Las claves del acercamiento de Tsipras a Moscú

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Este jueves 9 de abril, Grecia tiene que devolver 450 millones de euros al FMI. Hace varias semanas que la fecha sale a relucir en las negociaciones de Atenas con sus acreedores ya que, en opinión de algunos, Grecia puede suspender pagos. Sin embargo, esta amenaza de quiebra a la que se viene haciendo mención desde hace cinco años nunca se ha producido. Este mismo jueves, Alexis Tsipras será recibido, por segundo día consecutivo, por Vladimir Putin. ¿Coincidencia en el calendario? Parece que no. Para Tsipras, el socio ruso forma parte del marco general de las negociaciones en curso con Bruselas.

Desde que llegó al poder, es un hecho que Syriza ha reorientado sensiblemente la diplomacia griega, una manera de hacer notar a sus socios europeos que las alternativas existen en caso de que estos rechacen la renegociación de la crisis griega y persistan en imponer políticas de austeridad. Inmediatamente después de tomar posesión, el 27 de enero, el Gobierno de Tsipras hizo oír su voz. Como primer gesto diplomático, el flamante primer ministro se entrevistó con el embajador de Rusia en Atenas. Acto seguido, el nuevo ministro de Asuntos Extranjeros Nikos Kotzias anunció que se opondría a la decisión europea de incrementar las sanciones a nuevas personas o empresas rusas, cuyo votación estaba prevista en Bruselas dos días después. Finalmente firmó el texto europeo, pero la postura sigue siendo idéntica: se opondrá a cualquier medida contra Rusia.

El pasado 20 de febrero, con motivo de su visita a París, Nikos Kotzias, aseguró a Mediapart: “En caso de que se vote la aplicación de nuevas sanciones, votaremos en contra”, aseguró. “Si se trata de sanciones dirigidas a destrozar al otro, nos oponemos. La arquitectura de seguridad europea debe incluir a Rusia. Tenemos que sentarnos en la misma mesa de negociaciones. Grecia sabe lo que es ser objeto de sanciones, sabemos que no resulta productivo, lo comprobamos cuando sancionamos a la República de Macedonia, una medida que solo favoreció el comercio ilegal. ¡El enriquecimiento de unos en detrimento de otros!”.

Por aquel entonces, Nikos Kotzias acababa de volver de Moscú, aunque el ministro negó ser “prorruso”. “Se nos denomina así para debilitarnos en las negociaciones con los europeos, pero también hemos viajado a Kiev”. Días antes de entrevistarnos con él, la prensa griega revelaba que Kotzias había recibido en 2013, en la Universidad de El Pireo donde impartía clases, al ideólogo del Kremlin, Aleksandr Duguin. “Duguin ha estado en numerosas universidades de todo el mundo y sobre todo en Estados Unidos”, defendió el ministro. “¡Eso es la libertad de cátedra!”.

En realidad, la relación de Nikos Kotzias con Rusia no es nueva. El actual responsable de la diplomacia del Gobierno de Tsipras llegó a ser un responsable político del KKE, el partido comunista estalinista griego, vinculado con Moscú durante la Guerra Fría, y llegó a apoyar el golpe de Estado de Jaruzelski, en Polonia, de 1981. Desde que es ministro, no ha tenido empacho en hablar con medios de comunicación abiertamente prorrusos y de contenido más que discutible (véase esta entrevista publicada en Sputnik).

Prorruso o no, el Gobierno de Tsipras no ha tardado en ponerse a jugar simultáneamente a dos bandas. Bruselas y Moscú fueron los dos destinos privilegiados de inmediato por el nuevo Ejecutivo. En dos meses y medio, varios asesores, diputados y dos ministros (el titular de Asuntos Exteriores y el de Energía y Medio Ambiente) se han desplazado a la capital rusa. Finalmente, ha sido el propio primer ministro el que ha viajado a esa ciudad en una visita de dos días completos, invitado por el presidente ruso Putin.

Por tanto, no se trata de una visita relámpago que tiene por único objetivo un apretón de manos simbólico. Muchos son los asuntos que unen a los dos países. En la agenda, no faltarán las discusiones sobre cuestiones comerciales, cooperación económica, política de inversiones, política energética, cooperación universitaria y cultural y se abordarán los preparativos del año “Grecia-Rusia”, previsto para 2016, así como la cuestión de las relaciones UE-Rusia. En resumen, Grecia, que mantiene –tras de varios anuncios contradictorios– la política de privatizaciones iniciada por sus predecesores presionados por la troika, está a la caza de inversores.

Las empresas rusas, hasta la fecha poco presentes en suelo griego, en estos momentos pueden verse cortejadas. Hasta el momento y desde que se abrió la veda de las privatizaciones, solo Gazprom había optado a comprar DESPA, el distribuidor griego de gas, pero esta operación contravenía las reglas europeas de la competencia y terminó por fracasar en 2013.

Los rusos están muy interesados en la adquisición del puerto de Tesalónica y de la sociedad griega de ferrocarriles”, explica Thanos Dokos, director del think thank ateniense Eliamep, para quien la visita de Tsipras a Moscú tiene un carácter eminentemente práctico. “Hay intereses económicos comunes entre ambos países. Por supuesto, esta visita también tiene una vertiente simbólica, el Gobierno griego quiere enviar un mensaje a los europeos, enseñarles que todavía hay margen de maniobra, que Grecia es un miembro importante de la UE con quien hay que contar”.

Intereses convergentes en torno al gas

En el entorno de Tsipras, se niega rotundamente que exista voluntad de provocar a los socios europeos mientras se negocia la deuda griega, al tiempo que la anexión de Crimea por parte de Rusia y la guerra en el este de Ucrania han dejado en evidencia la dificultad de la Unión Europea para hablar con una sola voz. “Se trata de restablecer las relaciones diplomáticas que permanecían congeladas”, precisan en el Palacio Maximu, residencia del primer ministro en Atenas. “Tsipras tiene una postura clara con respecto a Rusia, el aislamiento de Rusia no es viable para la paz en Europa y la seguridad en la región. Hay que tender puentes con Rusia”.

Hace varios días que en la prensa griega y rusa se habla de ese puente con Rusia. Alexis Tsipras se ve como un mediador, el que va a lograr que se desbloqueen las relaciones entre Bruselas y Moscú. En una entrevista concedida a la agencia rusa Tass el pasado 31 de marzo,  el primer ministro griego advertía de que las sanciones europeas impuestas a Rusia eran “una carretera que no lleva a ninguna parte”. “Creo que Grecia, como miembro de la UE, puede ser un nexo de unión, un puente entre el Oeste y Rusia”, añadió.

En el transcurso de esta visita a Moscú, también se abordarán otras cuestiones no menos cruciales para la península Helénica. Porque desde el punto de vista financiero, Atenas todavía no se encuentra fuera de peligro. A mediados de abril, tendrá que hacer frente a nuevos vencimientos, sin contar con los miles de millones de euros que deberá devolver a partir del verano. El Gobierno de Syriza ¿recurrirá a Moscú? En un artículo publicado, el pasado 7 de abril, en el diario ruso Kommersant se aseguraba que durante esta visita se abordaría la posibilidad de que Rusia conceda un préstamo a Atenas. Oficialmente, sin embargo, se niega. El entorno de Tsipras precisa a Mediapart que abordará con Vladimir Putin el levantamiento del embargo ruso a los productos griegos: “Aunque parezca difícil de imaginar que Rusia vaya a levantar el embargo a un solo país, lo vamos a intentar”.

En efecto, como respuesta a las sanciones europeas, a raíz de la crisis ucraniana, Moscú impuso en julio un embargo a los productos agroalimentarios de la Unión Europea. Para Grecia, supone una parte nada despreciable de las exportaciones agrícolas y el efecto del embargo se ha dejado notar en el contexto de una economía ya maltrecha.

Según los datos publicados el pasado fin de semana en las páginas de economía del diario griego Kathimerini, las exportaciones griegas a Rusia pasaron de suponer 406,03 millones de euros, en 2013, a 356,89 millones de euros, en 2014, es decir, el descenso fue superior al 12%. Las exportaciones de frutas griegas a Rusia, los productos más afectados por el embargo, estaban valoradas en 74 millones de euros en 2014; melocotones y fresas son los productos más vendidos. Para Rusia, poner fin al embargo le permite garantizarse el apoyo de Grecia cuando en junio en Bruselas se vuelva a poner sobre la mesa la cuestión de las sanciones a Rusia, dado que las medidas en vigor vencen a finales de junio.

Las economías de Grecia y Rusia se hallan estrechamente vinculadas y los intercambios comerciales se han visto afectados por el embargo y la caída del rublo. En 2013, Rusia exportaba a Grecia por valor de 6.600 millones de euros, hasta reducirse a 4.800 millones en 2014. Ambos países tienen intereses convergentes en torno al gas, Grecia importa el 57% del gas de Rusia –el resto de su consumo procede sobre todo de Azerbayán y de Argelia–, pero paga uno de los precios más elevados del mercado europeo. Así que va a buscar la manera de aligerar la factura, un gesto que sin lugar a dudas será muy bien recibido por los ciudadanos griegos, que desde hace cinco años viven asfixiados por la recesión y las políticas de austeridad.

Por su parte, Rusia quiere avanzar en un proyecto todavía en mantillas, el de un nuevo gasoducto que atraviese Turquía con una terminal en la frontera entre Grecia y Turquía, el Turk Stream, que permita evitar el paso por el Sur de Ucrania para abastecer los mercados europeos. Este nuevo proyecto, que da continuidad al errado Southstream, vía Bulgaría, solo puede ser una realidad con el apoyo griego.

La visita de Tsipras a Moscú constituye un punto de inflexión en la diplomacia griega de los últimos años. Los anteriores gobiernos se concentraron en las necesidades financieras del país y en las políticas de austeridad, dejando a un lado la cuestión diplomática. “Este Gobierno dice lo contrario; es verdad que tenemos urgencias financieras, pero también necesitamos una política extranjera activa; es verdad que la OTAN y la UE son socios importantes pero también vamos a estrechar vínculos con Rusia, China y, por qué no, con Brasil. En resumen, este Gobierno quiere tomar la iniciativa, esto es lo que nos distingue de nuestros predecesores”, insiste Thanos Dokos a Mediapart.

Esta voluntad de acercamiento a Moscú no surge de la nada. Grecia, país ortodoxo, cuenta con unos lazos históricos y culturales fuertes con Rusia, el partido comunista griego fue afín a Moscú durante mucho tiempo y el antiamericanismo está muy desarrollado, tanto en la derecha como en la izquierda griegas. De modo que la voluntad de Syriza de estrechar vínculos al Este de la Unión Europea no tiene nada de chocante para buena parte de la opinión pública.

En lo que respecta a la cuestión de Ucrania, donde reside una nutrida colonia de griegos en la diáspora, Atenas quiere estar presente en las conversaciones. En Mariúpol, a unos kilómetros de la línea de entre el ejército ucraniano y las tropas separatistas, viven unas 100.000 personas de origen griego. Con respecto al enfrentamiento Rusia/Ucrania, el Gobierno de Tsipras sigue fiel a las posiciones de Syriza cuando este solo era un partido en la oposición. Se encuentra en la misma línea que el Partido de la Izquierda Unida (PGU) que, desde el inicio de la guerra en Ucrania, se ha mostrado muy crítico con la reacción europea, indulgente con Moscú y opuesto a las sanciones a Rusia.

Por si fuese poco, Tsipras se encontrará entre los pocos dirigentes europeos que se dejarán ver junto a Putin en los actos organizados en Moscú, el próximo 9 de mayo, con motivo del 70º aniversario de la Segunda Guerra Mundial. Angela Merkel ya ha anunciado que no participará en las conmemoraciones rusas.

_____________Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

Este jueves 9 de abril, Grecia tiene que devolver 450 millones de euros al FMI. Hace varias semanas que la fecha sale a relucir en las negociaciones de Atenas con sus acreedores ya que, en opinión de algunos, Grecia puede suspender pagos. Sin embargo, esta amenaza de quiebra a la que se viene haciendo mención desde hace cinco años nunca se ha producido. Este mismo jueves, Alexis Tsipras será recibido, por segundo día consecutivo, por Vladimir Putin. ¿Coincidencia en el calendario? Parece que no. Para Tsipras, el socio ruso forma parte del marco general de las negociaciones en curso con Bruselas.

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