Europa se siente impotente de cara a los naufragios que transforman el Mediterráneo en un cementerio migratorio, no tiene medios de actuación para impedir esos repetitivos dramas, no tiene más que lágrimas e indignación en respuesta a la fatalidad. Esta es la impresión que se desprendía de las numerosas declaraciones oídas el domingo 19 de abril después del fallecimiento de 800 inmigrantes (según cifras de ACNUR) muertos ahogados tras el hundimiento de su embarcación a la altura de Libia.
El lunes 20 de abril llegaron las preguntas. ¿Por qué? ¿Cómo es posible? ¿Qué hacer? Para analizar lo que había pasado, la diplomacia europea convocó una reunión especial de ministros de Interior y de Exteriores, al mediodía, en Luxemburgo. Ese mismo día tuvieron lugar tres nuevos dramas: un velero encallaba cerca de la isla griega de Rodas y dos embarcaciones más eran socorridas en Libia.
La Comisión Europea propuso un plan de diez puntos que será examinado el jueves 23 de abril en Bruselas durante una cumbre extraordinaria. El comisario europeo de Migración, Asuntos Internos y Ciudadanía, Dimitris Avramopoulos, anunció su deseo de reforzar los medios de salvamento y ampliar las zonas de intervención de las patrullas en el Mediterráneo a lo largo de Italia (Tritón) y Grecia (Poseidón), bajo la responsabilidad de Frontex. Los traficantes de personas estarían directamente en el punto de mira: el proyecto es “capturar y destruir” los navíos utilizados por los traficantes en el cuadro de acciones civiles y militares, algo parecido a lo que se hizo en Somalia para luchar contra los piratas.
Los límites de esta operación, que consistiría en intervenir sobre las costas libias y supondría un mandato de la ONU, son todavía confusos. Para cortar las rutas migratorias, sería necesaria una colaboración más estricta con los países vecinos de Libia, especialmente Níger, Túnez y Egipto. Se prevé organizar un dispositivo de “reinstalación” de refugiados en Europa con el fin de “compartir la responsabilidad de asilo” y, finalmente, instaurar un “nuevo programa de retorno rápido de inmigrantes irregulares”, es decir, expulsiones coordinadas por Frontex.
Naufragio de un velero de inmigrantes en las costas de Rodas
Urge reaccionar. Cerca de 30.000 personas han muerto en las fronteras de Europa a lo largo de los últimos veinte años. En 2014, el balance es de 3.500 muertos. Desde principios de año, al menos han muerto 1.650. Según el Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 35.000 inmigrantes han llegado a buen puerto desde enero.
¿Cuáles son las soluciones? Actuar desde el origen limitando las causas de salida, impedir a los inmigrantes atravesar el Mediterráneo, desmantelar las redes de tráfico, suavizar las políticas europeas de asilo e inmigración, acudir al auxilio de las embarcaciones en peligro. Mediapart ha examinado las actuaciones que están siendo objeto estudio.
Algunas soluciones han pasado la prueba, pero pocas. Es el caso de la operación de salvamento Mare Nostrum, salida del “corredor humanitario” llevado a cabo por Italia tras los naufragios de Lampedusa en el otoño de 2013. A cargo del Ejército, no sin antes plantear algunas cuestiones, esta operación permitió conducir a tierra, sanos y salvos, a 85.000 inmigrantes entre octubre de 2013 y octubre de 2014. Su única misión era salvar vidas. Todos los inmigrantes no sobrevivieron, pero se evitaron muchos muertos.
Ese despliegue de barcos y aviones militares, autorizados para intervenir en alta mar hasta las zonas costeras libias y tunecinas, costaba nueve millones de euros al mes. Italia soportó ella sola su financiación. El país le puso punto final cuando consideró que la Unión Europea debía tomar las riendas.
Riendas que tomó Frontex, de alguna u otra manera. El presupuesto a disposición de la operación Tritón es tres veces menos (2,9 millones de euros al mes), su zona de intervención es más reducida (se limita a las costas europeas), dispone de menos equipamiento marítimo y aéreo, sus barcos son más pequeños y, sobre todo, su misión principal no es el salvamento, sino la vigilancia de las fronteras. Dicho de otra forma, Tritón salva las vidas cuando el derecho marítimo lo impone, pero su función es identificar los viajes irregulares.
El director de Frontex lo reconoció en Francia este lunes: “La Unión Europea no tiene competencia para el rescate marítimo pero, pese a todo, contribuye a ello con seis navíos”, declaró Fabrice Leggeri.
Desde hace varias semanas, las ONG y las organizaciones internacionales consideran que Tritón es un fracaso y demandan a Europa que ponga en marcha un Mare Nostrum europeoMare Nostrum. “Los ministros deberían estar preparados para invertir las fuentes financieras, técnicas y políticas necesarias para una operación humanitaria internacional cuyo principal objetivo sea salvar vidas”, insistió Human Rights Watch (HRW) en un comunicado.
Desde el domingo, la ministra adjunta de Migración, Refugiados e Integración alemana, Aydan Özoguz, se pronunció a favor de una solución de ese tipo: “Sería iluso pensar que suprimir Mare Nostrum impediría a estas personas intentar cruzar el Mediterráneo”, afirmó.
En realidad, los hechos contradicen al argumento del “efecto llamada”, repetido hasta la saciedad. Con o sin socorro, los exiliados que huyen de la guerra o la miseria buscan salvar los obstáculos que les impiden acceder a una vida mejor. El desmantelamiento de Mare Nostrum no ha puesto fin a estos viajes. Al contrario de lo que declaran la mayoría de responsables europeos, la presencia de barcos italianos no incitó las travesías, de la misma forma que los naufragios no las disuaden.
Respecto a la multiplicación de fallecimientos, la cuestión presupuestaria parece indecente: nueve millones de euros al mes es menos de la décima parte del presupuesto de 2014 de Frontex. Es una gota de agua en comparación con el presupuesto de 2015 de la UE de 161.800 millones de euros. No hay duda de que Europa tiene los medios suficientes para un plan de salvamento. Es su responsabilidad proponer un dispositivo más respetuoso con los derechos fundamentales que evite confiar exclusivamente a militares la gestión de una operación humanitaria.
A los detractores de un segundo Mare Nostrum les queda el argumento del aumento del populismo en Europa. Según ellos, las llegadas masivas de inmigrantes a las costas del viejo continente favorecen a la extrema derecha. Técnicamente, no es falso, pero este argumento tiene que ser desmontado. La UE se compone de 28 Estados poblados con 507,4 millones de personas. ¿No son capaces las sociedades europeas envejecidas de acoger a los 200.000 exiliados que, en 2014, consiguieron atravesar en Mediterráneo sin morir?
Una de las líneas privilegiadas por las instancias europeas es la de actuar para prevenir. Como las salidas de inmigrantes son principalmente resultado de guerras y de la miseria, los dirigentes se comprometen a participar más activamente en la resolución de los conflictos y a ayudar al desarrollo de las economías de los países de origen. Pero la lucidez impone reconocer que esas promesas a largo plazo no son susceptibles de salvar vidas de inmediato.
Por eso emerge una solución intermedia: para prevenir los naufragios y evitar ver cómo desembarcan inmigrantes en Europa, la idea es impedirles que dejen las costas de los países del sur y del este del Mediterráneo, como Libia, Egipto o Turquía. La lucha contra los traficantes de personas propuesta el lunes en Luxemburgo va en este sentido.
El primer ministro italiano, Matteo Renzi, defiende una intervención militar en Libia con el fin de que se reconstruya un Estado de derecho, sobreentendiendo que él mismo vigilará sus fronteras. El líder del partido Liga Norte, Matteo Salvini, va más lejos al pedir la implantación de un bloqueo naval a las costas libias. “Debemos poner fin al negocio de los contrabandistas de seres humanos. Debemos instalar centros de acogida en Túnez, Marruecos, Egipto, Libia y allí donde sea posible”, explicó.
En Francia, el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, también apunta a los traficantes. El 15 de abril, a la salida del Consejo de Ministros, el titular de Interior denunció el “impuesto sobre la muerte” retenido por las redes que se dedican a un “tráfico abyecto”. “Tiene que haber imperativamente una política, a escala europea, de desmantelamiento” de esas redes, insistió, manifestando su deseo de una “verdadera gestión europea de compañías marítimas que ondean la bandera de la complacencia desde Turquía o Chipre”, en referencia a los buques llegados el invierno pasado a las costas italianas, como el Blue Sky M y el Ezadeen.
Es una de las críticas dirigidas a Frontex: en lugar de buscar la identificación del conjunto de personas que cruzan individualmente las fronteras exteriores de la UE, ¿no debería concentrar sus esfuerzos en operaciones dirigidas a desmantelar las mafias?
En debate desde hace años, otro proyecto atrae de nuevo la atención: se trata de desplazar la demanda de asilo a los países de salida y de tránsito de los inmigrantes. Bernard Cazeneuve se plantea las formas que podría tener esta alternativa. “Debemos desarrollar procesos de asilo acelerados a partir de los países de proveniencia para aquellos que, perseguidos en su país, dependen del asilo de Europa”, dijo. Durante la reunión de este lunes en Luxemburgo, el ministro de Interior italiano, Angelino Alfano, propuso, según la agencia de noticias Associated Press, poner en marcha centros de acogida para inmigrantes en África del norte para “identificar sus necesidades”.
Un programa global en materia de migración
La Comisión Europea ha previsto presentar para mitad de mayo un “programa global en materia de inmigración”. Entre las proposiciones que se debaten, algunas, según la organización HRW, contemplan poner en marcha estos centros para que traten la demanda de asilo en los países de África del norte. La mayoría de asociaciones se muestran preocupadas por estos proyectos que buscan externalizar el examen de las demandas de asilo a países que no siempre han sido respetuosos con los derechos fundamentales de las personas.
“Es difícil no considerar estas propuestas como intentos cínicos de limitar el número de inmigrantes y demandantes de asilo que alcanzan las costas de la UE”, denuncia Judith Sunderland, de HRW. “Sean cuales sean las futuras iniciativas a largo plazo, el imperativo humanitario inmediato para la Unión Europea es ir al lugar y salvar vidas”, añade.
El único problema es que desplazamiento no rima con externalización. Los consulados europeos ya han probado la posibilidad de expedir “visas humanitarias” que permiten a su titular viajar con toda seguridad y presentar su petición de asilo una vez llegado a destino. Pero, por miedo a ser desbordadas, las autoridades dudan a la hora de implantar una vía de entrada. Los sirios refugiados en países vecinos se benefician con cuentagotas. Una solución podría ser asumir los visados humanitarios como un útil de solidaridad y de abrir más ampliamente su concesión.
Las ONG y el HCR defienden otra respuesta a medio plazo a la que raramente los representantes europeos hacen referencia: la relajación de la política de visas de los Estados miembros. Los miles de personas que arriesgan sus vidas en el mar no lo harían si dispusieran de un documento de viaje adecuado. Viajar legalmente no es sólo mucho más seguro sino también, claramente, menos ruinoso: un billete de avión no cuesta nada comparado con los miles de euros que se desembolsan los traficantes. Y después, todavía hay que obtener el permiso de residencia, algo difícil, casi misión imposible, especialmente para aquellos que salen de los países africanos y asiáticos. Las colas de espera en los consulados de los países europeos son tan largas, cuando no son gangrenadas por la corrupción, que esperar conseguir una autorización de estancia es, muy a menudo, ilusorio.
Este domingo, la sorpresa vino de Martin Schulz, el presidente socialista del Parlamento Europeo, cuando admitió la responsabilidad de la UE en materia de inmigración. “Es tiempo de cambiar nuestras políticas hacia los refugiados y los inmigrantes. Sin una verdadera estrategia europea basada en la solidaridad, que ofrezca la perspectiva de venir a Europa legalmente y que permita la esperanza más que la desesperanza, la próxima tragedia es solo cuestión de tiempo”, afirmó después de haber sostenido la propuesta de una operación de salvamento. “Es una vergüenza y la constatación de un fracaso cuando vemos el número de países que eluden sus responsabilidades y el poco dinero que reunimos para las misiones de socorro”, denunció.
Ver másUn vídeo muestra los golpes de la policía a un inmigrante en un avión
Frontex muestra cierta febrilidad cuando su director adjunto, Gil Arias, evoca este argumento: “La solución es una mayor cooperación con los países de origen y tránsito de inmigrantes, es encontrar soluciones a la inestabilidad en estos países. Es un trabajo diplomático. Y lo que ayudaría, también, es abrir nuevas posibilidades de inmigración legal, sobre todo para las personas que huyen de la guerra”, indicó en la Cadena Ser.
Las asociaciones de defensa de los derechos de los inmigrantes se movilizan por ello desde hace años. Según ellas, la puerta de acceso a la UE debe ser desbloqueada. Miregroup, por ejemplo, recuerda que “los inmigrantes no recurrirían a los traficantes si pudieran viajar de forma regular. Aquellos que montan a bordo de frágiles embarcaciones para atravesar el mar son aquellos a los que se les niegan los visados y el derecho a circular libremente”, subraya recordando que “los naufragios mortales no son una fatalidad”.
*Traducción de Marta Semitiel
Europa se siente impotente de cara a los naufragios que transforman el Mediterráneo en un cementerio migratorio, no tiene medios de actuación para impedir esos repetitivos dramas, no tiene más que lágrimas e indignación en respuesta a la fatalidad. Esta es la impresión que se desprendía de las numerosas declaraciones oídas el domingo 19 de abril después del fallecimiento de 800 inmigrantes (según cifras de ACNUR) muertos ahogados tras el hundimiento de su embarcación a la altura de Libia.