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"Compramos por mil euros, vendemos por 4.000": el mercado de armas para la ultraderecha en Suecia

Hussam Hammoud y Benjamin Jung

Gotemburgo (Suecia) —

Es difícil encontrar un lugar más tranquilo que el reservado del bar de un elegante hotel de Gotemburgo en una tarde de diciembre. En esta época del año, ya hace tiempo que ha anochecido en la segunda ciudad de Suecia, que vive a ritmo lento. Precavido por la naturaleza de su trabajo, Rami (nombre ficticio) evita las escuchas como la peste. Nos ha pedido que nos reunamos con él en privado porque lo que va a contarnos podría ponerle en peligro.

Oficialmente, Rami trabaja para una respetable empresa sueca, pero los tatuajes que luce indican que es uno de los miembros más importantes de la banda Shottaz, una red criminal liderada por un sueco de origen somalí conocido como Yassin. Compuesta por un centenar de miembros y en la que trabajan muchos menores, está en el punto de mira de las autoridades por causar cada poco problemas de orden público en las ciudades suecas en despiadados enfrentamientos con bandas rivales.

En un artículo anterior, Mediapart desveló los entresijos de los Shottaz, en particular su dominio del tráfico de drogas. Tras nuestros contactos con miembros de la banda especializados en drogas, Rami aceptó reunirse con nosotros para hablarnos de otra actividad: el comercio de armas de fuego.

«En Suecia hay una demanda muy fuerte de armas. Ahora ganamos más dinero con las armas que con las drogas», explica este miembro, que continúa explicando el lucrativo negocio: «Compramos mercancía por 1.000 euros y la vendemos por 4.000».

Rami detalla el catálogo de armas que la banda pone en venta: «Una pistola nueva con siete balas cuesta entre 2.200 y 3.000 euros. También ofrecemos pistolas de segunda mano en muy buen estado por 1.700 euros. Luego están las que llamamos 'las gordas', que son armas de guerra. Los fusiles de asalto AK-47, más conocidos como Kalashnikovs, o las pistolas ametralladoras compactas MAC-10 se venden por entre 2.600 y 3.500 euros de segunda mano. No tenemos ninguno de esos modelos nuevos.»

«Más caras y más modernas», dice el traficante, «también suministramos MP7, armas automáticas alemanas de alta gama de un tamaño intermedio entre una pistola ametralladora y un fusil de asalto. Dependiendo del modelo elegido, las vendemos por entre 3.000 y 4.400 euros cada una». Rami muestra en su teléfono fotos de armas y munición. Esas fotos, publicadas en grupos de discusión en las redes sociales, permiten a los clientes ver el stock y los precios, y hacer su elección antes de hacer el pedido con total facilidad.

Rami detalla a continuación el procedimiento de entrega, que tiene lugar en Malmoe, la tercera ciudad más grande de Suecia que está unida a Dinamarca y Copenhague por el enorme puente de Øresund sobre el mar Báltico. «Las armas vienen de los Balcanes, concretamente de Albania y Serbia, de donde son los camioneros que nos las entregan más o menos cada tres meses.»

El origen de las armas no es casual: desde las guerras que asolaron los Balcanes cuando se desintegró la antigua Yugoslavia, los delincuentes de la región se han aprovechado de los enormes arsenales que dejó el ejército yugoslavo. Con millones de unidades no registradas en circulación, la región se ha convertido en uno de los principales proveedores mundiales de bandas, grupos armados y terroristas, sobre todo en Oriente Próximo y Francia. Lo mismo puede decirse de Suecia.

Pequeñas rutas

«En los últimos años hemos observado que grupos de delincuencia organizada, principalmente serbios, colocan intermediarios en Suecia para recepcionar cargamentos de drogas y armas», declaró a la televisión nacional sueca el comisario Gunnar Appelgren, uno de los investigadores suecos más experimentados en materia de delincuencia organizada.

«Nunca recibimos menos de veinte armas, incluidas al menos dos de las “gordas”», explica Rami. Luego hacemos un arriesgado viaje en coche hasta Estocolmo, donde está la mayoría de los compradores. «Alquilamos coches con el logotipo de una empresa de alquiler. Eso suele levantar menos sospechas. Salen dos coches a explorar y se quedan a dos kilómetros de un tercero que lleva la carga. Si hay presencia policial, nos detenemos, dividimos la carga en tres y tomamos rutas separadas.

Según Rami, que ha participado en casi todos los convoyes hasta la fecha, la ruta seguida es siempre la misma. Para evitar en la medida de lo posible los controles policiales, se alejan lo más posible de la autopista que conduce directamente a las dos ciudades: «Desde Malmo seguimos por la costa hasta Gotemburgo y la circunvalamos para evitar las patrullas de policía. Luego pasamos por las ciudades de Säffle, Karlstad y Västerås, para llegar finalmente a Estocolmo, donde hacemos nuestras entregas a los clientes». Un viaje de más de diez horas para 850 kilómetros, frente a las siete horas y 600 kilómetros por la ruta directa.

Vendimos fusiles de asalto a los Angeles del Infierno. Fueron de nuestros primeros clientes.

Las armas traídas a Suecia por los Shottaz son un factor importante en la escalada de violencia entre bandas, que causa cada vez más muertes. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Suecia ha superado a Bosnia-Herzegovina y ocupa el segundo lugar entre los países europeos con mayor porcentaje de muertes por arma de fuego, por detrás de Albania: según la policía sueca, en los 314 tiroteos que se produjeron en 2023 murieron al menos 47 personas, entre ellas víctimas colaterales, .

«No vendemos Kalashnikovs y otras armas largas a gente implicada en actividades ilegales, para que un día no se vuelvan contra nosotros», dice Rami. Pero la banda presta poca atención a la identidad de sus compradores, delincuentes o no. Como buenos negociantes, no discriminan a sus clientes. Pero Rami se contradice casi de inmediato: «Vendimos fusiles de asalto a los Angeles del Infierno. Fueron de nuestros primeros clientes. En mayo o junio de 2021, les entregamos seis AK-47».

Los Ángeles del Infierno son una banda de moteros fundada en Estados Unidos a finales de los años cuarenta. Con ramificaciones en más de cincuenta países, la mayoría de sus filiales, a las que denominan «capítulos», se dedican a actividades delictivas que van desde el tráfico de armas y drogas hasta la extorsión, la prostitución y el asesinato. Aunque la organización se declara apolítica y utiliza diversos medios para limpiar su imagen de las numerosas acusaciones de racismo, su naturaleza siempre la persigue.

Enfrentados a los Bandidos

«Creo que eran supremacistas blancos», dice Rami de su trato con los moteros. «El club como tal no es racista, pero probablemente hay suficientes miembros racistas como para que ningún negro pueda entrar», dijo Sonny Barger, uno de los miembros más conocidos y respetados de los Ángeles del Infierno, en una entrevista con la BBC de 2000.

En Estados Unidos están procesados actualmente diecisiete miembros de la banda  por «violencia» y «delito de odio» tras un ataque racista que hirió a tres personas negras en San Diego (California). En Francia están siendo juzgados catorce Ángeles del Infierno  por matar a un hombre y herir a otros cinco de una banda de motoristas rival en Tarbes en septiembre de 2021.

En Suecia, los Ángeles del Infierno son conocidos por haber sembrado el terror en Escandinavia y Finlandia entre 1994 y 1996, durante la «Gran Guerra Motera del Norte», cuyo balance (11 muertos, 96 heridos, 74 intentos de asesinato y más de 130 detenciones), sumado al uso de armas de guerra, recuerda al mortífero conflicto en el que están inmersas las bandas suecas en la actualidad.

En aquella época, los Ángeles del Infierno se enfrentaban a sus principales enemigos, también presentes en todo el mundo: la banda de moteros Los Bandidos. Al igual que sus enemigos hereditarios, los Bandidos eran conocidos por sus actividades delictivas y sus estrechos vínculos con los grupos más radicales de extrema derecha. En junio de 2023, la policía austriaca se incautó de cientos de armas de fuego y munición, así como de numerosas banderas con la cruz gamada, uniformes, puñales y demás parafernalia nazi en un escondite de los Bandidos.

La venta de armas de guerra a grupos abiertamente racistas es motivo de preocupación, ya que se produce en un momento de crecientes tensiones por la inmigración y la violencia racista en Suecia. Según las estadísticas publicadas por el Consejo Nacional Sueco para la Prevención de la Delincuencia (Brå), de los 2.834 delitos de odio registrados en el país en 2022, el 53% fueron ataques xenófobos y racistas.

Esta organización afirma en un informe que la mayoría de estos ataques afectan a personas de origen africano: «Se utilizan regularmente expresiones deshumanizadoras [...] o que contienen referencias a la trata de esclavos, la teoría biológica racial y el supremacismo blanco». En abril de 2022, unos disturbios sin precedentes dejaron numerosos policías heridos después de que Rasmus Paludan, líder del partido anti-islam Stram Kurs, quemara un ejemplar del Corán. Los agentes encargados del caso acusaron a las bandas de alentar la revuelta para asestar un duro golpe a la policía sueca, en particular atacando a agentes y quemando vehículos.

Las bandas de motoristas siguen de moda

«Las guerras entre bandas siempre han existido en suelo sueco, no es nada nuevo», explica a Mediapart la inspectora de policía Hanna Johansson, que patrulla cerca del enorme puerto de Gotemburgo. Y añade: «En los años 90 nos enfrentábamos a los moteros, que hacían gala de una violencia rara y espectacular. Luego vinieron las bandas de la antigua Yugoslavia, algo más discretas. Ahora el tráfico está en manos de grupos de Somalia y Oriente Próximo. La delincuencia sigue siendo la misma, sólo han cambiado los actores.»

«En Suecia siguen existiendo los Ángeles del Infierno, pero sus miembros están envejecidos y cansados. En los últimos años, el número de capítulos se ha reducido de catorce a once", explica Lasse Wierup, periodista especializado en asuntos de bandas en Suecia, entrevistado por Mediapart. Y añade: «Siguen implicados en varios tipos de actividades delictivas, pero su principal negocio es la delincuencia de cuello blanco y la extorsión».

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El periodista señala que sus rivales, los Bandidos, son aparentemente más activos en el conjunto de Suecia. «Están más presentes en los conflictos directos entre bandas, que a veces son mortales. También están implicados en el tráfico de drogas y armas, así como en la extorsión.» Esta evolución se caracteriza por un aumento del número de sus miembros y de sus capítulos: «En Suecia, estos moteros tienen diez secciones activas. Su objetivo es aumentar la actividad de las bandas, principalmente en las ciudades de Karlstad, Vänersborg, Skara, Kungälv, Växjö, Höör, Helsingborg y Karlskrona.»

Lasse Wierup señala que, a pesar de su racismo, las bandas de motoristas buscan cada vez más atraer a inmigrantes: «De hecho, hoy los Bandidos tienen en sus filas a muchos inmigrantes de primera y segunda generación. Es más, mantienen estrechos vínculos con bandas somalíes que están desarrollando un estilo de delincuencia callejera. Es el caso de los Shottaz, con quienes comparten cada vez más el mismo origen étnico y social.»

Traducción de Miguel López

Es difícil encontrar un lugar más tranquilo que el reservado del bar de un elegante hotel de Gotemburgo en una tarde de diciembre. En esta época del año, ya hace tiempo que ha anochecido en la segunda ciudad de Suecia, que vive a ritmo lento. Precavido por la naturaleza de su trabajo, Rami (nombre ficticio) evita las escuchas como la peste. Nos ha pedido que nos reunamos con él en privado porque lo que va a contarnos podría ponerle en peligro.

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