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Los (delicados) primeros días del peronismo de Alberto Fernández

El termómetro ronda los 40°C. El humo procedente de los puestos de venta de salchichas, el calor del asfalto y la densa multitud contribuyen a la torridez de este martes 10 de diciembre, día de la investidura como presidente de Alberto Fernández. El peronista, elegido el 27 de octubre, junto con la expresidenta Cristina Kirchner como cabezas de lista, realizaba una llamada a la “fiesta popular”, ante el palacio presidencial, organizada en torno a una serie de conciertos y discursos.

“¡Estoy feliz, esto es lo que esperábamos después de cuatro años de neoliberalismo!”, aseguraba entusiasmada Tatiana, de 26 años, mientras bailotea al ritmo de los tambores que hacen sonar los integrantes de una organización militante. “Por fin vamos a tener un Gobierno que piensa en los más pobres”, exclama. A unas pocas decenas de metros, camisetas azules y blancas, el sello cromático de la bandera argentina, hacen la síntesis: Alberto Fernández, de frente, y el perfil de Cristina Kirchner, con el cabello al viento, acompañados de un orgulloso “Volvimos”, en referencia a la nueva ascensión del peronismo a la Presidencia tras los mandatos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2015), seguidos del gobierno de centroderecha del presidente saliente Mauricio Macri.

El día de la investidura está lleno de símbolos. Los primeros días del mandato de Alberto Fernández y las medidas iniciales del Gobierno –un “paquete” de emergencia social y económica adoptado en tres días– esbozan la imagen del nuevo presidente, sus políticas y desafíos en un clima económico atormentado. Alberto Fernández, elegido al frente de una amplia coalición de izquierdas, cuyas tendencias se reflejan en su conjunto en el reparto de los distintos Ministerios, se comprometió, entre otras cosas, a sacar a Argentina del estancamiento, sin negar que “la tarea no iba a ser fácil”.

La primera imagen improbable de su ascenso al poder es que el propio presidente electo conduce su coche desde su casa en Puerto Madero, un distrito de lujo de la capital, hasta el Congreso. En el vestíbulo de la Cámara baja, empuja la silla de ruedas de la vicepresidenta saliente Gabriela Michetti, un gesto simbólico transmitido en directo por televisión. En el Congreso, saluda calurosamente a su predecesor, Mauricio Macri.

Una hora antes, su equipo de comunicación había hecho circular una foto, presentando con ella los primeros píxeles de la imagen presidencial: Alberto Fernández, en la cocina con sus colaboradores, con un zumo de frutas en la mano, y su perro en un segundo plano. “Alberto Fernández está tratando de construir una imagen de ciudadano corriente y relajado”, observa el politólogo Facundo Cruz. “Su objetivo es desmarcarse de Mauricio Macri, considerado más formal y frío, y superar la notoria división de la política argentina”. “Quiero ser el presidente que escucha, del diálogo y del compromiso para construir un país para todos”, afirma el nuevo presidente en su discurso inaugural, en una hoja de ruta que despliega durante una hora, sector por sector.

En el centro de su discurso, “un plan contra el hambre” y la necesidad de recuperar el crecimiento para poder “pagar” la deuda con el FMI, en una segunda fase. “Ha invertido la retórica del Ejecutivo anterior, el crecimiento debe producirse antes que el reembolso”, recalca Facundo Cruz.

La economía se encuentra a la deriva. La pobreza se ha disparado y ahora afecta a cuatro de cada diez adultos argentinos y a uno de cada dos niños. Al inicio del mandato de Mauricio Macri en 2015, afectaba a poco menos de uno de cada tres argentinos, según estimaciones de la Universidad Católica Argentina. Este año se espera que el PIB caiga un 3,1%, marcando con ello el segundo año consecutivo de recesión. En este 2019, la inflación habrá superado el 50% y el desempleo alcanzará el 10,6%, según el Instituto Nacional de Estadística argentino (Indec). Este año se han destruido 137.000 puestos de trabajo y el sector industrial se ha visto especialmente afectado.

Ante la imposibilidad de saldar la deuda contraída con el FMI en 2018, Mauricio Macri pidió la reprogramación de los pagos en agosto pasado. El organismo internacional ya ha desembolsado 45.000 millones de dólares a Argentina, de un préstamo inicialmente fijado en 57.000 millones de dólares. ¿El futuro de este enorme préstamo, el más grande jamás concedido por el FMI? Alberto Fernández y su equipo han dicho que rechazan más desembolsos. En su discurso de investidura, Fernández calificaba la herencia recibida de “economía en caída libre”.

“Si pudimos esperar el fin del gobierno de Macri, tendremos paciencia con Alberto”, asegura Valeria, tras la fiesta de investidura de Alberto Fernández. “Pero nuestra paciencia tampoco es infinita, si no vemos resultados, saldremos a la calle a pedirle cuentas”, advierte la joven de 30 años, que apunta sin ambages a la estrecha ventana que el gobierno tiene para convencer a la población y a los acreedores. “Debemos ver los resultados en seis meses, de lo contrario su estrategia política electoral se verá afectada en las elecciones legislativas parciales del 2021”, añade el politólogo Facundo Cruz. “En cualquier caso, si no hay signos de crecimiento económico en 2021, Alberto Fernández verá cuestionada su legitimidad ante sus bases”.

"La idea es desalentar la demanda de dólares"

¿Qué respuesta inmediata a la crisis? La primera oleada de medidas llegó pocos días después de la investidura, en forma de un vasto “proyecto de emergencia social y económica” adoptado el viernes 20 de diciembre por el Congreso después de una sesión maratoniana de más de 15 horas, y luego por el Senado al día siguiente. “Una aprobación tan rápida de un proyecto tan importante no tiene precedentes”, subraya el politólogo Gabriel Palumbo.

La ley de emergencia introduce un impuesto del 30% sobre la compra de moneda extranjera –ya limitado a 200 dólares mensuales, como ahorro, por el gobierno de Mauricio Macri en octubre–. “La idea es desalentar la demanda de dólares para contener la hemorragia de las reservas bancarias”, dice Juan Telechea, economista del centro de investigación ITE. Esta medida también tiene como objetivo controlar el valor del peso para evitar una devaluación que genere automáticamente inflación.

El aumento del impuesto sobre la propiedad y la actualización al alza de los impuestos sobre las exportaciones agrícolas se convierten en importantes ingresos fiscales. Al mismo tiempo, el Gobierno paga una bonificación extraordinaria de 10.000 pesos (150 euros) a las pensiones más bajas, 2.000 pesos (30 euros) adicionales a los beneficiarios de la prestación familiar y una tarjeta de alimentos de 4.000 pesos (60 euros) a las familias más modestas con hijos pequeños. También se ha decretado la congelación del precio de los servicios básicos durante 10 meses. “Es una línea muy fina entre la necesidad de aliviar la vida diaria de los más perjudicados por la crisis y la necesidad de no causar un desequilibrio presupuestario”, observa la economista Victoria Giarrizzo.

Según la empresa privada Elypsis, este paquete de medidas representa un beneficio presupuestario de alrededor del 1% del PIB para el Gobierno. “También es una señal para los acreedores en el sentido de que el Gobierno está tratando de hacer un esfuerzo fiscal”, señala Giarrizzo. La renegociación de la deuda con el FMI y también con los acreedores privados debería ser más clara en las próximas semanas. El viernes 20 de diciembre ya se había decidido el aplazamiento de la devolución de los bonos del Tesoro, por importe de 9.000 millones de dólares.

En entrevistas previas a su nombramiento, el ministro de Economía Martín Guzmán, que proviene del mundo académico y es colaborador del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, anunciaba la fecha límite de marzo de 2020 para la renegociación de la deuda. “Este será el momento en que el Gobierno sabrá con qué recursos puede contar, porque depende de los plazos de reembolso que se hayan establecido”, según Victoria Giarrizzo, que apuntaba a un paquete de medidas iniciales, que en esta etapa carecen de “políticas para reactivar la economía”.

Esta ley de emergencia, aprobada en tiempo récord, también ha supuesto la primera controversia política del Gobierno. El paquete de medidas se basa en la revalorización automática de las pensiones en función de la inflación; el nuevo cálculo está ahora sujeto al decreto presidencial. Ya hay quien teme que esto pueda situar a los pensionistas en posición de desventaja, especialmente porque algunas pensiones llamadas “de privilegio”, como las de los jueces y diplomáticos, seguirán calculándose de la misma manera que antes. Ante las protestas, el presidente Alberto Fernández anunció posteriormente que el caso de estas pensiones se trataría en sesiones extraordinarias durante las vacaciones de verano, en enero.

El Parlamento también ha dado su visto bueno a la ampliación del poder presidencial durante los seis meses de emergencia decretados. “Hay una clara concentración del poder presidencial”, opina el politólogo Gabriel Palumbo. Y ahora hay que ver quién va a gobernar, ¿Cristina Kirchner o Alberto Fernández? Uno se puede preguntar qué es lo que realmente piensa el presidente, que había sido tan crítico con Cristina Kirchner”. El ex jefe de gabinete de Néstor Kirchner y luego su esposa rompieron con ella en 2008, en plena crisis en el sector agrícola.

En la carrera presidencial prevaleció el pragmatismo, y designó a Cristina Kirchner como una discreta vicepresidenta, demasiado polémica para situarse en el centro de atención, pero demasiado central para privarse del apoyo que ella aporta. “De momento ha estado en un segundo plano, todo parece indicar que se va a concentrar en dirigir el Senado”, comenta Facundo Cruz. En Argentina, el cargo de vicepresidente adjunto también incluye la función de presidente de la Cámara alta.

En una región convulsionada por crisis sociales y políticas, el nuevo Gobierno también debe definir su acción diplomática. La primera decisión con un fuerte contenido simbólico ha sido la acogida del depuesto presidente boliviano Evo Morales. “Alberto Fernández está tratando de posicionarse en un eje progresista en la región, el asunto delicado será evitar molestar a Estados Unidos para no dañar las negociaciones con el FMI”, dice Facundo Cruz.

Etapa inaugural de su gira como presidente electo: México a principios de noviembre. Durante su encuentro con el presidente de la izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador, Alberto Fernández insistió en la necesidad de estrechar los lazos comerciales. Porque la relación con Brasil, el principal socio comercial de Argentina, parece haber empezado mal, obstaculizada por la enemistad del presidente brasileño de extrema derecha, Jair Bolsonaro. Este último se había negado a felicitar al peronista después de la elección y decidió enviar a su vicepresidente a la ceremonia de investidura en el último momento. “Brasil es un hermano”, dijo Alberto Fernández.

Aún no se han concretado las primeras visitas internacionales de Alberto Fernández como presidente electo. Se ha dado prioridad a la gestión de la política interna. Y a la crisis. ____________

Traducción: Mariola Moreno

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