WhatsApps: un incendio sin fuego Pilar Velasco

Hay un debate legítimo y necesario sobre cómo se va a rearmar Europa y qué papel quiere jugar España. Y tiene que haber un espacio para que las decisiones del Gobierno en defensa no acaben en un agujero moral y mortal en la coalición y sus bases. La sacudida por el contrato balístico a la industria israelí debería ser el piloto rojo que recoloque al PSOE entre su responsabilidad de Estado, los acuerdos con el socio y la opinión pública que respalda el bloque. Sánchez sabe que no puede contar con el PP y tampoco sería coherente invertir en armamento con la derecha y aislarse de la coalición en un tema nuclear que acaba de echar a andar en Europa y España. Es más, en un asunto que necesita de perspectiva ética, social y progresista.
El ejecutivo ha resuelto de forma práctica la exigencia de la OTAN antes de la cumbre de junio. El Plan de gasto militar hasta el 2% del PIB pasará por Bruselas y ya tiene el visto bueno del Secretario General, Mark Rutte, tan proclive a poner los intereses de Trump por delante de la UE. Aprobar el Plan de Reindustrialización y Defensa es mandatorio en la alianza con Bruselas y se ha hecho antes saltándose el parlamento. En 2014 Mariano Rajoy comprometió el 2% del PIB sin el Congreso y sin comparecencia. En 2018 salió del gobierno con un exiguo 0,9%. Ni Rajoy se había vuelto antimilitarista ni de IU, simplemente, la defensa no era prioritaria. Ahora lo es y Sánchez ha elegido la fórmula de la ejecución presupuestaria pura y dura. Hasta hoy, a la coalición le favorecía no pasar por el Congreso. Pero el polémico contrato de armas a Israel hace ineludibles las explicaciones parlamentarias.
El Gobierno necesita resolver con sentido práctico los asuntos de Estado sin subestimar las sensibilidades antibelicistas del bloque de investidura
El plan de defensa se hace con el compromiso de no tocar el gasto social, subir impuestos o aumentar el déficit. En síntesis, Sánchez ha resuelto el papelón de 2025 y no tiene sentido cerrar la cifra de 2026 en un contexto geopolítico tan convulso. Pero que el gasto en defensa no genere un socavón en las cuentas públicas no significa ignorar las voces y posturas de los socios. En un debate que acaba de empezar es más saludable para la esfera pública meter a todos dentro.
La seguridad y la autonomía estratégica se han impuesto y la geopolítica es el eclipse de otros asuntos. “No hablo de la paz como concepto, sino de lo que trae consigo una política de guerra”, decía la portavoz de Sumar, Verónica Barbero, a raíz de la crisis por la compra de balas a Israel. Ya que no se habla de la reducción de la jornada laboral o el SMI, hablemos de qué economía de seguridad y autonomía industrial tendremos y qué implica. El Gobierno necesita el balance entre cumplir con la OTAN y abrir la conversación sobre cuánto gastamos, a qué precio y qué consecuencias tendría no hacerlo. Es ahí donde, como reconocía Gabriel Rufián, se abren las contradicciones para todos. Y gobernar es cabalgarlas, como decía Pablo Iglesias cuando ya se disparó el gasto en defensa con Podemos en el ejecutivo.
El Gobierno necesita resolver con sentido práctico los asuntos de Estado sin subestimar las sensibilidades antibelicistas del bloque de investidura. El error del contrato con Israel de 6,6 millones de euros en balas sintetiza muy bien cómo los errores de comunicación se convierten en problemas reales. La compra ya fue polémica en 2024 cuando Sumar exigió su cancelación y el ejecutivo se comprometió por carta a revocarlo. En respuesta parlamentaria el ministro Fernando Grande Marlaska aseguró que “no había sido firmado” y la rescisión estaba “en marcha”.
Los 15 millones de balas atraviesan algo irrenunciable para Sumar e IU, la defensa y protección del pueblo palestino. Si no podía romper el contrato, el Gobierno debió informar a su socio y comprometerse a que fuera el último. Ahora, es el ejecutivo quien tiene que dar una respuesta a esta crisis.
Desde el minuto cero de la primera coalición, el Gobierno dejó claro que la política exterior, defensa e interior son políticas de Estado delegadas en los ministros socialistas del ramo. Pero las decisiones unilaterales, incumpliendo acuerdos, debilitan la coalición en un asunto que incluso en las bases del PSOE genera recelo. Desde Sumar e IU, la vicepresidenta Yolanda Díaz y el portavoz Enrique Santiago han sido responsables en una reacción medida. El propio Santiago habla de “desencuentro” y no “crisis” y ha lanzado una indirecta a Antonio Maíllo señalando que una hipotética salida del Gobierno se decide por toda la coalición y no una de sus marcas. Esa capacidad de presión para romper es precisamente la fuerza del socio minoritario. Y la compra de material bélico a Israel toca muchos nervios para tomárselo a la ligera sin que tenga consecuencias. Por la carga moral e histórica de los cuadros de Sumar e IU, es seguramente el único asunto que podría generar una ruptura real.
Lo más...
Lo más...
LeídoSánchez, a Feijóo: "Se regodea con una filtración que es delito, pero va a perder en 2027"
Antonio Ruiz Valdivia'Una niña hecha y derecha'
Las primeras narraciones extensas de Luis Martín-Santos, hasta ahora inéditas
Te invito a mi funeral ficticio