La receta de ayudas públicas de Biden dispara la economía de EEUU mientras que la de Europa se estanca

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Romaric Godin (Mediapart)

Nunca ha sido tan grande la brecha entre ambos lados del Atlántico. Al menos en lo que respecta al crecimiento. El martes 30 de enero de 2024, Eurostat anunció que el PIB de la zona euro se había estancado en el cuarto trimestre del año pasado y había aumentado ligeramente un 0,6% en el conjunto de 2023. El 25 de enero, la Oficina de Análisis Económico estadounidense (BEA) anunció un crecimiento del 0,83% en tres meses (3,3% interanual), y en el conjunto del año el crecimiento fue del 2,5%, tras el 1,9% de 2022. 

En claro contraste, el crecimiento de Estados Unidos el año pasado fue cuatro veces más rápido que el de la zona euro y eso no es mera casualidad. La diferencia entre los PIB de ambas regiones es ahora del 32% a favor de Estados Unidos, frente al 11% al comienzo del euro. 

A lo largo de todo el periodo, el fracaso de las políticas económicas europeas, en particular pero no únicamente durante la década de 2010, explica gran parte de la brecha. Pero, ¿la reciente profundización de la brecha no tendrá que ver más con la particular fortaleza de la economía americana? 

Lo que es cierto es que este crecimiento de 2023 al otro lado del Atlántico ha cogido a todo el mundo por sorpresa. Hace un año, el ambiente era claramente pesimista y todo el mundo esperaba una recesión. Hasta hace poco, el consenso entre los economistas era de un crecimiento anual del 2%. En resumen, la economía americana no deja de sorprender positivamente. Pero admitamos que esta expansión es bastante aislada en un contexto económico internacional deprimido.

Los temores de recesión a principios del año pasado no estaban realmente injustificados. La caída de los ingresos reales y la subida de tipos de la Reserva Federal no auguraban nada bueno para la economía americana. Pero hacia mediados de año, todo parece que dio un giro y el crecimiento se aceleró. 

Gracias al Estado

¿Qué ha ocurrido? La hipótesis más probable, y la que las cifras publicadas hacen más creíble, se refiere a los efectos positivos de la política de apoyo de la administración Biden. Ese apoyo fue masivo e incluyó tanto la ayuda llamada "Covid" en 2021 como el plan de estímulo conocido como "Inflation Reduction Act" (IRA) aprobado en 2022, que preveía casi 900.000 millones de dólares de gastos, así como una reducción del precio de los medicamentos. 

Esa política puede haber actuado como una contra-tendencia a la subida de tipos de la Reserva Federal sobre la inversión y ha animado a algunas empresas a anticipar un efecto positivo sobre la demanda futura. 

¿Por qué ha sido esa política una fuerza impulsora? La mayoría de los observadores se centran más bien en el crecimiento del consumo de los hogares que, si bien es cierto que siguió siendo vigoroso, se desaceleró entre 2022 y 2023 (del 2,5% al 2,2%), por lo que no puede explicar la aceleración del crecimiento económico. En cambio, hay dos elementos que se han acelerado fuertemente en 2023: la inversión en "estructuras" y el gasto público. 

Este último aumentó un 4% y representó el 27,2% del aumento del PIB en el año. Los gastos directos en defensa representaron el 18% de esta contribución, impulsada principalmente por los gastos de los Estados federados y las administraciones locales. Al añadir casi 0,7 puntos del PIB a lo largo del año, el gasto público contribuyó claramente a acelerar el crecimiento. 

El otro pilar de esta aceleración es la inversión en "estructuras", es decir, fábricas, carreteras y almacenes. Este tipo de inversión se beneficia de subvenciones masivas en virtud de la LRA, y aumentó un 12,7% a lo largo del año, aportando 0,4 puntos al PIB. El aumento fue especialmente espectacular en la industria, donde este tipo de inversión aumentó un 69,3% a lo largo del año, impulsada en particular por el apoyo directo a las fábricas de semiconductores de Washington. Prueba del efecto de este apoyo público es que la inversión en equipos excluidos de las ayudas del IRA cayó un 0,1%. 

Por lo demás, una vez aislados los efectos de estas ayudas públicas, la economía estadounidense no atraviesa un buen momento. La inversión global sigue lastrada por la caída de las ventas inmobiliarias, un 1,2% en el año, a pesar del "boom" de la inversión en estructuras. El crecimiento de la inversión en "propiedad intelectual", es decir, en el sector tecnológico, alcanzó su nivel más bajo desde 2010, con un 4,3%. 

El comercio exterior también tuvo una contribución positiva al crecimiento de 0,6 puntos en 2023, pero con una clara desaceleración de las exportaciones (del 7% al 2,7% en un año), y un hundimiento del valor de las importaciones (-1,7%), en gran parte como consecuencia de la caída de los precios. En consecuencia, la contribución del comercio exterior al PIB es elevada, pero no especialmente dinámica.

En términos de consumo de los hogares, el crecimiento es realmente notable, representando el 60% del crecimiento total en 2023, pero hay que matizar. En efecto, se observa un fuerte crecimiento del gasto en bienes, principalmente "recreativos" (televisores, teléfonos, productos informáticos), que aumenta un 12,1% en 2023 (y representa el 73% del total del gasto en bienes), y en servicios de restauración (+10,7%). 

Pero más del 40% del aumento del consumo en 2023 se explica por dos partidas: los servicios sanitarios y "otros bienes no duraderos", que son principalmente medicamentos. Estas dos partidas aportaron al menos 0,7 puntos de crecimiento en 2023, frente a 0,5 puntos en 2022. En otras palabras, el "vigor" del consumo estadounidense se basa sobre todo en un gasto limitado, principalmente en sanidad, que difícilmente refleja un optimismo renovado de los consumidores. 

Los límites del crecimiento

Este es uno de los aspectos más paradójicos del crecimiento estadounidense. Aunque los economistas y el propio Joe Biden celebren la excelente sorpresa de las cifras de 2023, la percepción de los ciudadanos no concuerda con las estadísticas. En una reciente encuesta, sólo el 28% consideraba "bueno" el estado de la economía, mientras que el 68% se declaraba insatisfecho con la política económica de Joe Biden. 

Pero esta paradoja no es del todo incomprensible. Como hemos visto, una gran parte del gasto es limitado, y varias estadísticas demuestran que la situación material de los americanos no es ideal. La tasa oficial de pobreza se estancó en 2022 en el 11,5% de la población, pero las autoridades han calculado una "tasa ampliada" que tiene en cuenta las transferencias no monetarias y la política fiscal. Y esa tasa muestra un fuerte aumento entre 2021 y 2022, pasando del 7,4% al 12,1%. 

Hay otros criterios que se deterioran claramente, como la esperanza de vida. Es verdad que esos indicadores se desfasan con el tiempo, pero es evidente que existe una brecha entre la expansión económica general y el bienestar general de la población americana. 

Hay, además, una pista que puede explicar esta paradoja: la divergencia entre estas cifras del PIB y las de la Renta Interior Bruta (RIB). A diferencia del PIB, la RIB agrega el crecimiento de la renta, los beneficios y los impuestos. En teoría, los dos indicadores reflejan la misma realidad desde dos puntos de vista diferentes y a partir de fuentes distintas: el PIB por la producción, la RIB por la renta. Por tanto, deberían ser iguales. En realidad, siempre están muy próximos si excluimos algunas fricciones estadísticas.

 Pero en el tercer trimestre de 2023, la RIB sólo aumentó un 1,5% interanual, 3,4 puntos menos que el PIB. A lo largo de un año (hasta finales de septiembre de 2023), la RIB cayó un 0,2%, mientras que el PIB aumentó un 3%. Una diferencia así es prácticamente inédita en los Estados Unidos desde la posguerra. Refleja una tensión que revela claramente que algo falla en las cifras estadounidenses

Esta diferencia puede traducirse así: una parte de la producción no tiene contrapartida en ingresos, y esa diferencia, si no se resuelve en el futuro mediante correcciones estadísticas, puede explicar la tensión entre las cifras rimbombantes y la tensión sobre el terreno. 

Los salarios reales han vuelto a subir en 2023. En diciembre, los ingresos medios por hora registraron una subida interanual real del 0,8%, pero los niveles salariales están ahora muy desconectados de los precios. Entre 2021 y 2022, el salario medio real por hora cayó un 7%. A finales de 2023, era un 2,5% más alto que a finales de 2019. 

Dado el peso y el crecimiento del gasto en sanidad y otras necesidades, es comprensible que muchos estadounidenses no sientan que hayan progresado económicamente desde que Joe Biden asumió el cargo. 

Además, aunque el crecimiento global de Estados Unidos parece vigoroso desde una perspectiva europea, ese nivel de crecimiento no tiene nada de excepcional, contrariamente a lo que afirma la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, cuando habla del "crecimiento más rápido jamás registrado". De hecho, hay que situar esta cifra en su contexto.

Con su crecimiento en el cuarto trimestre de 2023, la economía americana ha vuelto así a la tendencia del periodo 2009-2019, un periodo de crecimiento moderado. A finales de año, el PIB trimestral superó esta tendencia en un 1,21%, lo que es realmente notable si se compara con las economías europeas, pero en ningún caso excepcional. Ese nivel sigue estando un 4,5% por debajo de la tendencia de crecimiento del periodo 2002-2008. 

Por tanto, la debilidad de Europa no debe confundirse con la fortaleza de Estados Unidos. El crecimiento anual del 2,5% en 2023 es el mismo que en 2019, y ha sido igualado y superado en seis ocasiones durante la década de 2010. Se trata de un crecimiento más bien débil en comparación con las tendencias de las décadas de 1990 y 2000. En resumen, aún estamos lejos de los "felices años veinte". 

Hacia la estabilización

Por el momento, la situación parece tender hacia una "normalización" del crecimiento estadounidense. En sus últimas previsiones, el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica un crecimiento del 2,1% en 2024, que seguiría siendo bastante elevado. Pero para disfrutar realmente de una década de crecimiento excepcional, Estados Unidos necesitará una aceleración de la productividad, que permita financiar aumentos sostenibles de los salarios reales.  

En el tercer trimestre, la productividad creció un 2,4% interanual y un 5,2% trimestral, tasas de crecimiento elevadas para nuestra época. Desde finales de 2004, fuera del periodo de crisis, este nivel trimestral solo se ha superado una vez, a finales de 2019. 

Pero se trata sobre todo de la corrección de una caída del 1,9% en el conjunto de 2022. A pesar de esos aumentos, la tendencia del aumento de la productividad sigue siendo inevitablemente a la baja. Es más, la subida está completamente ausente en el sector manufacturero, donde la productividad cayó en el tercer trimestre de diciembre un 0,7% interanual y un 0,8% trimestral.

Por tanto, no hay elementos para esperar que la productividad vuelva a aumentar. La inversión en software ha crecido más despacio en 2023 que en 2022, y la inversión en investigación y desarrollo incluso cayó a finales de año. Es así difícil ver cualquier movimiento que apoye la idea de que incluso un aumento temporal de la productividad apoye el crecimiento, como fue el caso a finales de la década de 1990. 

Así pues, probablemente tendremos que conformarnos con un crecimiento moderado según los estándares americanos, que no son los de la zona euro. Pero se trata de un crecimiento apoyado activamente por el Estado, algo que los europeos se niegan a hacer por apego al viejo modelo neoliberal. Pero aunque Estados Unidos ya no cree, con razón, en estas quimeras –y estas cifras le dan la razón–, todavía no ha encontrado la respuesta a la crisis más profunda del capitalismo. 

Porque, como acabamos de ver, el crecimiento no lo resuelve todo, ni mucho menos. Lograr el crecimiento exportando gas de esquisto licuado, cargando los gastos sanitarios o financiando al sector privado que es incapaz de mejorar su productividad, no resolverá esta crisis. Estados Unidos puede estar a la cabeza en términos de PIB, pero no representa una salida creíble a largo plazo.  

El crecimiento francés se estanca

El PIB francés se mantuvo estable en el último trimestre de 2023, según las cifras oficiales del instituto de Estadística publicadas el 30 de enero. En el conjunto del año, el crecimiento se situó en el 0,9%. Sobre el papel, la economía francesa, que también se estancó el trimestre anterior, evitó la recesión definida por dos trimestres consecutivos de caída del PIB.  

Sin embargo, los datos publicados son bastante preocupantes sobre el estado de la economía francesa. El consumo de los hogares cayó un 0,1% durante el trimestre y la inversión descendió un 0,7%. La demanda interna quitó así 0,1 puntos al PIB. El crecimiento se estabilizó solo gracias a la caída de las importaciones. 

Esta cifra será sin duda objeto de revisión, pero confirma que el país, al igual que la zona euro, se encuentra en una fase duradera de estancamiento. La tasa de crecimiento para 2024 (la que se alcanza en caso de crecimiento trimestral nulo durante todo el año) será tan sólo del 0,1%.

 

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Traducción de Miguel López

 

Nunca ha sido tan grande la brecha entre ambos lados del Atlántico. Al menos en lo que respecta al crecimiento. El martes 30 de enero de 2024, Eurostat anunció que el PIB de la zona euro se había estancado en el cuarto trimestre del año pasado y había aumentado ligeramente un 0,6% en el conjunto de 2023. El 25 de enero, la Oficina de Análisis Económico estadounidense (BEA) anunció un crecimiento del 0,83% en tres meses (3,3% interanual), y en el conjunto del año el crecimiento fue del 2,5%, tras el 1,9% de 2022. 

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