Las noticias de la noche ya han empezado cuando la jefa del Gobierno, Giorgia Meloni, aparece solemnemente en sus redes sociales. El viernes 15 de septiembre, las mismas imágenes y noticias se repetían en todos los canales, una y otra vez, desde el comienzo de la semana. La líder de Fratelli d’Italia sabe que debe rendir cuentas ante sus votantes. En la isla italiana de Lampedusa, ese trocito de Sicilia y de Europa a 110 kilómetros al norte de la costa tunecina, la llegada de inmigrantes está alcanzando niveles récord. Desde el lunes han pisado la isla más de 11.000 personas, casi la mitad sólo el martes. Tantas como el total de llegadas en 2019.
"La presión migratoria que sufre Italia desde principios de año es insostenible", dice Meloni. Con semblante serio, defiende a ultranza su política migratoria. Ella, que había prometido a sus votantes mano dura, ella, que juró que atajaría el problema con un "bloqueo naval", se encuentra, un año después, con unos flujos migratorios que Italia no veía desde 2015 y 2016. Desde principios de año, han llegado a las costas italianas más de 127.000 migrantes. Es casi el doble de los que llegaron en la misma época del año pasado.
Así pues, durante su intervención, pronunció un discurso bien ensayado y con aire de justificación: una "coyuntura internacional muy difícil", una "enorme masa de personas que Italia y Europa no pueden acoger" y, sobre todo, el trabajo "estructural" de su gobierno para "detener con anticipación a los traficantes de seres humanos y frenar la inmigración masiva". Italia ha logrado imponer un "nuevo paradigma" en la Unión Europea, asegura. Pero sus palabras significan poco ante una realidad que ha quedado clara en las últimas semanas: su política migratoria es un fracaso.
Ya en abril, Italia declaró el estado de emergencia por un periodo de seis meses ante el aumento de las llegadas de migrantes. De norte a sur del país, los centros de acogida comenzaron a ampliar espacios para hacer sitio a los recién llegados. Algunos instalaron grandes carpas frente a los centros de acogida permanentes y otros montaron a toda prisa centros de emergencia en contenedores. En todas partes se han convocado licitaciones para montar nuevas estructuras. Pero no basta.
El presupuesto asignado al funcionamiento de estos centros se redujo aún más mediante un decreto-ley el pasado mes de marzo. Hay pocos interesados. Las expulsiones de personas que han visto rechazada su solicitud de asilo –la gran promesa de la extrema derecha gobernante– siguen siendo ínfimas: 3.200 en los últimos doce meses. A este ritmo, harían falta 51 años para devolver a su país de origen a todos los inmigrantes que han llegado a Italia en el último año, según los cálculos del investigador Matteo Villa, especialista en cuestiones migratorias.
La teoría del "soplo de aire fresco", en entredicho
Desde su elección, la apuesta de Giorgia Meloni ha sido dejar de preguntarse cómo hacer frente a la afluencia de inmigrantes e impedir que lleguen. La culpa era claramente de los "taxis del mar", las ONG que realizan rescates marítimos, señalados por los sucesivos gobiernos, y más aún desde que Matteo Salvini asumió el cargo de ministro del Interior en 2018. De hecho, el que ahora se ha convertido en ministro de Transportes no desiste de la idea. En los últimos días, lo ha repetido una y otra vez: el culpable de estas llegadas es Alemania, que financia a las ONG que traen migrantes a Italia. Pero el escenario actual está poniendo en entredicho esa teoría de la "soplo de aire fresco" provocada por los rescates en el mar.
El barco Aurora, fletado por la ONG Sea Watch, ha desembarcado desde el lunes a 84 migrantes en el puerto de Catania, el Ocean Viking de la SOS Méditerranée ha llevado a 68 migrantes al puerto de Ancona, y en Lampedusa, el Sea Punk 1, el Nadir y el ResQ People han llevado a tierra a 44, 85 y 96 personas, respectivamente. Estas cifras irrisorias del número total de personas que llegan a Italia no son en absoluto excepcionales. Según las cifras de la fundación Openpolis, en 2022 los rescates efectuados por las ONG solo representaron alrededor del 10% de todas las llegadas. Este verano y en los últimos meses, su presencia en el Mediterráneo central se ha reducido drásticamente. Y, sin embargo, las llegadas han continuado. De forma autónoma.
Esta es una de las principales diferencias con años anteriores. Para muchos italianos, las imágenes de los últimos días en Lampedusa recuerdan a las de 2011, durante la Primavera Árabe, cuando miles de tunecinos llegaron a bordo de pequeñas embarcaciones de madera. "Las llegadas registradas en Italia este año son similares a las de 2015 y 2016", señala en la red social X (ex-Twitter) Flavio Di Giacomo, portavoz para Italia de la Organización Internacional para las Migraciones. "En 2016, solo 9.440 de las 115.000 personas llegaron a Lampedusa de forma independiente, la mayoría de las cuales habían sido rescatadas en el mar y luego llevadas a grandes puertos sicilianos, más adecuados para este tipo de desembarcos." Inevitablemente, esto concentra todas las llegadas en un solo lugar, una pequeña isla de unos 7.000 habitantes, con un centro de acogida con capacidad máxima para 400 personas. Un efecto lupa sobre la pequeña isla de Lampedusa.
Es también la consecuencia del cambio de ruta en el Mediterráneo central en los últimos meses: Libia es ahora sólo un punto de partida secundario, ampliamente superado por Túnez. Según cifras del Ministerio del Interior italiano, las salidas desde la costa tunecina han aumentado un 360% con respecto a 2022. En los últimos días, han sido sobre todo pequeñas embarcaciones de hierro las que han atracado solas a lo largo del muelle de Favaloro, en Lampedusa. Con una media de unos cuarenta pasajeros, han sustituido casi por completo a las lanchas neumáticas que se han utilizado en los últimos años para las salidas desde la costa libia.
Esos cascarones oxidados, que han ido llegando por centenares en las últimas semanas, son una muestra reveladora del fracaso de la estrategia diplomática de Giorgia Meloni para limitar los flujos migratorios. Esas pequeñas embarcaciones, especialmente peligrosas para los pasajeros, parten todas de Túnez. Cuando hace buen tiempo y la travesía es tranquila, tardan entre ocho y diez horas en llegar a Lampedusa desde Sfax. En julio, la Unión Europea firmó un memorando de entendimiento con Túnez para limitar las salidas, iniciativa que contó con el firme apoyo de Giorgia Meloni. Pero a pesar de las promesas diplomáticas, desde la firma del acuerdo los flujos se han mantenido bastante estables.
Un importante revés político para el gobierno de Meloni.
Lo que hace solo unas semanas parecía una victoria diplomática para Giorgia Meloni, ahora parece como mínimo un insulto, un "acto de guerra", para el líder de la Liga y aliado del Gobierno, Matteo Salvini. "Cuando llegan 120 barcos en pocas horas, no es un episodio espontáneo, es un acto de guerra. 6.000 personas no llegan en 24 horas por casualidad. El tráfico se organiza con antelación, en la costa norteafricana, con alguien que lo financia", afirma el Ministro de Transportes, que reaviva la idea de implicar a la Armada.
Desde el punto de vista político, se trata de un duro revés para Giorgia Meloni. Al no nombrar a Matteo Salvini para su ministerio favorito, el de Interior, ha mantenido el control de un asunto muy importante para el electorado de centro-derecha. Ahora debe asumir ella toda la responsabilidad.
Aunque el líder de la Liga reconoce que la jefa del Gobierno está "haciendo todo lo posible" para frenar el flujo migratorio, esta semana ha adoptado una serie de posiciones firmes, mientras que Giorgia Meloni ha apostado más por la vía diplomática desde el inicio de su mandato. Sobre todo, se ha ocupado de recordar su historial personal: "Cuando yo era Ministro del Interior, las llegadas eran una décima parte de las que vemos hoy". En las filas de la Liga, las condenas son más firmes. El teniente de alcalde de Lampedusa, fiel partidario de Matteo Salvini, pide la dimisión del actual ministro del Interior. A pocos meses de las elecciones europeas, este partido de extrema derecha está decidido a imponerse como el único capaz de reducir el número de inmigrantes que llegan a las costas del país.
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Traducción de Miguel López