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El 'efecto Wilders' envalentona a la ultraderecha europea y alimenta una sensación de bloqueo en Bruselas

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Geert Wilders podría ser el próximo primer ministro holandés si consigue convencer a liberal-conservadores y a democristianos para que se unan a sus 37 diputados hasta alcanzar los 76 necesarios para la investidura. O podría no serlo porque estos decidan buscar apoyos en el centro izquierda o apoyar a la segunda fuerza política, la coalición socialdemócrata-ecologista del ex ministro de Exteriores y comisario europeo hasta este verano Frans Timmermans. Lo que sí es seguro es que el “efecto bloqueo” en la Unión Europea que genera la victoria de Wilders ya es inevitable.

El primer bloqueo es mental, político. La victoria de Wilders reventando al alza las encuestas envalentona a la extrema derecha europea, que había sufrido la incapacidad de Vox de unirse al PP para formar gobierno como una derrota después de ver como la extrema derecha del PiS polaco caía en las urnas frente a una coalición conservadora pero europeísta liderada por el antiguo primer ministro y antiguo presidente del Consejo Europeo Donald Tusk. La de Tusk es de las victorias conservadoras que más podían doler a la extrema derecha porque el polaco rechaza de plano cualquier colaboración con los ultras.

Wilders les da de nuevo esperanzas, y a poco más de siete meses de unas elecciones europeas que auguran una subida de la extrema derecha hasta el punto de que con las derechas tradicionales podrían formar mayoría europarlamentaria, esas esperanzas de la extrema derecha se traducen en miedos y bloqueos en Bruselas. De los jefes de Gobierno europeos sólo Viktor Orban había felicitado este viernes a Wilders. Nadie más, ni siquiera la italiana Giorgia Meloni. En parte por prudencia, porque no es seguro que Wilders pueda gobernar.

El otro bloqueo importante se dará en Bruselas. El Gobierno holandés en funciones tiene poderes limitados y las orientaciones de Wilders, en plena negociación para formar una coalición si democristianos y liberal-conservadores no lo rechazan de plano, van a afectar a la posición del primer ministro en funciones, Mark Rutte, en la cumbre europea de mediados de diciembre, la que tradicionalmente cierra el año político europeo y en la que, este año, se deben tomar decisiones de calado como la posible aprobación de la reforma del Pacto de Estabilidad, las ayudas financieras a Ucrania para los próximos años (50.000 millones de euros hasta 2027) o la apertura de negociaciones de adhesión con Ucrania o Moldavia.

Wilders repitió durante la campaña electoral que, más allá de querer un referéndum sobre una eventual salida de su país de la Unión Europea, rechaza mientras tanto cualquier ampliación de la Unión Europea. Su lista de exigencias a las instituciones europeas es larga y en algunos casos exigiría cambios en los tratados europeos, a ratificar por unanimidad de los 27. Exige que no se apliquen a su país las normas europeas en materia de lucha contra la crisis climática, de pesca, de agricultura, de derecho de asilo y así una larga lista. No quiere ni la bandera europea en los edificios oficiales holandeses.

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¿Puede Mark Rutte hacer como que no existe Wilders y tomar decisiones con un Gobierno en funciones? El primer ministro holandés tendrá las manos atadas y cada vez que tenga que tomar una decisión en Bruselas necesitará primero el visto bueno del Parlamento holandés. Y como él, cada ministro de su Gobierno hasta que tome posesión el relevo. Ya ocurrió lo mismo entre septiembre y noviembre de 2021 cuando Olaf Scholz sucedió a Angela Merkel en Alemania, pero en aquella ocasión las posiciones de Merkel (de salida) y Scholz (de entrada) eran tan similares que el segundo había sido ministro de Finanzas de la primera y Merkel tuvo siempre manos libres tras consultar con Scholz. Rutte y Wilders están en las antípodas en política europea.

La llegada de Wilders al Consejo Europeo, si logra formar Gobierno, provocará además un reequilibro de fuerzas. Después de la salida del polaco Morawiecki y de la llegada del eslovaco Fico (un populista por otro, aunque Fico es oficialmente socialdemócrata, pero está alineado con las extremas derechas), Wilders sería un voto más para los eurófobos y un voto menos para los eurófilos.

Antes de las próximas elecciones europeas se podría dar un escenario en el que hasta cuatro jefes de Gobierno (la italiana Meloni, el húngaro Orban, el holandés Wilders, el eslovaco Fico) unieran filas. En Austria hay elecciones en un año y el FPO, un partido que ya gobernó en coalición con los conservadores y que fue fundado en los años 50 del siglo pasado por antiguos SS austríacos, lidera todas las encuestas. Esos cinco unidos estarían muy cerca de lograr minorías de bloqueo.

Geert Wilders podría ser el próximo primer ministro holandés si consigue convencer a liberal-conservadores y a democristianos para que se unan a sus 37 diputados hasta alcanzar los 76 necesarios para la investidura. O podría no serlo porque estos decidan buscar apoyos en el centro izquierda o apoyar a la segunda fuerza política, la coalición socialdemócrata-ecologista del ex ministro de Exteriores y comisario europeo hasta este verano Frans Timmermans. Lo que sí es seguro es que el “efecto bloqueo” en la Unión Europea que genera la victoria de Wilders ya es inevitable.

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