día siguiente, Gutiérrez comenzó a llevar guardaespaldas. “Llegaba a la casa de mi familia y les decía que me dejaran antes y se ponían histéricos”, afirma recordando lo difícil que era trabajar en tales condiciones: “Imagina para reportear, fui dos o tres veces hasta que les dije ya”. A la semana, estaba en España.

“Sólo se lo conté a dos de mis hermanos, al resto de mi familia se lo vendí como que me iba a un curso a España y que me quedaría como corresponsal –explica–. Mi madre es muy mayor y dije: “¿Para qué la voy a preocupar?”.

Impunidad

“En la mayoría de los casos no hay una investigación seria y no hay detenidos o condenas”, denuncia Alejandro Gutiérrez, al calificar como "absoluta" la impunidad judicial. “Es un sistema tan corrupto que no hay un elemento bueno”, señala, tras recordar que las propias autoridades son también quienes te pueden hacer “desaparecer”.

El informe MIEDO así lo respalda. Según este, un 41,5% de las agresiones contra la prensa en 2015 fueron por parte de funcionarios públicos. Es decir, apuntan, “las autoridades de cualquier nivel de gobierno son, hoy por hoy, los principales agresores de periodistas en México”.

Ante esta realidad, 43 Madrid Ayotzinapa tiene como uno de sus objetivos crear una estrategia de protección a los periodistas, ya que consideran que los instrumentos del Estado “no son seguros”. “El miedo es latente”, comentan.

El problema, señala Calderón, es que “la violencia está normalizada y todavía hay una parte de población que piensa “algo habrá hecho'”. Por eso entiende que los medios no deben hacer oídos sordos a la realidad por la que pasa el país: “Hay mucha gente que piensa que México es mucho más que crimen y narcotráfico. Y dices: 'Sí, bueno, seguro que Somalia tiene unas playas preciosas…', pero no se trata de eso. No podemos combatir un problema diciendo eso”.

Tanto Calderón como Gutiérrez aluden a la responsabilidad de la prensa para informar y no caer en el miedo o en cortinas de humo. Este último recuerda que con la llegada de Felipe Calderón al Gobierno la situación se tensó tanto que “incluso hubo medios que anunciaron que dejaban el tema” porque “sabían que reportear era complicadísimo”. Por eso, resalta la necesidad de acabar con la impunidad. “El trabajo de la prensa es informar y si uno de los pilares de la democracia es la información… estás pegando a la democracia”, sentencia.

El asesinato de Rubén Espinosa, hace hoy justo un año, revolucionó la sociedad mexicana. El fotoperiodista fue torturado y ejecutado –junto con Nadia Vera, Mile Virginia Martín, Alejandra Negrete y Yesenia Quiroz– en un apartamento de Ciudad de México, uno de los pocos espacios que, a priori, actuaba como lugar seguro para todos aquellos informadores que habían recibido amenazas por realizar su trabajo. El hecho se trató por parte de las autoridades como un asalto relacionado con las drogas, sin embargo, la confesión de dos de los detenidos como presuntos autores de los hechos –alegando que fueron torturados para afirmar que estuvieron en la escena del crimen– y las declaraciones antes de morir de la activista Nadia Vera –responsabilizó totalmente al gobernador del Estado de Veracruz, Javier Duarte, sobre cualquier cosa que le pudiera suceder –, entre otras, hicieron tambalear una investigación cuyas lagunas retumban en el oído de una sociedad escéptica que ya ha dictado sentencia sobre, a su juicio, los culpables: las autoridades.

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