Algunas palabras se pronunciaron en la sala de vistas, otras se vertieron en las redes sociales. En los últimos días, el juicio por violación de Mazan ha sido testigo de comentarios y comportamientos chocantes por parte de algunos abogados de la defensa. “¿No tendría usted tendencias exhibicionistas que no asumiría?”; “La señora consentía y gozaba”; “Hay violaciones y violaciones”... Esas frases pronunciadas en la sala del tribunal de Avignon (Vaucluse) han suscitado indignación y una pregunta: ¿los abogados tienen todos los derechos cuando defienden a sus clientes?
Se trata de una pregunta que desde hace tiempo asalta el mundo jurídico, y que volvió a plantearse durante este juicio extraordinario, en el que la propia Gisèle Pelicot se declaró “humillada” por la forma en que se desarrolló el proceso. “Tengo la impresión de la que la culpable soy yo”, declaró en el estrado el 18 de septiembre. “Me han llamado alcohólica, cómplice del Sr. Pelicot [su ex marido, que supuestamente la drogó durante una década y la sometió a decenas de individuos reclutados por Internet -ndr]. “He oído de todo, hay que tener mucha paciencia para aguantar todo lo que tengo que oír”.
Al margen de la vista, lo que ha causado consternación han sido los vídeos colgados en sus redes sociales por Nadia El Bouroumi, abogada de dos de los acusados. En varias ocasiones, dio su visión muy personal del juicio, llegando incluso a bailar el éxito Wake Me Up Before You Go-Go (Despiértame antes de que te vayas), del grupo británico Wham! "A todos los extremistas del pensamiento que intentan callarme. ¡Por vosotros!”, comentó, para regocijo de la CNews, que la presentó como “la abogada rompedora”.
Ese vídeo tan indecente provocó, como es lógico, la reacción no sólo de los colegas de Nadia El Bouroumi, sino también de todos los que observan este juicio y la toma de conciencia colectiva que parece acompañarlo. El decano del Colegio de Abogados de Avignon, Philippe Cano, preguntado en repetidas ocasiones sobre el tema, emitió finalmente un comunicado de prensa en el que subrayaba que “la libertad de expresión del abogado es fundamental para el ejercicio de los derechos de la defensa, tanto durante el juicio como fuera de la sala”, pero recordando al mismo tiempo que “los abogados deben respetar constantemente sus reglas deontológicas”.
Esas normas, insistió, deben “preservar la dignidad de la profesión y la confianza de los procesados, pero sin atentar contra la libertad de expresión”. “La apertura o no de un expediente disciplinario por parte del decano del Colegio no puede hacerse bajo ningún tipo de presión, y esa decisión está amparada por el secreto profesional”, prosigue, para atajar las numerosas peticiones que ha recibido. Y concluye: “Por tanto, no corresponde al decano del Colegio pronunciarse públicamente sobre las comunicaciones de un colega y la forma en que pueden ser tratadas.”
El deber de sutileza
En respuesta a la polémica, Nadia El Bouroumi también ha emitido un comunicado en el que dice “lo siento mucho si mis palabras han sido malinterpretadas”. “En ningún momento he pretendido burlarme de Gisèle Pelicot, a quien considero una persona vulnerable y una víctima en este caso”, escribió, anunciando su decisión de presentar una denuncia por acoso. “Esta incesante presión pública y mediática intenta acallarme y obstaculizar mi misión: defender a mis clientes. Se trata de un grave atentado contra la integridad de nuestra justicia y representa un peligro para la defensa de nuestro país”.
Los grandes principios invocados por la abogada tienen el mérito de llevar a la reflexión sobre el derecho de defensa, fundamento democrático consagrado en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Cada letrado es libre de elegir los medios de su defensa, siempre que éstos respeten las reglas deontológicas a las que está sujeta la profesión. “Hemos hecho un juramento, y ese juramento está reglamentado”, señala Anne Bouillon, abogada especializada en derecho de la mujer, derecho penal y derecho de familia, y autora del libro Affaires de femmes (Cosas de mujeres), que publicará la editorial L'Iconoclaste.
Como recuerda en esta entrevista Edwige Rude-Antoine, directora de investigación del CNRS y autora de L'Éthique de l'avocat pénaliste (Ética del abogado penalista, edit. L'Harmattan, 2014), hay dieciséis principios que guían la práctica de los abogados, entre ellos el “deber de sutileza”. “Uno de los fundamentos de nuestro juramento”, insiste Anne Bouillon. “Tenemos que medir los efectos de nuestras acciones en los demás”, afirma. “No podemos hacer cualquier cosa”. Sin embargo, como señala Edwige Rude-Antoine, “esas obligaciones, que se asemejan a una moral profesional, no regulan en su totalidad el comportamiento ético de los abogados penalistas”.
Hay que decirlo todo para que se pueda debatir todo. Pero eso se vuelve problemático cuando se ponen banderillas a la espalda del adversario
Los abogados deben pues conciliar sus principios profesionales con su ética personal. Son libres de utilizar los medios de defensa que estimen oportuno y a ellos les corresponde fijar sus propios límites. Y ahí es donde las prácticas difieren. “Hay tantos abogados como formas de defensa”, dice Maud Touitou, pensando en su propia formación. “Me enseñaron mi profesión explicándome que no se podía desprestigiar a una parte civil”, dice. “Creo que no hay lugar para la mentira y la desmesura, y que la verdad sólo puede establecerse mediante la demostración jurídica”.
La penalista reconoce que ha “evolucionado mucho” desde la irrupción del #MeToo. “Muchos nos hemos ido formando a la luz de este movimiento social”, asegura, aunque lamenta que parte de la profesión no haya hecho una reflexión real sobre el tema. Sin querer comentar demasiado el juicio por violación de Mazan, al que no asiste, Maud Touitou lamenta que algunos de sus colegas se vean obligados a caer en el ruido “para hacer negocio” y asegurarse futuros clientes. “Hace perder muchísimo tiempo a todo el mundo...”.
Anne Bouillon también ha visto evolucionar su práctica con el tiempo. “He dejado de hacer preguntas que sólo pretendían desestabilizar”, dice la penalista, que considera que en un juicio se puede hablar de todo. “Hay que decirlo todo para que se pueda debatir todo”, afirma. “Cuando se vuelve problemático es cuando pones banderillas a la espalda de tu adversario. Es una línea muy fina, pero perceptible. Las víctimas lo notan muy bien: en el tono, en la agresividad, en la forma de formular una pregunta, los prejuicios que conlleva...”.
Orden en la sala
El debate sobre las prácticas de los abogados es tan antiguo como el de los vínculos entre moral, ética y justicia. En los casos de violencia sexual, adquiere otra dimensión, como explica Zoé Royaux, también portavoz de la Fondation des femmes, en este artículo de Mediapart. “No podemos permitirnos todo”, explica. “He defendido a violadores, pero nunca he cuestionado la vestimenta de una víctima o su supuesta embriaguez.”
La mayoría de los abogados penalistas que hemos consultado creen que la agresión verbal –a veces incluso la violencia– es tan inútil como contraproducente. “No es cierto que haya que gritar para que te escuchen. Te escuchan más si eres sobrio con las palabras y mantienes una gran corrección”, escribió el académico Maurice Garçon en L'Avocat et la Morale, publicado en 1963. Como nos recuerda la abogada Élodie Tuaillon-Hibon en este post, los jueces deben evitar la “victimización secundaria”, es decir, la violencia que pueden infligir a las víctimas quienes intervienen en el sistema judicial penal.
“Al leer los informes, me pregunto mucho sobre la forma en que se organizó este juicio [conocido como el juicio por violación de Mazan]”, escribe también la abogada en este otro post, tomando todas las precauciones necesarias para expresar su opinión sobre el tema. “Para mí es una prueba más de que la violación es un tema dramáticamente mal tratado por la justicia y las instituciones francesas, un tema tratado como un ‘suceso’, y me digo que realmente, esto ya no es posible”, añade. “Corresponde al presidente mantener el orden en la sala”, añade su colega Maud Touitou. “Pero por lo que tengo entendido, en realidad no es así...”.
“He visto a presidentes pedir a las víctimas que no respondieran a preguntas si eran ofensivas”, dice Anne Bouillon de forma más general. Para esta penalista, todo juicio es “un espacio frágil donde puede surgir una palabra”. “Por tanto, es esencial la forma en que se celebran las vistas”, afirma. “¿Qué salvaguardias deben establecerse para garantizar que se imparte justicia de verdad? Esa es toda la cuestión.” Es una pregunta que se hacen muchos abogados mientras observan este proceso en el tribunal de Aviñón, con la esperanza de que su publicidad –buscada por las partes civiles– marque un hito para la profesión y el resto de la sociedad.
Caja negra
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Hasta ahora Mediapart no ha podido asistir al juicio de Mazan, lo que no nos impide ocuparnos de la onda expansiva que ha generado.
Traducción de Miguel López
Algunas palabras se pronunciaron en la sala de vistas, otras se vertieron en las redes sociales. En los últimos días, el juicio por violación de Mazan ha sido testigo de comentarios y comportamientos chocantes por parte de algunos abogados de la defensa. “¿No tendría usted tendencias exhibicionistas que no asumiría?”; “La señora consentía y gozaba”; “Hay violaciones y violaciones”... Esas frases pronunciadas en la sala del tribunal de Avignon (Vaucluse) han suscitado indignación y una pregunta: ¿los abogados tienen todos los derechos cuando defienden a sus clientes?