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El mar se traga cada vez más barcos en la mortífera ruta migratoria entre África y Canarias

El barco 'Astral', de la ONG Open Arms, junto a una patera donde viajan un total de 70 migrantes.

Nejma Brahim (Mediapart)

La embarcación zarpó de la costa mauritana, a unos 100 kilómetros de la ciudad de Nuakchot, en la noche del 7 al 8 de enero. A bordo iban 107 o 108 personas, que esperaban llegar, en pocos días de navegación por el Atlántico, a las Islas Canarias, archipiélago donde habitualmente llegan los inmigrantes desde hace casi cuatro años. 

"Entre los pasajeros había al menos cuatro personas de mi pueblo, además de mi hermano", confiesa Kemoko, un maliense afincado en la región parisina, casi veinte días después de su partida, compungido por la preocupación. Este treintañero no sabía nada de los planes de su hermano hasta que se enteró de que estaba en Mauritania, listo para partir. "Cuando intenté ponerme en contacto con él, me enteré de que ya había zarpado".

¿Por qué se fueron? "Buscaban una vida mejor, como todo el mundo", responde con pragmatismo. Ni Kemoko ni los familiares de los otros pasajeros han vuelto a saber de ellos, así que se han organizado, con sus parientes pero también con el alcalde del pueblo, para intentar localizarlos. "Tuvimos que hacer una lista de todas las personas que podrían estar a bordo, con su identidad completa y su pueblo de origen", explica Moussa Sissoko, presidente de la Federación de Asociaciones de Desarrollo de la comuna francesa de Dialafara, que también fue alertado de la situación a mediados de enero. 

También se puso en contacto con dos ONG, Caminando Fronteras, que intenta identificar a personas desaparecidas en esa ruta migratoria, y la plataforma Alarmphone, que a veces está en contacto directo con exiliados en apuros en el mar o con sus familiares en tierra, y que recibe numerosos avisos, bien de dificultades encontradas en el mar, bien en caso de personas desaparecidas. 

Una ruta migratoria reactivada

"Creemos haber identificado la embarcación en cuestión, porque nos habían informado las familias", informa Helena Maleno, de la ONG Caminando Fronteras, que dice haber alertado inmediatamente a las autoridades de búsqueda y salvamento. Destaca la especial peligrosidad de esta ruta migratoria, en la que es posible "desaparecer" sin dejar rastro en las entrañas del océano. 

Como ha documentado Mediapart, la ruta se reactivó en 2019-2020 tras permanecer inactiva durante casi dos décadas, principalmente debido al aumento de la vigilancia fronteriza y a la aparición de la ruta libia a través del Mediterráneo central. "Esta ruta se reactiva simplemente porque se han cerrado otras", explicó Eva Ottavy, responsable de Solidaridad Internacional de Cimade, poco después del naufragio de una embarcación procedente de la costa de Senegal en la que viajaban 200 personas. 

Todavía queda un pequeño resquicio de esperanza, que disminuye cada día

Cybèle, familiar de desaparecidos

Desde entonces, esa ruta no ha dejado de ampliar el número de personas que llegan a Europa. En 2023, las cifras alcanzaron niveles récord: en el archipiélago canario desembarcaron en 2023 más de 39.000 emigrantes, y sólo en enero de 2024 llegaron por mar casi 7.000 personas (más que en todo el primer semestre de 2023). 

Cuando las personas desaparecen sin dejar rastro, "desgraciadamente, para el equipo de vigilancia, lo único que podemos hacer es contactar con Cruz Roja para comprobar si han llegado a tierra", explica Lucía López, de la ONG Alarmphone. "Al cabo de unos días, si nadie de la embarcación se ha puesto en contacto, el pronóstico es bastante desalentador". Ponerse en contacto con la Cruz Roja también puede dar pistas sobre el lugar de un posible naufragio y en qué orilla podrían aparecen cadáveres. 

Familias angustiadas por la incertidumbre

Hacia el 22 de enero, dos hermanos malienses, uno de 32 años y padre de familia, el otro de 22, partieron a bordo de un cayuco desde la costa de Mauritania, también Nuakchot. "El pasador dijo al principio que habían llegado, luego que era sólo un rumor. Y luego, nada", afirma Cybèle, que luego también intentó avisar a las ONG ya mencionadas. "Fue su hermano, que vive en Francia, quien se preocupó y empezó a buscarlos”.

La familia intentó seguir su rastro hasta Dakhla, en el Sáhara Occidental, pero sin éxito. Pero el 15 de febrero las noticias son "malas": una embarcación que había zarpado el 24 de enero, identificada por la ONG Caminando Fronteras, coincidía con la descripción de la suya. "Los hermanos que buscábamos iban probablemente en ese barco que había desaparecido. Eran 66 a bordo. Estamos desolados", dice Cybèle, que explica que vinieron en busca de una "vida mejor", con el objetivo de ayudar a sus familias en Malí.

Menos de un mes después de su desaparición, añade que aún le queda "un pequeño resquicio de esperanza, que disminuye cada día". El hermano de los dos desaparecidos ha denunciado su desaparición al Comité Internacional de la Cruz Roja que, como ya informamos en el caso de otra ruta migratoria que une Túnez con Italia, ayuda a buscar e identificar a los náufragos y a restablecer los vínculos familiares. 

Lo más sorprendente, concluye, es que nunca imaginó ni por un segundo que llegarían a España a través del océano Atlántico; él mismo había emigrado a Europa, pero por el Mediterráneo. 

Para Mia (nombre ficticio), cuya amiga había perdido la pista de su hermano, que también había partido de Mauritania para llegar a Canarias, el desenlace fue relativamente más positivo. Tras semanas de búsqueda infructuosa, su hermano fue encontrado en una lista elaborada por la policía de un grupo de personas que habían sido devueltas a la frontera maliense y que, al parecer, fueron detenidas en Malí. El joven fue interceptado poco después de la travesía y todos los pasajeros sobrevivieron. Hasta ahora, la joven aún no ha podido ponerse en contacto con su hermano, por lo que siguen muchas preguntas sin respuesta. 

Tras un año récord en llegadas por mar, su número "no ha bajado desde enero, a pesar de que la mar no es tan buena", señala Raphaële, una residente canaria implicada en la red Migreurop, que lleva varios años siguiendo la evolución migratoria en el archipiélago. "Lo que ocurre en Senegal desde hace tiempo no es un factor insignificante en este problema", añade. 

Luto imposible

Gestionar las desapariciones forma parte cada vez más del trabajo del colectivo Solidaridad con las personas migrantes de Lanzarote, explica Laetitia Marthe, residente en Lanzarote y miembro del grupo. Las pateras que parten de Senegal o Mauritania suelen llegar a la isla de El Hierro (10.000 habitantes). 

Pero a pesar de las alertas que puede recibir el colectivo, sigue siendo muy difícil para sus miembros, "como activistas o militantes", acceder a los procedimientos y protocolos oficiales. El Comité Internacional de la Cruz Roja puede actuar, pero deben ser las familias directamente quienes lo pidan .

Señala que la mayoría de las veces, la búsqueda es infructuosa. "En el caso de una embarcación que ha desaparecido en su totalidad (lo que se conoce como naufragios invisibles), es prácticamente imposible rastrear su origen. E incluso en el caso de una embarcación que llega con supervivientes o cadáveres, sigue siendo extremadamente complicado".

En 2022 llegó un bote con un solo superviviente y cuatro cadáveres, que fueron enterrados sin ser identificados. A pesar de que un activista había logrado conectar con probables familiares, no pudo conseguir que vinieran para realizar las pruebas de ADN que lo habrían confirmado. 

"Ninguna familia, ya sea inmigrante en Europa en situación irregular o desde África, puede permitirse los costes y riesgos de viajar para aportar su ADN", explica Marthe. La miembro del colectivo describe una situación muy compleja, en la que se mezcla el duelo siempre inacabado con la esperanza de que las personas sigan vivas. 

Otro problema son los imposibles trámites post mortem, como la pensión de viudedad o la herencia, que muchas personas no pueden cobrar porque los cuerpos de los desaparecidos nunca han sido encontrados o identificados, debido a la falta de un certificado de defunción. Marthe subraya la "gran cantidad de familias, incluso de pueblos" a las que puede afectar ese problema. 

Otro problema son los imposibles trámites 'post mortem', como la pensión de viudedad o la herencia que muchas personas no pueden cobrar porque los cuerpos de los desaparecidos nunca han sido encontrados o identificados

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"Estamos a favor de la libertad de circulación. Estamos en contra de este sistema de acogida, que no existiría si la gente pudiera viajar como cualquier otra persona, con visado y en avión. No tendrían que pasar por Canarias si pudieran llegar a su país de destino de otra manera", dice Laetitia Marthe, indignada por el trato que se dispensa a los inmigrantes.

 

Traducción de Miguel López

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