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Cumbre de la UE: ¿La hora de la verdad para Orbán en Bruselas?

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, este jueves en Bruselas.

Corentin Léotard (Mediapart)

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“Quieren presionarnos, pero no nos doblegaremos”. Viktor Orbán lo reiteró el pasado viernes 4 de diciembre en su programa de radio semanal: su Gobierno no aceptaría el mecanismo adoptado por el Parlamento Europeo para suprimir los fondos de la UE en un país que no respeta el Estado de derecho.

Budapest, junto con Varsovia, llevaba semanas tratando de negociar un mecanismo más inocuo, bloqueando la aprobación del presupuesto 2021-27 pero, sobre todo, el llamado plan de recuperación, denominado Next Generation Eu y diseñado para apoyar a las economías que sufren las consecuencias de la crisis sanitaria. El compromiso, revelado por Alemania el miércoles, esboza un principio de salida a la crisis; el texto permanece inalterado, pero se complementa con una “declaración interpretativa”, que implica que, en primer lugar, el Tribunal de Justicia de la UE debe pronunciarse sobre la legalidad del mecanismo antes de la entrada en vigor cualquier tipo de sanción.

[Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea dieron en la tarde de este jueves su visto bueno al acuerdo alcanzado con Hungría y Polonia para que levanten su veto al presupuesto comunitario y el fondo de recuperación, desbloqueando así los 1,8 billones de euros en ayudas para los próximos años. "Acuerdo sobre el paquete presupuestario y el fondo de recuperación. Ahora podemos empezar a aplicarlo y a reconstruir nuestras economías"; ha anunciado el presidente del Consejo europeo, Charles Michel, en un mensaje que ha compartido en la red social Twitter].

Para Viktor Orbán, estas subvenciones europeas son una contrapartida a la apertura de los mercados que tanto ha beneficiado a las empresas transnacionales extranjeras, que captan parte de esos fondos y luego repatrían sus beneficios a los países más ricos de Occidente. En una carta abierta dirigida al expresidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, así se lo hizo saber: “Alemania es el principal beneficiario del mercado único, paga parte de los beneficios a otros Estados miembros a través del presupuesto de la UE, la mayor parte de los cuales vuelve a su propio país”.

Estos fondos son vitales para el sistema Orbán. Al canalizarlos a su antojo, ha sido capaz de crear “campeones nacionales” al servicio de su Ejecutivo. El ejemplo más representativo es el de Lőrinc Mészáros, su amigo de la infancia, un instalador de calefacción ordinario que, en diez años de Gobierno de Fidesz, ha pasado a ser el dirigente del principal holding del país que ha comprado numeras cabeceras de prensa.

El Gobierno también ha podido comprar los favores de toda una clase media alta, que se ha nutrido de los subsidios europeos. Todo esto mientras finge que trabaja para el surgimiento de un capitalismo nacional. Como resultado de estas maniobras, Hungría es el país de la UE en que la OLAF (Oficina Europea de Lucha contra el Fraude) ha puesto más peros en el uso de los fondos, en un informe publicado hace un año.

Viejos tiempos

Para publicitar su pulso contra el resto de Europa, el jefe de Gobierno húngaro se ha mantenido firme; los tecnócratas de la UE, por influencia del multimillonario George Soros, quieren imponer la inmigración y el multiculturalismo en Hungría. El mecanismo deseado por el Parlamento Europeo, explica, es un ataque a la soberanía nacional y equivale a poner un arma política en manos de sus oponentes liberales. Les permitirá “obligar a Hungría a hacer cosas que no quiere hacer, como acabar con la barrera fronteriza (contra los inmigrantes) o reubicar a los refugiados”.

La eurodiputada liberal húngara Anna Donáth (Renew) cree que “el único sentido de su veto es, si no puedo robarlos, entonces nadie debería poder beneficiarse de los fondos de la UE”. Ella encabeza los seis partidos de la oposición unidos en un frente común capaz de desalojar a Fidesz de las elecciones parlamentarias de 2022, según los sondeos de opinión.

La Europa Central, de la que Viktor Orbán se ha erigido en portavoz, sería víctima del imperialismo cultural occidental y el Estado de derecho sería un concepto vago para meter en cintura a los “países del Este” que se incorporaron a la UE después de 2004, tal y como dice en Budapest y en Varsovia. Ellos, que conocieron la dictadura y la opresión saben mejor que nadie el precio de la libertad y no tienen que recibir lecciones de nadie, dicen. Sin embargo, los aliados del Grupo Visegrád se han desmarcado; Eslovaquia desaprueba la cruzada polaco-húngara y la República Checa se mantiene cuidadosamente a distancia.

Hasta la fecha, Angela Merkel siempre se ha preocupado por tratar con consideración al húngaro, oficialmente para controlarlo mejor, pero más probablemente para preservar los colosales intereses de las empresas alemanas, principales inversores y empleadores en Hungría. Porque, por muy soberano que sea, Viktor Orbán mima a las empresas extranjeras, especialmente a los dirigentes de la industria automovilística alemana, pilar del capitalismo autoritario húngaro. Esta proximidad de la patronal alemana con el ejecutivo húngaro, documentada por una investigación de Direkt36 (disponible aquí, en inglés), incluso se convirtió en un compromiso cuando los supermercados Aldi hicieron retirar de sus estanterías los periódicos desfavorables a Fidesz.

¿Huida hacia adelante?

Señal de que el Gobierno húngaro se ha preparado para un largo tira y afloja con la Unión Europea, Hungría ha emitido más bonos de lo habitual en los mercados financieros. Y Orbán asegura que Hungría puede financiarse en buenas condiciones en los mercados asiáticos, por si acaso; que no necesita el plan de recuperación, en el que participa sólo como “gesto de solidaridad” con los países más afectados por la crisis económica; en cuanto al presupuesto europeo, “tenemos suficiente dinero para llevar a cabo todos los proyectos de desarrollo que hemos previsto para los próximos diez años”.

“Lo único que le importa son las elecciones de 2022”, interpreta el politólogo Botond Feledy. “Él realmente ve el proceso del estado de derecho como una amenaza a su Gobierno, pero subestima el riesgo que corre al enfrentarse a los Estados miembros (hasta la fecha sólo había atacado a las instituciones) [...]. Fidesz está desarrollando una mentalidad de asedio, típica de los grupos cerrados. Ya había sido criticado en 1993. Así que después de más de diez años en el poder, marcados por una comunicación extrema, contra George Soros, los migrantes, la Unión..., ha terminado por influir sobre su lucidez”, prosigue.

Los vientos no soplan favorables, en apariencia, para Orbán. Sus aliados británicos han salido de la Unión, las formaciones nacionalistas que quisieron convertirlo en una figura emblemática (Vlaams Belang, Agrupación Nacional, Liga...) no consiguieron más respaldo en las europeas de 2019 y el Fidesz ha sido expulsado del Partido Popular Europeo (PPE).

¿Le seduciría la idea de un Huxit? A principios de año, el primer ministro se dejó llevar frente a periodistas extranjeros al envidiar a Gran Bretaña por su Brexit. El viernes repitió en la radio, aventurándose en algo en lo que rara vez se ha atrevido: ¿los británicos realmente se ven tan mal hoy?, preguntó. Según la creencia, muy extendida, de Tamás Mellár, economista y miembro del partido de izquierdas Diálogo, un veto al presupuesto plurianual de la UE sería el preludio a la salida de Hungría.

Sin embargo, el escenario más desfavorable para los húngaros, que están abrumadoramente comprometidos con la adhesión a Europa, está lejos de ser el más probable. Orbán ha demostrado repetidamente su capacidad para negociar... y arrancar concesiones, tal y como ha demostrado este mismo jueves. El compromiso que diseña es un arma de doble filo. “Esta es claramente la victoria de la UE y la derrota de Orbán”, reaccionó el miércoles el exeurodiputado de izquierdas Benedek Jávor, ahora representante de la ciudad de Budapest ante la UE. “Pero los europeos han hecho una grave concesión”, opina.

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Porque el recurso al Tribunal de Justicia de la UE permitiría a Orbán ganar tiempo, meses o incluso años. “Esto significaría que el Gobierno húngaro podría financiar su régimen con recursos de la UE hasta las elecciones de 2022 y comprarse un mandato más hasta 2026comprarse. La cuestión es si la oposición húngara sobrevivirá hasta entonces. En resumen, la UE renunciaría a Hungría a cambio de la eficacia a largo plazo [del mecanismo]”.

Sólo una cosa parece segura, pase lo que pase al término de la cumbre de Bruselas, los medios de comunicación de Fidesz aclamarán otra gran victoria de su líder.

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