Dos años y medio después de la votación del referéndum y a pocas semanas para que el Reino Unido abandone la Unión Europea, ni Theresa May, ni Jean-Claude Juncker y mucho menos los ciudadanos saben si la ruptura se llevará a cabo con o sin un acuerdo entre ambas partes.
Aquel 24 de junio de 2016, en el que 17,4 millones de británicos votaron a favor del BrexitBrexit, cambió el panorama de la política británica. Y europea. Ese mismo día, el artífice del referéndum, el conservador David Cameron, dimitió de su cargo como primer ministro y líder de los tories; poco después, el favorito en la carrera hacia el número 10 de Downing Street, el ex alcalde de Londres Boris Johnson, anunció que no se presentaría como candidato a sucederle; y, finalmente, Theresa May, ministra del Interior en el momento referéndum, fue la elegida para dirigir la negociación con la UE e invocar el artículo 50 del Tratado de Lisboa.
Los largos meses de negociaciones entre la primera ministra británica y Bruselas culminaron en noviembre de 2018 con un polémico acuerdo que May no consigue vender a los miembros de la Cámara de los Comunes y que podría ser el motivo de que Gran Bretaña abandone el bloque comunitario sin un acuerdo. Los parlamentarios rechazaron en enero el texto por considerar que Reino Unido seguiría vinculado a las normas de la UE a través de la salvaguarda irlandesa o Backstop, una garantía legal que evitaría una frontera física entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte y que entraría en vigor en caso de que Gran Bretaña y la Unión Europea no lleguen a un acuerdo comercial durante el período de transición del Brexit, en diciembre de 2020. Desde entonces, May ha mantenido reuniones con el negociador de la UE para el Brexit, Michel Barnier, pero todavía no ha logrado que Bruselas modifique su propuesta de divorcio. Este martes May vuelve a someter su plan a una votación en la Cámara de los Comunes sin que se prevea que logre el sí definitivo.
Manifestantes antibrexit este martes a las puertas del Parlamento en Londres (Reino Unido)
Los meses previos al temido día B se han caracterizado por una sucesión de crisis dentro de la política británica. Antes de la votación del borrador del acuerdo alcanzado entre Theresa May y la UE en el Parlamento europeo, la primera ministra británica se enfrentó a una cascada de dimisiones dentro de su propio gabinete; entre ellas, la del ministro para la salida de la Unión Europea, Dominic Raab, por desacuerdos con dicho pacto preliminar. En diciembre, May sobrevivió a un voto de confianza —200 parlamentarios votaron a su favor frente a 117 que votaron en contra—impulsado por 48 diputados conservadores por considerar que el acuerdo es una “traición” al resultado del referéndum de 2016. Asimismo, el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, planteó a principios de año una moción de censura contra la primera ministra tras el rechazo de la Cámara de los Comunes —con 432 votos en contra y 202 a favor— al acuerdo del Brexit alcanzado con la UE. May salvó la moción de censura al no contar Corbyn con los apoyos necesarios.
En lo que se refiere al Partido Laborista, este periodo tampoco ha estado exento de sobresaltos y es que, a pesar de que en las elecciones generales de 2017 Corbyn remontó 10 puntos respecto a los anteriores comicios y se quedó a tan solo dos puntos de su rival, muchos dentro del partido nunca le han visto como una alternativa real a May. Al final, las críticas internas por la postura ambigua de Corbyn respecto al Brexit dieron lugar a la dimisión de siete diputados laboristas a mediados de febrero.
Theresa May, la Unión Europea, el Parlamento británico, la libra, las empresas o el Backstop han acaparado la atención de los medios de comunicación a lo largo de estos dos años y medio pero no son los únicos actores que participan en la función. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, cuando se produjo la votación del referéndum, en Reino Unido vivían más de 100.000 españoles. En la actualidad, esa cifra asciende a casi 130.000 a los que la consumación del Brexit les podría cambiar la vida.
Las empresas quieren a los extranjeros
“Los extranjeros quitan los puestos de trabajo a los británicos” fue uno de los principales argumentos enarbolados por los partidarios del Brexit con los que consiguieron decantar la balanza a su favor en el referéndum de 2016. Desde entonces, los planes de la primera ministra británica y su Gabinete han estados orientados a dejar claro que los británicos tendrán preferencia sobre los extranjeros, tanto a nivel laboral como educativo. Dos ejemplos de ello son: el anuncio de la ministra de Interior por aquel entonces, Amber Rudd, de que las empresas tendrían que elaborar un informe detallando el número de extranjeros en plantilla —medida que desmintió al día siguiente el ministro de Defensa, Michael Fallon— o el comentario del ministro de Sanidad británico, Jeremy Hunt, sobre que entre sus objetivos principales estaba “lograr que en 10 años todos los médicos que ejerzan en el país sean británicos”.
Alrededor de 130.000 ciudadanos de la Unión Europea abandonaron en 2017 Reino Unido, según los datos facilitados por la Oficina Nacional de Estadística, aunque no es posible determinar con precisión si el Brexit fue la razón principal o un motivo más. infoLibre se ha puesto en contacto con cinco españoles residentes en Gran Bretaña para conocer cómo afrontan este momento histórico.
“No me veo viviendo aquí toda la vida pero no quiero que me digan cuándo me tengo que volver”, dice David, licenciado en ADE. Llegó a Edimburgo después del referéndum —en febrero de 2017— y, al igual que la mayoría de los españoles que viven en Reino Unido, se mudó en busca de trabajo. Él no tuvo ningún problema para encontrar empleo. Su jefe actual no consideró que el hecho de ser extranjero fuera un problema y en ningún momento mencionó el asunto del Brexit durante la entrevista. “Si dependiera de muchos empresarios, por ejemplo de mi jefe, harían lo que estuviera en sus manos para ayudarte si realmente te quieres quedar”, explica David.
El caso de Conchita es un poco diferente. Ella se mudó a Londres en 2012 por motivos personales, no profesionales, pero coincide con David en cuanto a la postura de las empresas y los trabajares extranjeros. Licenciada en Psicología, trabaja en el departamento de formación de una multinacional. Recuerda que el día que salieron los resultados de la votación tuvo una reunión con su jefa directa y con la responsable del departamento, un poco para ver que tal estaba y para decirle que no se preocupara, "que ellas no eran brexiters, y que, aunque no sabían que iba a pasar, me ayudarían en todo lo que pudieran”. Según señala, en su empresa ofrecen a los posibles afectados por el Brexit una consulta con un empleado de la consultora PwC para resolver cualquier duda.
¿Un país más racistas después del 'Brexit'?
Según un informe elaborado por el Ministerio del Interior británico, los ataques por motivos de odio aumentaron hasta alcanzar niveles récord entre los meses de julio y septiembre de 2016. Dos años después, la relatora especial de Naciones Unidos en materias relacionadas con racismo y xenofobia, Tendayi Achiume, declaró tras una visita a Gran Bretaña que “el ambiente antes, durante y después del referéndum ha provocado que inmigrantes irregulares, minorías raciales y étnicas que están en situación regular, así como a muchos británicos que tienen reconocida su ciudadanía desde la época colonial, sean más vulnerables a la discriminación racial y a la intolerancia”.
En el caso de los españoles con los que ha hablado infoLibre, todos han escuchado historias y casos de ataques o conductas racistas aunque ninguno ha vivido o presenciado una situación por el estilo y tampoco han tenido la sensación de que no ser bienvenidos. Irache solo lleva unos meses en Londres trabajando en una tienda de ropa pero lo tiene claro: “El racismo no es algo que veas muy a menudo, aunque también exista, Londres es una ciudad con una diversidad increíble de nacionalidades y razas; no sé las cifras exactas pero me da la sensación que hay más gente de fuera de Reino Unido que de aquí”.
David coincide con Irache pero matiza que “no es lo mismo vivir en una ciudad como Edimburgo o la capital del país que en un pueblo en el norte de Escocía o en plena campiña inglesa donde la gente tiene una mentalidad más cerrada”.
Por su parte, Conchita sí que considera que el Brexit ha cambiado la actitud de la sociedad, “ha dado alas a un racismo que antes no existía y ahora en la sociedad hay un racismo latente”.
Un segundo referéndum
“Nada más conocerse los resultados, cundió el pánico: se desplomó la libra, en las noticias decían que Irlanda del Norte se iba a unir a la República de Irlanda y la sensación general era que Gran Bretaña se hundía”, recuerda Silvia, una barcelonesa que lleva desde 2012 impartiendo clases de español a empleados de bancos y aseguradoras financieras en Londres. Silvia recuerda que cuando llegó a clase aquella mañana, un alumno le comentó que había votado a favor del Brexit pero que se arrepentía de haberlo hecho, “fue entonces cuando me di cuenta de que gente de Londres también había votadosí, que no era algo exclusivo de los pueblos pequeños”.
En los días posteriores a la votación, muchos todavía albergaban la esperanza de que fuera posible enmendar el error y hacer como si nada hubiera pasado. El de 2 julio de 2016, más de 40.000 de personas tomaron las calles de Londres para exigir la celebración de elecciones y un nuevo referéndum. Esa esperanza desapareció el 29 de marzo de 2017, día en el que Theresa May firmó la carta dirigida al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en la que invocaba al artículo 50 del Tratado de Lisboa y ponía en marcha el proceso de negociación para abandonar la UE.
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Miguel trabaja como BIM coordinator en Londres y no conoce a nadie que votara sí pero si sabe que, por ejemplo, mucha gente no ha visto la película sobre el Brexit (Brexit: The Uncivil War cuenta las maquinaciones de Dominic Cummings, el político y ex asesor de Michael Gove que consiguió, gracias a mentiras y el uso de datos personales de los votantes facilitados por Cambridge Analytica, que triunfara el frente eurófobo defensor de la salida de Reino Unido de la UE) porque “les da vergüenza lo tontos que han sido”.
La celebración de un segundo referéndum ha vuelto a ser una opción desde que parece poco probable que el Parlamento británico apruebe el plan de salida negociado por May. Después de la cascada de dimisiones en las filas de los laboristas, Corbyn cedió a las presiones y tomó posiciones mediante el anuncio de que su partido estaría dispuesto a abstenerse durante la votación que tendrá lugar el próximo 12 de marzo con la condición de que se convoque un segundo referéndum en el que los británicos tendrían la última palabra.
La campaña People’s Vote ha convocado la manifestación Put it to the People (Póngalo en manos de la gente) el próximo 23 de marzo en centro de Londres, seis días antes de que el Reino Unido abandone la UE, para exigir la celebración de un segundo referéndum.
Dos años y medio después de la votación del referéndum y a pocas semanas para que el Reino Unido abandone la Unión Europea, ni Theresa May, ni Jean-Claude Juncker y mucho menos los ciudadanos saben si la ruptura se llevará a cabo con o sin un acuerdo entre ambas partes.