El 15 de marzo de 2011 los sirios se echaron a las calles de la ciudad de Deráa, en el suroeste de Siria, en unas protestas que pronto se extendieron a las principales ciudades del país y que reclamaban la democratización del país. Aquellas protestas pacíficas, a las que el Gobierno de Bachar el Asad respondió con virulencia, terminaron desencadenando una compleja guerra que aún no ha terminado.
Aunque en el último año la violencia ha remitido en gran medida, después de que el régimen, principalmente con el apoyo de Rusia y en menor medida de Irán, haya recuperado buena parte del territorio que cedió primero ante grupos rebeldes y luego ante los yihadistas, los sirios aún sufren los estragos del conflicto, también en las zonas liberadas.
En el este, en Baghuz, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), respaldadas por Washington e integradas principalmente por las milicias kurdas sirias, están librando la batalla final para expulsar de su último reducto al grupo terrorista Estado Islámico, que llegó a controlar buena parte del país.
En el norte, la provincia de Idlib, en la frontera con Turquía se ha convertido en el último bastión en manos rebeldes, aunque en los últimos meses la alianza Hayat Tahrir al Sham (HTS), de la que el antiguo Frente al Nusra --otrora filial de Al Qaeda en Siria--, se ha hecho prácticamente con el control.
El pasado septiembre, un acuerdo entre Rusia y Turquía para la creación de una zona de distensión frenó el asalto de las fuerzas gubernamentales sobre Idlib, donde residen tres millones de personas, en su mayoría desplazados llegados de otras partes del país, evitando así lo que tanto la ONU como las ONG habían alertado de que podría ser una tragedia humanitaria. No obstante, en los últimos tiempos el régimen parece haber puesto sus ojos de nuevo en la región y ha intensificado sus ataques.
Mientras, en el noreste, las fuerzas kurdas sirias han consolidado su control sobre las zonas que arrebataron a Estado Islámico, creando una entidad con su propio gobierno de futuro incierto ahora que Estados Unidos, su mayor aliado y respaldo, ha anunciado que procederá a una retirada aunque no total sí parcial de sus tropas en Siria.
El conflicto ha dejado cientos de miles de muertos, buena parte de ellos combatientes aunque también numerosos civiles, si bien la ONU hace ya tiempo que dejó de contabilizar a las víctimas.
Así las cosas, repasamos en ocho datos las consecuencias de ocho años de guerra en Siria:
- 13 millones de personas necesitan asistencia humanitaria en el país, de las que 5,2 millones necesitan ayuda urgente. Del total de personas que necesitan algún tipo de ayuda, 5,6 millones son niños.
- El conflicto ha dejado 6,2 millones de desplazados internos, si bien en el último año, ante la reducción de la violencia, 1,4 millones han regresado a sus países.
- Otros 5,6 millones de sirios han optado por cruzar la frontera y buscar refugio en otros países, incluidos 2,8 millones de niños. Esto convierte a Siria en la mayor crisis de refugiados a nivel mundial. De ellos, más de 3,6 millones (el 64 por ciento del total), se encuentran en Turquía. Líbano acoge a algo menos de un millón, mientras que Jordania alberga a unos 670.000, Irak a 250.000 y Egipto a 133.000, según datos de ACNUR.
- El 83 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. La guerra ha provocado la destrucción de viviendas e infraestructuras, dejando muchas zonas sin servicios de agua potable y saneamiento adecuados.
- El coste de la reconstrucción del país se estima que podría alcanzar los 400.000 millones de dólares, una factura que por el momento los países occidentales no están dispuestos a ayudar a sufragar a falta de una solución política al conflicto.
- Más de dos millones de niños no pueden ir a la escuela, según UNICEF. Muchas han quedado destruidas o son usadas por las partes en el conflicto, mientras que en otros casos los centros no cuentan con personal debido a que los profesores se han visto desplazados, como el resto de la población.
- Entre marzo de 2011 y diciembre de 2018 se han registrado 553 ataques contra 348 instalaciones sanitarias en el país, según el recuento de la ONG Physician for Human Rights. Este tipo de ataques han sido "distintivo característico" de la guerra en Siria, denuncia la organización, que apunta a que el 90 por ciento de los ataques fueron obra de las fuerzas gubernamentales.
Ver másSiria, año nueve
Del total de ataques contra instalaciones médicas constatado, casi el 73 por ciento fueron bombardeos aéreos, el 98 por ciento de los cuales fueron obra del Gobierno sirio o de su aliada Rusia. Según la ONG, en el último año, ante el avance de las fuerzas gubernamentales, este tipo de ataques han disminuido, algo que ya se constató por ejemplo en Alepo, donde en 2016 hubo 54 ataques y desde su reconquista en diciembre de ese año solo ha habido nueve.
- 8.800 millones de dólares. Esa es la cantidad de dinero que la ONU ha solicitado para atender las necesidades en 2019 tanto de los sirios dentro del país como de los que han buscado refugio en los países de la región. De ese total, 3.300 millones se destinarán a la asistencia dentro del país y 5.500 millones para ayudar a los refugiados sirios y las comunidades que les acogen.
En 2018, se solicitaron también algo más de 3.300 millones para asistir a los sirios necesitados de ayuda dentro del país, de los que se recabó alrededor del 65 por ciento. En cuanto a los 5.600 millones solicitados para la respuesta regional, se recibió el 62 por ciento.
El 15 de marzo de 2011 los sirios se echaron a las calles de la ciudad de Deráa, en el suroeste de Siria, en unas protestas que pronto se extendieron a las principales ciudades del país y que reclamaban la democratización del país. Aquellas protestas pacíficas, a las que el Gobierno de Bachar el Asad respondió con virulencia, terminaron desencadenando una compleja guerra que aún no ha terminado.