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La debilidad de Merkel no pone fin a la 'Europa alemana'

Desde el estallido de la crisis de la deuda soberana en 2008, se impone la evidencia: la Alemania de Angela Merkel está al mando de la Unión. Cada episodio nuevo de incertidumbre ha permitido a Berlín la oportunidad de reforzar su peso político en las reuniones de Bruselas. Esta situación llevó al sociólogo Ulrich Beck a publicar un panfleto en el que el canciller se convertía en Merkiavel, emperatriz de la UE dispuesta a todo por salvar el euro, piedra angular del milagro económico alemán.

Las elecciones legislativas de septiembre de 2017 en Alemania parecen no obstante haber cambiado las cosas. Angela Merkel salió debilitada de las urnas. Desde entonces, su cuarto mandato parece pender de un hilo, como han puesto de manifiesto los desacuerdos de los últimos días entre la CDU de Merkel y su socio bávaro, la CSU, sobre la acogida de inmigrantes. El compromiso alcanzado el pasado día 2 de julio por la tarde entre Merkel y su ministro "rebelde" Horst Seehofer parece frágil. ¿Debería entenderse entonces como el fin de la "Europa alemana", una Unión basada en el control de los déficits presupuestarios y en reformar el mercado de trabajo, aunque esto signifique que los países del sur de Europa sufran las consecuencias y alimente a los euroescépticos de todo tipo?

El símbolo más evidente de esta nueva era puede que fuese la salida, en octubre de 2017, del implacable Wolfgang Schäuble del Ministerio de Finanzas, tras siete años de servicio. Ahora, la voz de Alemania compite con la de otras capitales europeas. Por un lado, nos encontramos con la voluntad del francés Emmanuel Macron de relanzar la Unión y de encarnar una nueva generación de constructores de una Europa más federalconstructores. Por otro, está el deseo de las "democracias antiliberales", el húngaro Viktor Orbán, el italiano Matteo Salvini o el austriaco Sebastian Kurz, los tres impacientes por bloquear un poco más el continente.

Esta lectura es sesgada. Más allá de la evidente debilidad de la canciller germana, los alemanes, y en particular la alianza de derechas CDU-CSU, mantienen una posición fuerte en las instituciones de Bruselas, al menos hasta las elecciones europeas de mayo de 2019. Esto también explica por qué las promesas de Emmanuel Macron de impulsar Europa son mucho más complejas de lo previsto.

  1. Los alemanes siguen ocupando los puestos de mayor influencia

De los ocho grupos políticos presentes en el Parlamento, cuatro están dirigidos por alemanes; el más poderoso de ellos, el PPE (derecha), tiene al frente al bávaro Manfred Weber. Este último, figura de la CSU, ya no oculta sus ambiciones por suceder a Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea. A Weber hay que sumarle dos puestos clave, poco conocidos por el gran público: las secretarías generales del Parlamento (Klaus Welle, de la CDU) y de la Comisión (Martin Selmayr, también de la derecha alemana y que llegó al cargo a principios de año rodeado de polémica).

También hay mencionar a Werner Hoyer, presidente del Banco Europeo de Inversiones (BEI) desde 2012, y a Klaus Regling, director del Mecanismo Europeo de Estabilidad. Para resumir, las conexiones de la derecha alemana con el corazón del engranaje de Bruselas siguen siendo muchas e importantes, si se compara con otros Estados miembros.

  2. La presencia de eurodiputados franceses, moderada

Cuando todavía era eurodiputada, en 2013, Sylvie Goulard, efímera ministra de Defensa del gobierno de Philippe, contestaba a Mediapart (socio editorial de infoLibre): "Estoy cansada de este discurso sobre la hegemonía alemana... Claro que hay presencia de alemanes, pero por encima de todo lo que hay es ¡deserción de otros! En Francia, los partidos envían a personas que no siempre están movilizadas o preparadas para el cargo”. La política francesa denunciaba una situación muy conocida por los expertos en asuntos comunitarios; un buen número de diputados franceses, a veces viejas glorias de la política que preparan su retirada política, no están muy involucrados en asuntos en Bruselas y pecan de absentismo.

La alta proporción de miembros electos de Rassemblement national, Patriotas o todavía no inscritos en la delegación francesa (24 de 74) no ayuda. El peso político de Francia en los principales grupos políticos, los que dictan la vida política en Estrasburgo y Bruselas (empezando por el PPE y el S&D), es débil. Para los alemanes, la situación es la contraria, ya que se encuentran muy concentrados en los dos grupos políticos más grandes de la Cámara. Por ejemplo, hay 13 miembros franceses electos del Grupo S&D (los socialdemócratas, al que pertenecen los socialistas), frente a los 24 miembros del SPD alemán. Es difícil decir si las elecciones de 2019 y la llegada de los diputados de LREM (En Marcha) a Estrasburgo pondrá fin a esta dispersión de los representantes franceses.

Sólo la ruptura del grupo PPE, controlado por la CDU-CSU, perjudicaría en realidad a la influencia alemana dentro del hemiciclo. Emmanuel Macron ha reflexionado al respecto, al igual que, en las antípodas ideológicas, las formaciones de extrema derecha, como Fidesz de Viktor Orbán, que pueden verse tentadas a una alianza con partidos de extrema derecha, como la Liga italiana. En este punto, el PPE se mantiene firme, liderado por el ambicioso bávaro Weber, que sueña con convertirse el nexo de unión entre el centroderecha y la extrema derecha, entre Jean-Claude Juncker (demócrata-cristiano) y Viktor Orbán.

  3. Otras capitales, todavía más ordoliberales que los alemanes

Hablar de la “Europa alemana” es una forma de simplificar. Algunos prefieren el término “Europa a la alemana”. Alemania no es tanto un "maestro" en Bruselas como una fuente de inspiración, un modelo económico. Este "poder blando" alemán ha producido efectos a lo largo de los años. Hoy, en la mesa del Consejo, neerlandeses -como el antiguo presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem– y finlandeses son, sin duda, más ardientes defensores que los alemanes del respeto de los pilares del ordoliberalismo, la corriente económica inventada en Alemania y del que están impregnados los tratados.

  4. La sucesión de Draghi, ¿más importante que Merkel?

Al igual que en las elecciones de 2019, la sucesión de Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo en noviembre de 2019 será decisiva para el futuro de Europa y del euro. Las maniobras se suceden desde principios de año.

Berlín presiona en favor de Jens Weidmann, un halcón alemán, campeón del ordoliberalismo y actual presidente del Bundesbank –que aboga incansablemente por el fin de las medidas excepcionales adoptadas por el BCE desde el comienzo de la crisis financiera–, mientras que París apoya extraoficialmente al actual gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau. Los nombres del holandés Klaas Knot, la francesa Christine Lagarde y el irlandés Philip Lane también suenan.

El resultado de esta batalla determinará la mayoría de las políticas económicas que se llevarán a cabo en los próximos años, más o menos acordes a los deseos alemanes. Una victoria de los holandeses o de los alemanes no haría sino reforzar todavía más la actual orientación ordoliberalordoliberal.

  5. La estrategia inexistente de las izquierdas

Si la Europa "a la alemana" todavía parece tener un futuro brillante por delante, es también por que las izquierdas nacionales, incluso las que gobiernan, en Portugal o España, parecen incapaces de desarrollar una estrategia común con peso en Bruselas. El panorama se encuentra fragmentado y son evidentes las diferencias de análisis entre los partidarios de un "plan B", como Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon; los representantes de los grupos socialdemócratas agotados, en busca de un nuevo discurso sobre Europa; los partidarios de un salto federal como Yanis Varufakis, antiguo ministro griego de Hacienda; o los que prefieren no alterar demasiado el territorio europeo por miedo a ofender a su electorado (cada uno en su terreno: Jeremy Corbyn, del Partido Laborista Británico, o Pablo Iglesias, líder de Podemos).

Desde este punto de vista, resulta deprimente constatar que las derechas de los países del llamado grupo de Visegrad (Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia) han conseguido, a fuerza de cumbres y de coordinación, federarse, liderar otras formaciones (véase, por ejemplo, la estrategia de la CSU bávara) y crear una verdadera dinámica en Europa, en torno a su agenda antimigratoria, mientras las izquierdas, por su parte, siguen pareciendo igual de divididas. ___________

Los socios de Merkel ganan las regionales de Baviera con el 37,2% de los votos pero pierden la mayoría absoluta

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

Desde el estallido de la crisis de la deuda soberana en 2008, se impone la evidencia: la Alemania de Angela Merkel está al mando de la Unión. Cada episodio nuevo de incertidumbre ha permitido a Berlín la oportunidad de reforzar su peso político en las reuniones de Bruselas. Esta situación llevó al sociólogo Ulrich Beck a publicar un panfleto en el que el canciller se convertía en Merkiavel, emperatriz de la UE dispuesta a todo por salvar el euro, piedra angular del milagro económico alemán.

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