Las conclusiones de la cumbre de la OTAN, que se celebra en Vilna (Lituania) el martes 11 y el miércoles 12 de julio, influirán en el futuro de la Alianza Atlántica, pues se esperan decisiones sobre Ucrania y la postura ante Rusia. Algunas cosas, sin embargo, no cambian: el Secretario General de la organización, el noruego Jens Stoltenberg, ha visto de nuevo prorrogado su mandato, señal de la dificultad que tienen los miembros para ponerse de acuerdo sobre un sustituto. No es el único asunto en el que es difícil encontrar la unidad: los preparativos han estado marcados por acalorados debates, cierta vaguedad por parte de los americanos y un sorprendente cambio de opinión por parte de Francia.
Los debates son indicativos del nuevo contexto europeo y transatlántico. Algunas posiciones, como las de Estados Unidos y Francia, son un espejo de las de la administración Bush, que quería incorporar a Ucrania y Georgia con la oposición de París (y Berlín). Sin embargo, este es un punto de falso suspense: la entrada de Ucrania en la OTAN no se producirá mientras dure la guerra. Lo que está en juego en Vilna es otra cosa: garantizar la asistencia militar a largo plazo a Kiev y seguir actualizando la Alianza.
Aunque no se plantea la entrada inmediata de Ucrania, se espera que Vilna dé respuestas sobre las "garantías de seguridad", una fórmula vaga de la que se habla desde el discurso de Macron en Bratislava (Eslovaquia) a finales de mayo. El objetivo es responder a Putin, que cree tener el tiempo de su lado, frente a los condicionantes de la opinión pública y las elecciones que pesan sobre las democracias europeas y americanas.
"Necesitamos una señal muy clara en la cumbre de Vilna de que Ucrania puede convertirse en miembro de pleno derecho de la OTAN después de la guerra", repitió Volodímir Zelensky en una conferencia de prensa el 30 de junio. El 20 de junio, la embajadora ucraniana ante la OTAN, Natalia Galibarenko, pidió "un compromiso sobre las modalidades y el calendario" para la adhesión, aunque no es cuestión de planteárselo antes de que termine la guerra, que Ucrania ha entendido claramente.
Pero Biden no ha sido claro en este punto: el 14 de junio dijo que estaba dispuesto a "facilitar la entrada de Ucrania levantando ciertos requisitos", para decir exactamente lo contrario dos días después. La OTAN toma sus decisiones por unanimidad, y Washington ha hecho de la muestra de esa unidad una de sus prioridades. Charles Kupchan, experto en Europa que trabajó para Obama, explicó durante un reciente debate que "la unidad es el principal activo de la OTAN" y la condición para la credibilidad de su artículo 5 ("Un ataque contra uno de sus miembros se considera un ataque contra todos"). Sin embargo, los aliados están divididos, y no sólo por Ucrania: otro asunto en juego en Vilna era la entrada de Suecia en la OTAN, a la que Turquía y Hungría venían oponiéndose.
Para Kupchan, próximo a la administración Biden, "lo más crucial para Ucrania hoy es mantener el nivel de ayuda para que su ejército pueda continuar la ofensiva y recuperar la mayor parte posible del territorio ocupado por Rusia". Este enfoque pragmático ha sido reafirmado por el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, quien declaró el 28 de junio que "el mayor obstáculo para la paz, la negociación y la diplomacia es la creencia del presidente Putin de que puede mantener la guerra más tiempo que Ucrania y nosotros".
París-Washington: se invierten las posiciones
La posición de la administración Biden no ha cambiado desde marzo de 2022, definida por tres prioridades: no al enfrentamiento directo entre Estados Unidos y Rusia; prioridad a la unidad de la OTAN y a la garantía de seguridad de los aliados en el Este; Ucrania debe poder existir como Estado democrático dentro de sus fronteras reconocidas en 1991.
Mientras que Estados Unidos se apresuró a tomar nota del nuevo contexto creado por la invasión rusa, otros países tardaron más en adaptar su visión estratégica a la nueva realidad. Este fue el caso de Francia. Año y medio después de la invasión rusa, París ha sorprendido a todos al dar un giro radical sobre la adhesión de Ucrania a la OTAN: por primera vez, el presidente Macron se declaró a favor de ella en la conferencia Globsec de Eslovaquia.
Martin Quencez, investigador principal y director de la oficina en París del think-tank transatlántico German Marshall Fund, explicó el 4 de julio que esta "aclaración política de París" refleja la preocupación de Francia "por enviar también un mensaje claro a los rusos, sobre la sostenibilidad del apoyo transatlántico, y a los ucranianos, para decirles que estaremos ahí a largo plazo".
Intereses financieros en juego
Así es como deben entenderse las famosas "garantías de seguridad": la cumbre de Vilna tendrá que demostrar que existirá ayuda militar a largo plazo. También hay una cuestión financiera en juego para Francia, que duda de poder mantener su nivel de ayuda a largo plazo. Porque la entrada de Ucrania en la OTAN significaría que Estados Unidos tendría que seguir aportando el grueso del apoyo militar: se trata de anclarlos en la seguridad de Europa para compartir la carga de la guerra.
Fiel a su mantra del "al mismo tiempo", el presidente francés juega a dos bandas: impulsar la autonomía estratégica europea y, al mismo tiempo, anclar a los americanos en Europa, al menos mientras dure la guerra en Ucrania. Algunos observadores americanos califican de “cínico” el repentino cambio de Macron, como Dalibor Rohac, investigador del American Enterprise Institute: él lo interpreta como "destinado únicamente a reforzar la influencia de Francia en Europa Central y del Este", y añade que este repentino cambio se debe también a que la administración Biden es "particularmente prudente a la hora de mantener la unidad entre aliados".
Para Martin Quencez, "lo que se dijo en Bratislava es lo que va a quedar: fue un hito en la política de influencia hacia Europa Central y del Este (...), aunque Macron siga convencido de que, con el tiempo, el final de la guerra deberá negociarse con Moscú, y de que debemos mantener abiertas nuestras opciones sobre la futura relación con Rusia".
Los anuncios más esperados en Vilna se refieren a la capacidad de la OTAN para intensificar más rápidamente la presencia sobre el terreno
Para los especialistas de la OTAN, la cumbre de Vilna debe ante todo demostrar la puesta en práctica del concepto estratégico de la Alianza, presentado en la anterior cumbre "histórica" de Madrid en 2022: se trata de precisar la nueva postura militar de la OTAN, es decir, los planes concretos para hacer frente a una Rusia que se define desde su invasión en febrero de 2022 como en guerra "contra Ucrania y Occidente". Pero se trata sobre todo de "tranquilizar a nuestros aliados del Este". Recordemos que Rusia conquistó en solo seis meses en el este de Ucrania, el equivalente de Letonia.
Para Estados Unidos, no se trata de un regreso masivo a territorio europeo. Pero los europeos tampoco tienen suficiente masa, incluida Francia. Los anuncios más esperados en Vilna, sin embargo, se refieren a la capacidad de intensificar más rápidamente la presencia sobre el terreno (las cuestiones en juego están bien explicadas aquí). El comandante militar de la OTAN, el general americano Cavoli, tiene que presentar tres planes regionales para Europa, que cubren el norte (Atlántico y Ártico europeo), el centro (Europa central y Báltico) y el sur (Mediterráneo y Mar Negro). En Madrid, el año pasado, se decidió disponer de 100.000 soldados listos para despliegue en menos de diez días, y de otros 200.000 en un mes, un número mucho mayor que antes. Todavía estamos muy lejos de conseguirlo.
Queda mucho por aclarar sobre la marcha de Wagner sobre Moscú y la falta de resistencia que encontró. Podría cambiar el cálculo ruso sobre el factor tiempo: ¿tiene realmente Putin el lujo del tiempo, es decir, la posibilidad de hacer durar la guerra, cuando hemos visto al Kremlin amenazado por las fuerzas militares que combaten en Ucrania? También están por ver las consecuencias para la moral de las tropas rusas.
En cuanto a la opinión pública occidental, la mayoría de los ciudadanos en Estados Unidos y en Europa siguen siendo partidarios de apoyar a Ucrania a largo plazo para que recupere sus territorios ocupados por Rusia. Incluso el enviado especial de China ante la UE, Fu Cong, señaló recientemente que China "respeta la integridad territorial de todos los países", incluido "el objetivo ucraniano de recuperar su territorio dentro de las fronteras reconocidas en 1991", lo que incluye Crimea. Puede que el tiempo no esté del lado que creemos, aunque podemos esperar ataques de ansiedad transatlánticos por las elecciones presidenciales americanas de 2024.
Caja negra
Para este artículo, Maya Kandel se reunió con Martin Quencez el 4 de julio en París.
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Maya Kandel es historiadora especializada en el Congreso y la política exterior americana e investigadora asociada en la Université Sorbonne Nouvelle-Paris III (CREW). Su trabajo se centra en particular en los determinantes internos (Congreso, opinión, grupos de presión, medios de comunicación) y las redefiniciones partidistas de la política exterior americana desde el final de la Guerra Fría, así como en la intervención militar estadounidense.
Traducción de Miguel López