En menos de una semana, a principios de septiembre, cinco británicos han sido acusados de pertenecer a National Action, un grupo neonazi prohibido por el gobierno en diciembre de 2016.
Mark Jones, carpintero de 24 años, y su compañera, Alice Cutter, camarera de 22 años, comparecían el pasado 8 de septiembre ante un tribunal de Westminster. La pareja vive en Halifax, West Yorkshire, el condado por el que había sido elegida la diputada laborista Jo Cox, asesinada por un neonazi el 16 de junio de 2016.
El martes 11, tres hombres de entre 17 y 28 años también acudían, citados por el mismo tribunal de Londres especializado en causas relacionadas con el terrorismo. Tras ser arrestados en Nottingham la semana anterior, también están siendo procesados como activistas de National Action.
Desde el verano, el nombre de este grupo neonazi aparece regularmente en la prensa. En junio, Jack Renshaw se declaró culpable de planear el asesinato de una diputada laborista judía, Rosie Cooper, elegida por la circunscripción de West Lancashire, al norte de Liverpool, en junio de 2017. El hombre de 23 años, sospechoso de seguir militando en las filas de National Action después de su prohibición, también tenía la intención de matar a un detective que lo investigaba por corrupción de menores. Para ello, este ciudadano inglés había comprado un machete con una hoja de 50 centímetros de longitud.
National Action nació del movimiento juvenil del Partido Nacional Británico (British National Party, BNP), una formación de extrema derecha en decadencia desde 2010. Formado en 2013, el grupo defiende un discurso antisemita, homófobo e islamófobo muy virulento y aboga por la violencia. En 2016, llamó la atención de las autoridades al expresar en Twitter su apoyo al asesino de la diputada Jo Cox y al hacer suya la consigna gritada por Thomas Mair durante su primera comparecencia ante los tribunales por el asesinato de la política laborista: “Muerte a los traidores, libertad para Gran Bretaña”.
Según Chris Allen, profesor asociado de la Universidad de Leicester y experto en islamofobia, el grupo neonazi “nunca ha tenido más de 50 miembros y sólo ha conseguido movilizar a un puñado de manifestantes durante sus desfiles”. En cambio, en las redes sociales, el grupo neonazi, “que no teme usar un bate [de béisbol]”, ha logrado, según el docente universitario, el apoyo de 60.000 personas.
Lo más preocupante es que National Action no es un grupo aislado en el Reino Unido. La organización neonazi, que sigue operando en la clandestinidad, forma parte de una miríada de grupos supremacistas, misóginos e islamófobos establecidos en territorio británico o creados por ciudadanos británicos. Células neonazis, identidades, grupos políticos de extrema derecha, hooligans, extremistas cristianos. En un informe publicado en febrero de 2018, la organización antifascista Hope not Hate identificó a un total de 24 grupos nacionalistas activos en Gran Bretaña, que tienen en común que son islamófobos e incitan al odio racial.
Estos grupos de fanáticos no han salido de la nada, recuerda Matthew Feldman, responsable del Centro de Análisis de la Derecha Radical. La historia de los partidos fascistas en el Reino Unido se remonta a principios del siglo XX. Hace diez años, el Partido Nacional Británico, un partido antisemita e islamófobo, contaba con unos 10.000 partidarios, cifra revelada por los hackers y con la publicación de sus integrantes en internet.
Desde entonces, el BNP ha desaparecido del tablero político: en 2014, perdió los dos eurodiputados que había ganado cinco años antes y, en las últimas elecciones parlamentarias de 2017, recibió menos de 5.000 votos en todo el Reino Unido, cien veces menos que en 2010. Sin embargo, las tesis del Partido Nacional Británico siguen prosperando en las redes sociales, bajo la bandera de diferentes grupos. Por ejemplo, antes de ser expulsado de Facebook en marzo de 2018, el grupo supremacista Britain First había sumado dos millones de likes.
Con el 'Brexit' ha saltado un dique
La creciente movilización de los xenófobos en las redes sociales, fuera de las estructuras partidistas tradicionales, ha ido acompañada de una radicalización del comportamiento de los partidarios de la extrema derecha en el Reino Unido. Entre marzo de 2017 y marzo de 2018, esta última representaba un 25% de las personas denunciadas a las autoridades británicas en el marco del programa de desradicalización, lo que supone un aumento del 28% con respecto al año anterior.
El caso de Darren Osborne, que en junio de 2017 mató a una persona e hirió a otras 12 al atropellar con su vehículo a una multitud congregada frente a una mezquita de Londres, llevó a los servicios de inteligencia a revisar la evaluación de la amenaza de extrema derecha.
En febrero de 2018, el juicio de este hombre de 48 años, que no pertenecía a ningún grupúsculo neonazi o islamófobo, permitió esclarecer que se había radicalizado en tres semanas. Según su pareja, el galés se había convertido en una “bomba de relojería” tras ver una serie de la BBC sobre abusos sexuales cometidos por hombres pakistaníes en Rochdale (noroeste de Inglaterra). Luego vio vídeos en bloque de propaganda islamófoba publicados por Britain First en especial y se obsesionó completamente con los musulmanes.
A pesar de este ataque, la trama frustrada el mismo año contra la diputada Rosie Cooper y el asesinato de Jo Cox un año antes, una semana antes del referéndum del Brexit, ni los políticos británicos ni los medios de comunicación entendieron la gravedad de la amenaza que representa para el país la vasta nebulosa de extrema derecha, según Mark Rowley. “Si no reconocemos el problema, existe un riesgo real de que aumentemos la influencia de estos grupos”, advirtió el exresponsable de la rama antiterrorista de Scotland Yard en agosto.
Según Chris Allen, de la Universidad de Leicester, la inercia de los partidos políticos tradicionales ante el ascenso de la extrema derecha se explica por un cierto grado de complacencia. “Debido a nuestro sistema de votación legislativa, la extrema derecha nunca ha podido hacerse hueco en unas elecciones. Como resultado de ello, nos consideramos diferentes del resto de Europa”, lamenta el mundo académico.
Sin embargo, desde la victoria del Brexit en las urnas, el 23 de junio de 2016, gracias al auge del UK Independence Party Reino Unido (UKIP), ha saltado un dique en el Reino Unido, insiste Matthew Feldman, director del Centre for Analysis of the Radical Right. “Los crímenes de odio [ataques gratuitos motivados por la identidad religiosa, étnica o sexual de una persona] han aumentado drásticamente”, dice el profesor de la Universidad de York, que teme que la salida del país de la Unión Europea, prevista para el próximo 29 de marzo, vaya acompañada de una nueva ola de ataques xenófobos.
El riesgo inminente es que los líderes de los grupos extremistas, que se presentan como portavoces de la clase obrera blanca, entren en el debate político a través del UKIP. Tommy Robinson, el fundador de la Liga de Defensa Inglesa, un escuadrón de hooligans islamófoboshooligans, ya está intentando unirse a las filas del partido que dirige desde hace tiempo el eurodiputado Nigel Farage.
Tras haber perdido el impulso electoral desde el referéndum, el UKIP decidirá a finales de este mes si acoge o no en sus filas a este treintañero, que es muy popular entre una parte de la clase obrera blanca inglesa y hostil al islam y a la inmigración. _____________
Traducción: Mariola Moreno
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En menos de una semana, a principios de septiembre, cinco británicos han sido acusados de pertenecer a National Action, un grupo neonazi prohibido por el gobierno en diciembre de 2016.