Igual que el nombre de Agnelli, en Italia, durante la época dorada de Fiat, hablar de Espirito Santo en Portugal hacía pensar inmediatamente en una familia principesca que campaba a sus anchas por los pasillos de los centros de decisión política en el paísprincipesca. El imperio financiero, comercial e inmobiliario –cuya joya de la corona sigue siendo a día de hoy (¿hasta cuándo?) el Banco Espirito Santo (BES), el primero del país a tenor de los balances, el que ha dado de comer a varios cientos de sus herederos acostumbrados a llevar un gran tren de vida– se encuentra en la cuerda floja. El fracaso de la aventura en Angola, emprendida por el patriarca de la familia, Ricardo Espirito Santo Sil Salgado, golpea a la familia, que ha visto dañada su reputación, pero también el bolsillo, hasta el punto de que puede perder, por segunda vez, “su” banco, nacionalizado en 1975.
El pasado jueves 10 de julio la Bolsa de Lisboa vivió una jornada negra que contribuyó a aumentar el nivel de incertidumbre en los mercados internacionales de acciones y obligaciones, tras conocerse la incapacidad de las filiales de Espirito Santo Financial Group (ESFG) –el holding en manos del que está una cuarta parte del capital del Banco Espirito Santo– de hacer frente al vencimiento de la deuda (sobre todo la banca privada de Suiza). La Bolsa de Lisboa suspendió la cotización de las acciones del BES, que han perdido la mitad del valor desde el inicio de las dificultades. Para la entidad francesa Crédit Agricole, segundo accionista de BES y propietario de un 15% del capital del banco, supone un nuevo fiasco fuera de Francia. Pese a todo, el llamado “banco verde” francés no atraviesa por una situación de riesgo similar a la vivida en Grecia, donde la compra del banco Emporiki le supuso pérdidas por valor de 10.000 millones de euros.
Para el Banco de Portugal –que finalmente parece haber tomado consciencia de los riesgos que puede suponer para la estabilidad financiera de un país que ha estado intervenido durante tres años por la troika– se trata del cuarto escándalo bancario. Anteriormente habían caído el Banco Privado Portugués (BPP), el Banco Comercial Portugués (BCP) y el Banco Portugués de Negócios (BPN), lo que pone en entredicho nuevamente la labor de vigilancia bancaria portuguesa, encomendada a Vitor Constancio, actual número dos del BCE. Mientras, al contribuyente portugués, muy golpeado por la crisis, no le faltan razones para estar inquieto ante la perspectiva de tener que pagar por las infamias de los “señores de la familia”.
En el origen de las dificultades del Grupo Espirito Santo (GES) se encuentra la filial bancaria angolesa Banco Espirito Santo (BESA). Ricardo Salgado dejó el grupo en manos de Alvaro Sobrinho con la intención de hacerse con El Dorado angoleño y sin mostrar consideración alguna para con los dirigentes de la antigua colonia portuguesa, bajo tutela de la familia Dos Santos (el presidente vitalicio José Eduardo y su hija Isabel). Sobrinho, miembro destacado de la nomenclatura del régimen del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), había estado a la cabeza del comité ejecutivo de BESA durante más de diez años. Todo indica que el banco sirvió fundamentalmente para financiar a numerosas personalidades del régimen a la hora de realizar inversiones bastante dudosas en cuanto a su destino y a los resultados. Como consecuencia de estas actuaciones, los créditos “de riesgo”, dudosos o “tóxicos” rondan los 6.500 millones de dólares. Finalmente, en 2013, Sobrinho fue sustituido por un miembro de la comsión ejecutiva del MPLA, Paulo Kassoma, exprimer ministro y presidente de la Asamblea Nacional en Luanda.
El hecho de que el Gobierno angoleño haya tenido que otorgar a la filial local del BES una “garantía soberana” de 4.200 millones de euros confirma el particular papel que BESA desempeña. Según una fuente conocedora de los hechos, el “Banco de Portugal estima que dicha garantía es sólida, pero hay una gran incertidumbre sobre las particularidades de la activación”. Sobre todo, dada la opacidad que reina en todo lo que se refiere a la gestión de Sobrinho y la de sus beneficiarios. Solo se sabe que el antiguo jefe de BESA no se olvidó supuestamente de financiar sus empresas personales, lo que le permite tener el control a día de hoy, a través de la sociedad Newshold, de parte de la prensa portuguesa, como el semanario Sol, el diario”i”, la participación minoritaria en la empresa de comunicación Cofina (editora del periódico Correio da Manha, de la revista Sabado, etc.)
Crédit Agrícole: plantar a la familia, proteger a la banca
Pero incluso en Portugal, la gestión de Ricardo Salgado no era muy distinta. Ahora se sabe, después de las informaciones proporcionadas por BES a los mercados, que en los últimos años el banco otorgó 4.000 millones de euros, por conceptos diferentes, a miembros del grupo Espirito Santo. Dicho de otra forma, el dinero de los ahorradores ha servicio para financiar las operaciones de la familia; todo ello en cantidades que los principios sobre concentraciones de riesgos habrían debido prohibir. Se trata de una de las principales deficiencias del llamado capitalismo de connivencia (crony capitalism) que puso de manifiesto la crisis financiera asiática, donde una banca que cotiza en Bolsa y que guarda los ahorros de la gente es la hucha particular de la familia que la controla. Que el regulador portugués no se enterara (aparentemente) de nada dice mucho sobre su incapacidad.
Tras asistir durante demasiado tiempo a las luchas familiares intestinas –especialmente en lo que se refiere a la pugna encarnizada por el poder en el seno de BES entre Ricardo Salgado y su primo, diez años más joven, José Maria Espirito Santo Silva Ricciardi, jefe del banco de negocios BESI–, el Banco de Portugal terminó por dar un golpe en la mesa. Sin duda, se sintió apremiado ante el control de los activos de los bancos europeos que estaba llevando a cabo el BCE y al que seguirá (esperemos que esta vez sean fiables) los nuevos tests de resistencia, concebidos en el marco de la creación de la unión bancaria. Dicho lo cual, parecía imposible seguir escondiendo la basura bajo la alfombra.
Con Salgado fuera de juego, la dirección general del Banco Espirito Santo debería ocuparla, si la asamblea general de accionistas prevista para el próximo 31 de julio así lo ratifica, un reputado economista, que ocupó cargos de responsabilidad en el Tesoro portugués y en el Banco Central, Vitor Bento. Como responsable de la dirección financiera se perfila Joao Moreira Rato, actualmente a la cabeza del organismo que controla la deuda soberana en Portugal. Es lógico que el nuevo equipo no quiera tomar posesión de los cargos hasta que el BES presente las cuentas pero, dada la gravedad de la situación de la entidad, el vacío de poder en el banco hace más difíciles las cosas. Sin ir más lejos, la agencia Moody's ha recortado la calificación de BES en tres niveles y las acciones del banco se hundieron inicialmente un 18% y luego un 6% el pasado 10 de julio.
La estrategia de las autoridades portuguesas consiste en aislar al banco –considerado como solvente y sólido, aunque lo sea a duras penas, como todo el sector bancario luso habida cuenta de la situación económica por la que atraviesa el país– del resto del grupo, que corre serio riesgo de declararse en situación de bancarrota. Ante este panorama, Crédit Agricole, vistas las decisiones tomadas por las autoridades portuguesas, quiso adelantarse y romper, en 2011, la vinculación con la familia, según algunas fuentes conocedoras del caso.
Es así como el "banco verde" salió de las dos joint ventures que tenía con la familia, ESAF y BES Seguros. Sobre todo logró, en mayo pasado, y tras fuertes tensiones con la familia, según las mismas fuentes, disolver el holding Bespar, principal accionista del BES, y dividir los activos. Tras esta operación, financieramente neutra, según estas mismas fuentes, el ESFG controlaba directa e indirectamente un 27,36% del capital de la banca, frente a un control por parte de Crédit Agricole del 20,12%. Una participación que pasó a ser del 14,6% tras la reciente ampliación de capital de BES, en la que la banca verde participó de manera simbólica por importe de 10 millones de euros.
“Crédit Agricole rompió con la familia, pero mantiene su presencia en el banco para no ahondar la crisis”, resumen las mismas fuentes. “Sería mucho más fácil fingir lavar más blanco que blanco, pero esto no ayudaría ni al BES ni al Banco de Portugal”, añaden. El riesgo financiero no es menor, aunque solo sea porque el valor de la participación en el BES se ha hundido, pero no es comparable con la situación vivida en Grecia, donde Crédit Agricole se vio obligado a asegurar la refinanciación de su filial Emporiki, privada de acceso al mercado ante la crisis de la deuda soberana.
La impunidad de una pequeña oligarquía politico-financiera
Sin embargo, la historia de esta participación en el banco portugués no se puede pasar por alto porque implícitamente ha motivado la crisis actual. A principios de los años 90, cuando el Gobierno portugués de la época decidió privatizar el BES, nacionalizado en 1975, en plena revolución de los claveles de 1974, Ricardo Salgado quiso comprar el banco de la familia, pero no podía hacer frente al gasto, según fuentes conocedoras de la situación. Con la promesa de poner en marcha importantes cooperaciones, logró implicar a Crédit Agricole en la operación, pero se aseguró un control exclusivo. Crédit Agricole, al tener presencia minoritaria en Bespar y al no poder vender su participación más que al otro accionista, aunque tiene cuatro representantes en el consejo de administración del BES, no era más que un sleeping partner (socio durmiente) en el banco. El grupo Espirito Santo constituye un ejemplo claro de imperio levantado gracias a los consorcios financieros, con frecuencia situados en paraísos fiscales y que permiten disociar el ejercicio del control y el riesgo financiero. Vía libre a todas las derivas.
El primer ministro portugués Pedro Passos Coelho ha llegado a garantizar que el Estado no tendrá que intervenir y que los “contribuyentes portugueses no deberán asumir pérdidas de entidades privadas”. Considera que los inversores privados deben “sufrir las consecuencias de los negocios frustrados”. Además, ha instado al grupo familiar a negociar lo antes posible con los acreedores una reestructuración de la deuda. Es cierto que la familia posee todavía activos considerables y que sería muy chocante que el contribuyente tuviera que salir al rescate del patrimonio de los herederos de una dinastía que fue, junto con otras familias oligarcas como los Melo o los Champalimaud, una de las grandes beneficiarias de las dádivas del régimen salazarista.
Evidentemente, a los poderes públicos les afecta la calma chica que se vive en estos momentos en los mercados de renta fija europeos y que ha permitido a los países “periféricos” de la zona euro beneficiarse de tasas de interés favorables. A la izquierda de la izquierda, se considera que la “familia naranja” –color del PSD de Passos Coelho–, va a reemplazar a la familia Espirito Santo al frente del BES. Vitor Bento era miembro del Consejo de Estado, próximo al presidente de la República Anival Cavaco Silva, él mismo procedente del centro derecha. Se considera alguien cercano a Eduardo Catroga, antiguo ministro de Finanzas de Cavaco Silva, quizás las figura más gris en la historia de las finanzas en Portugal. Catroga dirigía con la troika la negociación del memorándum en la primavera 2011, en nombre del PSD, todavía en la oposición en el momento en que el Ejecutivo socialista de José Sócrates se vio obligado a pedir el rescate europeo.
Un inversor extranjero cuenta cómo en una visita anterior a 2013, al “superministerio” de Agricultura y Medio Ambiente (desmantelado después), vio con sorpresa que en la oficina de la ministra Assunçao Cristas había numerosos expedientes sobre inversiones, casi todos presentados por el grupo Espirito Santo. La influencia de la familia sigue siendo considerable. Si a día de hoy, Ricardo Salgado ha sido apartado de la presidencia del futuro “consejo estratégico” del BES, será miembro, como su primo José María Ricciardi, junto a los representantes de Crédit Agricole. Este consejo estratégico controlará el consejo de administración en las principales tomas de decisiones relativas a la gestión del banco.
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El patriarca –que tiene numerosos asuntos pendientes por supuesto fraude fiscal, evasión de capitales o por maquillar los balances–, ha logrado escapar hasta ahora de la justicia portuguesa, aunque esta semana fue detenido y tuvo que depositar tres millones de fianza para salir en libertad. Como ejemplo de disfunción del sistema judicial, baste recordar que en el marco de la operación Portucale, los acusados del Grupo Espirito Santo de talar miles de alcornocales (árboles nacionales que se encuentran protegidos) para construir dos campos de golf y una urbanización fueron absueltos. Detrás de todos los escándalos bancarios que han estallado desde 2008 en Portugal, hay un sentimiento de impunidad que cree tener garantizada una pequeña oligarquía político-finaciera. Con razón, por no decir legítimamente.
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Traducción: Mariola Moreno
Igual que el nombre de Agnelli, en Italia, durante la época dorada de Fiat, hablar de Espirito Santo en Portugal hacía pensar inmediatamente en una familia principesca que campaba a sus anchas por los pasillos de los centros de decisión política en el paísprincipesca. El imperio financiero, comercial e inmobiliario –cuya joya de la corona sigue siendo a día de hoy (¿hasta cuándo?) el Banco Espirito Santo (BES), el primero del país a tenor de los balances, el que ha dado de comer a varios cientos de sus herederos acostumbrados a llevar un gran tren de vida– se encuentra en la cuerda floja. El fracaso de la aventura en Angola, emprendida por el patriarca de la familia, Ricardo Espirito Santo Sil Salgado, golpea a la familia, que ha visto dañada su reputación, pero también el bolsillo, hasta el punto de que puede perder, por segunda vez, “su” banco, nacionalizado en 1975.